"Uno no sabe lo que quiere hasta que lo pierde" es la mayor mentira que existe, ya sea porque nos acostumbramos a las situaciones que la vida nos impone por un tiempo prolongado, lo cierto es que llegamos a pensar que serán eternas sin atrevernos a siquiera analizar que cada momento es especial y que las personas que nos rodean a diario no siempre estarán allí.
Aprender a valorar cada persona con buenas intenciones que llega a nuestras vidas es una habilidad muy útil y necesaria en estos tiempos donde la gran mayoría actua con dobles intenciones, como si fuera un juego en el que sacar provecho de alguien más es la misión a cumplir. Verdaderamente no todos son así, pero después de vivir varios infortunios se hace difícil confiar en alguien a algo más de un 50%, cuesta intercambiar más de doce frases con esa persona sin preguntarse si realmente hace las cosas de corazón o desea algo más; no se trata de un asunto de desconfianza, solo que después de varios golpes en la cara uno aprende a esquivarse para después razonar si era un puñetazo o una caricia.
Tiempos difíciles se viven, lo bueno de ellos es que saca lo puro de cada persona, lo que esconden en su interior, mostrando lo que realmente son, son esas pruebas difíciles las que prueban quién merece formar parte de nuestro corazón y quién no, es imposible detener el proceso y dejar a un lado una persona beneficiosa para nuestra alma es igual de dañino que aferrarse a alguien que la lastima constantemente para después poner en práctica la frase típica: "es mejor andar solo que mal acompañado" cuando por errores propios se camina solo.
Es bueno para la salud conocer a los demás antes de impartir un criterio sobre los mismos que muchas veves es erróneo y gracias al cual se tiende a tropezar en la vida.