Pequeña Mía

Capítulo #5 Llévatela

—Las cosas tienen que cambiar, más ocupaciones, fíjate que tu papá nos alcanzará para irnos por una semana a Australia, ésta noche abandona San Adrián —dice, moviéndose hacia mí, pero no la dejo tocarme.

—No te preocupes si viniste a convencerme, yo obedezco señora —le digo sin mirarle.

La escucho suspirar y sé que no sabe que más decir.

—¿Qué te hace falta? Es como si no fueras feliz, hay personas que pagarían por ser hijos de tu padre, lo tienes todo, tienes a tus padres, ejerces tu carrera...

—Ya —exclamo para que se detenga. —. El problema es que soy muy diferente a ustedes, el dinero no me hace feliz, corazón y billetes no se llevan de la mano, no se le puede dar más prioridad que eso se vuelve ambición, haber mamá, la última vez que tuvimos una conversación íntima fue a mis quince años, cuando me gustaba Geraldo, papá siempre fue ambicioso pero esperaba que tu no cambiaras, que siguieras siendo mi mejor amiga, pero de estar conmigo pasaste a estar con gente fina, señoras lengua largas y estar metida en fiestas de negocios, apoyando a tu esposo y tu hija refugiada en los estudios —debo admitir que ha sido un desahogo decir todo eso para mí.

Ella se queda callada, no dice nada porque cada palabra es verdad, no puede defenderse, porque todo está más que claro.

—Me sirvió, soy mega inteligente —sonrío sarcástica. —. Lo siento, pero ahora tengo veinte casi veintiuno, soy toda una mujer y no me puedes moldear, por no decir recuperar, bueno si es que son tus intenciones y no ilusiones mías —giro de lado dándole la espalda.

—A pesar de todo yo sé que sabes que te amamos —dice antes de marcharse.

Cuando escucho la puerta cerrarse me echo a llorar en silencio, de todos modos duele, y no es algo evitable. El zumbido de mi celular me hace sobresaltar, tomo la llamada con la esperanza de poder desahogarme con Mary.

—Mary... —susurro sorbiendo mi nariz.

—Carmen —la voz de Hugo suena sorprendida.

Llevo una mano a mis labios sorprendida, limpio mis mejillas rápidamente para volver a hablar.

—Otra vez tuviste suerte de que tomara la llamada sin mirar —digo sonriendo.

—Soy un afortunado, ¿estás bien?

—Sí —contesto más rápido de la cuenta.

—¿Segura? —inquiere inseguro. —. Disculpa si llamé en un mal momento, pero pequeña no me hagas eso, si te pasa algo cuenta conmigo.

—No pasa nada, por cierto no estaré en la ciudad, nos vemos —digo con intenciones de colgar.

—Mucho misterio pero está bien, cara a cara no me podrás ocultar nada, chao.

Suspiro dejando el celular a un lado, siento como si estuviera alejando lo único bonito en mi vida, pero no estoy lista para hablar de eso con él, mucho menos por teléfono.

[...]

Volar junto a la persona con la que estás enojada no es nada lindo, no es maduro de mi parte pero no lo puedo evitar, no quiero nada de ella, estoy segura de que acercamiento es por algo o pasajero.

Cuando llegamos a la suite donde nos espera mi padre quien se nos adelantó, los dejó poniéndose al día y me voy a dar un baño en la piscina, con este clima tropical, entiendo que haya tanta gente metida en la piscina, desgraciadamente estoy sola, pero eso no me impide refrescarme.

Observo a los demás que están dentro de la piscina divertirse y empiezo a sentir que Hugo me hace falta, éste siempre logra sacarme una sonrisa,m aunque actúe como un arrogante chico malo.

Salgo de la piscina en un buen rato al aburrirme, decido regresar pero a medio camino me topo con Manuel, no me sorprende, como siempre, nunca se toman la molestia en decirme si alguien nos acompañara.

—Car, pero que hermosa estás —dice, paseando su mirada por todo mi cuerpo. —. Ése bikini te queda muy bien.

Junto el cubridor de mi bikini cubriendo de la vista que él disfruta.

—A mí no me piropees Manuel, no te he dado ese derecho —aclaro cruzándome de brazos.

—¿Todavía me odias?—arquea una ceja.

Suelto una leve carcajada negando con la cabeza.

—Por favor Manuel, entiende que ni mi odio te mereces, porque no te mereces ni lo malo de mí —digo entre dientes, mirándolo con enojo. —. Con permiso —avanzo para pasarle por el lado, pero el me toma de la muñeca.

Me suelta inmediatamente de su agarre con brusquedad.

—No se cuantas veces te lo voy a repetir, mantén tus sucias manos lejos de mí —acerco mi rostro al suyo. —. Entiende de una buena vez que tú —lo señalo con mi dedo índice. —. Jamás me vas a tener, y no, no es por el hecho de que hayas arruinado mi amor platónico hecho realidad con Geraldo, tenía quince años, eso quedó en el pasado, ahora tengo veinte, soy toda una mujer y sé lo que quiero, y eso, no eres tú —aclaro con frialdad antes de darle la espalda y marcharme de allí.

Si supiera cuánto lo detesto ni se atrevería a mirarme, nunca lo soporté, no sé que se le hace que ahora me agrade.

—Inepto —murmuro molesta, me encuentro con mis padres en la puerta del hotel, quienes vienen saliendo.

—¿Te gustó? —pregunta mi padre.

—¿A quién no? Pero las malas vibras lo arruinan —escupo mirando a ambos de mala manera.

—Deja...

—No, no te preocupes papá, que aquí lo único que importa son ustedes, pero les advierto una cosa sino mantienen al baboso de Manuel lejos de mí no respondo —advierto severa, les paso por el lado dejándolos con la palabra en la boca.

Cuando estoy en la habitación que ocupo, me doy una ducha y me cambio para la noche, sabía yo que éste viaje era de negocios y no unas supuestas vacaciones en familia, si fuese eso, no tendría que estar soportando al imbécil de Manuel, sólo verlo me da rabia, imagínense que lo tenga cerca.

Además de creerse la gran cosa es un vividor, es guapo y todo, pero lo que tiene de guapo le falta de hombre de verdad.

—¡OF! —exclamo molesta al verlo en mi puerta. —. ¿En qué lengua tengo que hablarte Manuel? ¿Mandarín? ¿Chino?

Bufa, apoya un brazo al marco de la puerta, y me sonríe coquetamente, sus ojos son de un azul oscuro, tiene la nariz perfilada y unos labios hermosos, pero a mi sólo me gustan los labios de color morado de mi morenazo.




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