Pequeña gran mentirosa

CAPÍTULO 1

— ¡Dios mío! ¡aaaaah! 

— ¡Respira, uno, dos, tres! 

— ¡Ahhhhhh!

— ¡Tú puedes, falta poco! 

Inhala, exhala, inhala, exhala — ¡Ya no puedo! ¡Voy a morir! 

— ¡Ja, ja, ja, ja! No resistes nada 

— No te burles de mí, nunca me había subido a una montaña rusa… eres una niña mala con tu mami. 

— ¡Siiiiii! — Mientras yo sentía morir Esther mi hija estaba feliz, mientras veía como su madre sufría. Bajamos de ese maldito juego mecánico y nos dirigimos hacia donde se encontraba Jeicy  y los gemelos. 

— ¡Pero qué cara! — se burló mi esposo

— ¡En la próxima serás tú quien acompañe a Esther! 

— Mamá eres una llorona, el juego no es tan terrorífico — se burló mi hija 

— Díselo a mi corazón, casi muero, nunca más en mi vida me vuelvo a subir a algo así.  

— Eres exagerada mamá, ¡Papá dile que no sea tan dramática!

— Ya escuchaste a la niña, no seas tan dramática — Jeicy como siempre un padre consentidor. Ella se acercó a su padre y le dio un abrazo. 

Mientras tanto yo abrazaba a Ethan, uno de mis gemelos y lo colocaba en mis piernas — Mejor ve por el peluche que tanto deseabas — ordené. 

— Sí mamá, y compórtate como una mujer adulta — Esther, se perdió entre la multitud, era una adolescente de diecisiete años. Estaba en una etapa en la cual era más difícil tratar con ella, yo era una madre impaciente y en ocasiones me sacaba de mis casillas, sobre todo por el gusto hacia las armas, estaba obsesionada con manipularlas, quería convertirse en policía, solo por el simple hecho de tener un arma en sus manos. 

Creo que estaba en sus venas ese gusto peculiar. Habían pasado ya más de diecisiete años, vivíamos en un pequeño pueblo de Inglaterra, yo tenía dos hijos más, Ethan y Adam, en realidad no eran nuestros hijos genéticos, los adoptamos desde que eran bebes, y lo hicimos porque a pesar de nuestros intentos, no volví a quedar embarazada, pero me importaba que no fueran mis hijos, que no se hubieran desarrollado en mi vientre, los amaba con todo mi corazón, eran mi adoración, tenían apenas cinco años. 

Mientras esperábamos a Esther, decidimos comer un poco. ¿Qué había pasado durante estos años?, mucho; cosas buenas y malas. Nadie sabía sobre nuestra dirección fue algo que Jeicy nunca quiso que nadie supiera, él insistió siempre que era por nuestra seguridad y eso era cierto, él lo hacía por el padre de Esther, Dimitri; jefe de la mafia irlandesa, un hombre frío, pero muy apasionado al amar y eso lo sabía muy bien, el tiempo a su lado fue no de los mejores momentos de mi vida.  

Carlos amigo de Jeicy,  le informó que muchas veces regresó en busca de mí, pero nadie supo darle información. Diana, mi querida Diana, terminó sola, así es, ella por querer a los dos hombres a su lado, terminó sola. Se quedó a cargo de la cafetería, Maggy y Francisco decidieron irse a una casa de retiro y pasar sus últimos días en ese lugar. 

Después de comer me pareció que Esther había tardado demasiado, así que decidí dejar a los niños con Jeicy e ir por ella, para regresar a casa. 

Empecé a preocuparme al ver que ella no estaba en el tiro al blanco, pregunté a las personas encargadas del juego y dijeron que se había ido con otra persona. Empecé a transpirar, solo de pensar en lo peor. 

— ¡Esther!... ¡Esther! — gritaba desesperada, no la veía por ningún lado, una adolescente pelirroja no podía pasar desapercibida, miraba por todos lados y preguntaba a toda la gente que encontraba en el camino. 

— La vi detrás de aquellas carpas — mencionó una pareja. Corrí hacia el lugar donde me señalaron, allí la encontré, hablaba con alguien más, no lograba identificarlo porque un enorme peluche cubría su rostro. 

— ¡Esther! — mencioné — Estaba como loca buscándote ¿Qué es lo que haces? 

— ¡Mamá!, estoy bien, no seas tan dramática, además hice un nuevo amigo quien me ayudó a obtener ese peluche, es excelente en el tiro al blanco, incluso se ha ofrecido a darme clases de tiro — Ella se acercó con la persona, este se quitó el peluche que tenía abrazado — Te presento a Dimitri Nolan.

Sentí que mi corazón se paralizó de inmediato al escuchar ese nombre: Dimitri Nolan. Miré de manera detenida al chico que estaba al lado de mi hija y tenía algunos rasgos del padre de Esther.

Si él era la persona que pensaba, se trataba del medio hermano de Esther y si él estaba aquí… ¡Significaba que su padre estaba cerca!, y eso no era nada bueno. 

El chico extendió, pero la ignoré — ¡Vámonos Esther, ya es tarde! 

— ¡Mamá! — reclamó 

— ¡He dicho que nos vamos! — La tomé de la mano y la jale a la fuerza.

— ¡Mamá! ¿Pero qué te pasa? —  Ella se soltó de mí agarré y se detuvo — ¿Qué sucede contigo?, te has comportado como toda una irrespetuosa, el chico no tienen la culpa que le haya pedido clases…

— ¡No se trata de eso Esther! Es el hecho de que tomaras otro camino y te fueras con un desconocido ¡Ahora vámonos! — Mi cuerpo temblaba, me sentía agobiada y el temor de que Dimitri apareciera delante de mí, provocaba que todo mi cuerpo se estremeciera. 

— ¡Cada día estás más loca! — reclamó, se volvió a soltar de mí agarré y caminó delante de mí.

— ¿Qué pasa? — preguntó Jeicy. 

— Pregúntale a Jezabell, al parecer esta en sus días porque tiene un humor insoportable.

— ¡Hey! ¡Señorita! Más respeto que soy su madre… — recriminé. Ella solo caminó en dirección al auto y Jeicy le siguió. 

— ¡Venga vamos!, el día ha terminado para la familia — tomé a los niños y nos encaminamos hacia el auto, cuando llegué Esther ya se encontraba sentada en el sillón trasero con los brazos cruzados. 

Subí a los niños junto a su hermana y tomé mi lugar en la parte delantera. Jeicy arrancó el auto y empezó a conducir hacia la casa, era casi una hora de camino y esto sería incómodo, todos estábamos en silencio, a excepción de los gemelos. Al menos ellos hacían que esto estuviera menos intenso. 




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