Pequeña gran mentirosa

CAPÍTULO 2

— ¡Dimitri! — gemí 

— ¡Shhh! — puso uno de sus dedos en mi boca — Te amo mi pelirroja… — él estaba sobre mí y no tenía idea de cómo habíamos terminado en la cama — Te amo, pero nunca te podré perdonar, me ocultaste a mi hija y ahora pagarás las consecuencias —. Sus manos apretaron mi cuello, trataba de quitarlas, ya que me dificultaba respirar, pero era imposible, él era más fuerte que yo.

— ¡No… lo… hagas! ¡Todavía… todavía… te amo! — sus manos me soltaron enseguida. Sentí un alivio al sentir aire en mis pulmones, respiraba de manera profunda para recomponerme.  

— ¿Aún me amas? — cuestionó — ¿Me sigues amando Bell? — sus ojos eran como dos llamas de fuego, mientras hacía ese par de preguntas.

— Yo… — balbucee, no quería mentirle, pero no sabía qué tan grave sería decirle la verdad. 

— ¡Responde Bell! — Vociferó 

— Dimitri yo… yo… 

 

El sonido incesante de la alarma, me despertó. Abrí mis ojos y vi a mi lado, Jeicy estaba allí durmiendo. La apagué y me levanté de la cama, me sentía acalorada y no era por el clima, sino por el sueño con Dimitri, tenía años de no tener esas imágenes en mi cabeza. 

Todo era parte de mi inconsciente, la llegada de este chico al pueblo despertó todos mis fantasmas del pasado. 

<<¡Dios mío! Pero no podía negar que eso había sido… como decirlo sin sonar una pervertida…>> 

Era una mujer casada, bueno en realidad nuestra intimidad con Jeyci se había vuelto tan rutinaria que de verdad no lo extrañaba en la cama, eso se volvió un tema secundario al ser madre, todos estos años me había enfocado en mi hija y después de la llegada de los gemelos, ni siquiera me emocionaba la intimidad con él. 

Terminé de arreglarme y bajé a la cocina a preparar el desayuno, hoy Jeicy tenía que ir a la Universidad y Esther saldría con sus amigos, sobrinos de una vecina y que también era mi amiga. 

Después de realizar mis tareas cotidianas decidí llevar a los niños al parque, eran sus últimos días de vacaciones y los siguientes serían más difíciles para ellos, pero más liberador para mí, al menos tendría más horas libres y podría dedicarme a otras cosas, por ejemplo seguir escribiendo mis historias, ya que desde que me casé con Jeicy lo dejé a un lado, ahora quería retomarlo otra vez. 

 

Me encontraba en el parque con los gemelos, los observaba desde una banca como jugaban con otros niños. Mientras los observaba pensaba en aquel chico, quien se supone ya no estaba en la ciudad, según palabras de mi hija solo estaría un par de días y me tranquilizaba más la idea de que su padre no estuviera cerca. 

— ¡Hoooola Bell! — exclamaron en mi oído, me giré y me encontré con Kimberly, mi vecina y amiga, ella estaba a cargo de un par de adolescentes, quedaron huérfanos hace años y vinieron al pueblo a vivir, ellos eran los amigos de mi hija. 

— ¡Kim! Casi me matas del susto — ella se carcajeó y se sentó a mi lado — ¡Ay amiga! Me divierte hacerlo

— ¿En dónde estabas? No te había visto estos días, me dijeron tus sobrinos que habías salido de fiesta y no habías regresado. 

— Ese par de chismosos, ya les dije que no tienen que provocar pena para pedir comida, siempre que llegan a quejarse de que no estoy es solo porque quieren comer en tu casa, a ellos no les importa si regreso o no — Kim no era madre y mucho menos estaba casada a ella le gustaba ir de fiesta y acostarse con distintos hombres cada fin de semana, claro esta que no delante de sus sobrinos. No podía juzgarla, la verdad que hacía mucho por ese par de adolescentes, pero estaban solos así que ellas les cocinaba, planchaba y hacía todo por ellos, así que merecía divertirse de vez en cuando. 

— Pero en serio ¿Dónde estabas? — interrogué 

— En el cielo o el infierno, no sé… me encontré con un hombre que me hizo sentir emociones inigualables, tanto así que pasé la noche completa, es todo un bombón, me lo comí enterito y él me hizo de todo… 

— Sin detalles por favor… porque no me interesan

— Pero así no hay emoción, además… decidí invitarlo a la casa. 

— ¡¿Estás loca?! ¡No puedes traer un desconocido a tu casa! ¡Ahí están los chicos! 

— Mañana no estarán, irán a la universidad con tu esposo; por eso de la matrícula y no sé qué, así tendré la casa todo el día…

— ¿Y si es un ladrón o violador? 

— Pues que me haga suya a la fuerza, las veces que quiera, ni siquiera pusiera resistencia, es que no sabes Bell, es todo semental, tiene unos músculos, un cuerpazo y un… 

— ¡Ya te dije que sin detalles! — reclamé — insisto en que es una mala idea que lo lleves a tu casa. 

— No creo que sea un ladrón, anda en un coche último modelo, además se irá mañana mismo, por eso es que le pedí que viniera a mi casa, después ya no volveré a verlo. 

— ¿Estás segura? 

— ¡Muy segura! — respondió con firmeza. 

Después de esa plática con mi amiga, nos dirigimos a casa; Kim me ayudó con los gemelos y durante nuestro regreso intenté en que cambiara de idea, pero ella estaba muy segura y decidida de llevar a aquel desconocido a su casa. 

Vi a Amber y Dylan afuera de su casa, pero Esther no estaba con ellos — ¡Hola chicos! — saludé 

— Hola, señora Bell — respondió Amber

— Hola — respondió Dylan, de manera indiferente. Ese chico siempre me había parecido muy extraño y al parecer Esther tenía cierto flechazo con él y en estos momentos prefería que él estuviera cerca de mi hija y no su posible medio hermano. 

— ¿Y Esther? — pregunté 

— ¡Esther… Esther! — notaba a Amber algo nerviosa — Ella debe estar en su casa, regresamos antes de tiempo y se fue directo para dentro… 

— No vi a Esther contigo — comentó Dylan

— Tú no sabes nada, ella y yo pasamos la tarde juntas… — no si eran fantasías mías, pero tenía el presentimiento que Amber me estaba mintiendo.




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