Por más que quisiera pensar lo mejor de mi padre, no puedo, simplemente no puedo, siento que por algún motivo está así, algo quiere de mí, no me culpo porque perdí la confianza en ambos, y no es que hicieran gran cosa para recuperarla. Sólo espero que resuelvan pronto el lío que hay con la empresa, prefiero que estén metidos en la empresa a que estén tristes en casa, por aquello que han logrado con mucho esfuerzo.
Debo admitir que fue un gesto muy bonito de su parte tomarse el tiempo de ir a verme dando la clase, dijo que lo hice bien, espero ver ese bien en mis calificaciones y que no lo haya dicho por ser mi padre.
Siento a alguien posarse detrás de mí y darme un beso en el cuello, giro sobre mi asiento confundida, si es Manuel, lo saco a patadas.
—¡Hugo! Por Dios, ¿Cómo entraste? ¿Qué haces aquí? Mis padres no pueden verte —farfullo asustada, me paro para asechar por la ventana pero el me toma de la muñeca y me pega a su cuerpo.
—No me aguante las ganas de verte —me besa, literalmente me come los labios a besos.
—Hugo, espérate, esto no está bien, no puedes estar aquí —le reprocho asustada. Me alejo para mirar por la ventana, los hombres que cuidan la casa están tranquilos, ahora mismo quisiera que sólo estuviera mi chófer como antes.
Siento sus brazos rodear mi cintura y me aleja de la ventana.
—Tranquila, me las arreglé, no me vieron, te tengo una sorpresa, anda ven conmigo —me dice emocionado y desesperado.
—¿A dónde? —pregunto mirándolo confundida.
—Hazme caso, es una sorpresa —insiste, —. No pongas esa cara, todo estará.
—Estás loco Hugo, te has metido en la boca del lobo —lo señalo en advertencia.
—Por ti voy más allá —me acerca para besarme.
—Espera, me voy a cambiar —me suelto de su agarre a mí para alejarme.
—Vale, pero no te tardes —me pide desesperado, no entiendo su actitud, me sorprende con su aparición en mi casa y resuelta que me quiere llevar a un lugar, ¿Qué se trae?
Tomo una percha con ropa y me meto al baño, una falda negra y una camisa azul marina amarrada a la cintura es lo que tomé, me visto y recojo mi cabello en una coleta media alta dejando flequillos en frente, y salgo del baño.
—Listo.
—Felicidades —dice mostrándome mi examen.
—Quería un diez —confieso, avanzo y le quito la hoja.
—Pero sólo es un punto preciosa —toca mi barbilla fugazmente.
—A ver si me regalan ese punto por haber dado la clase bien —niega riendo con la cabeza. —. Lo sé, me presiono demasiado.
—Vamos que no hay tiempo que perder —me toma de la mano.
—Sí sí —no protesto y dejo que me arrastre detrás de él.
Salimos por la parte trasera y allí estaba su auto.
—No me dirás a donde vamos —insisto.
—Confía en mí.
Decido hacerle caso y dejo que me lleve a donde sea que se le haya ocurrido. Quiero disfrutar lo que sea que haya preparado para ambos, para ser novios recientes, nos vemos muy pocas veces pero ambos lo tomamos con calma, comprendemos que debo estudiar y que él debe trabajar.
Cuando llegamos, por segunda vez me sorprende en el día, me trajo al mar y parece que no sólo me trajo a verlo.
—No Hugo, estás loco si crees que me voy a subir contigo, me gusta el mar pero no estar sobre ella, aquí me quedo —alzo las dos manos en mi defensa.
—Yo no te traje para ver solamente, será divertido y estarás conmigo —me inclina su mano. —. ¿Confías en mí?
—Sí, pero, nunca he hecho eso Hugo, y me da pánico, podemos perdernos en el mar sin saber como regresar —farfullo haciendo ademán con las manos.
—A mí no me importa perderme contigo —me extiende más su mano.
Acerco mi mano y la junto con la suya, me recibe con una sonrisa y avanzamos hacia el barco.
“Ilda García”
—¿Quién es?—le pregunto al leer el nombre en el barco.
—Mi madre, su primer paseo de casados —se sube, y me ayuda a hacerlo, desde adentro suelta las cuerdas y los nervios me entran.
—Suena interesante —comento mirando alrededor ansiosa.
Regresa a mí y me toma de las manos.
—Relájate preciosa, estás conmigo, por tu amor al mar vas a superar ese miedo y te vas a divertir ¿Sí? Pero también podemos dejarlo...
Llevo mis brazos a sus hombros.
—Hugo, a mí no me importa donde estoy mientras sea consigo, pero sólo espero regresar viva —digo entre risas, acariciando detrás de su cabeza.
—No hay tiburones —me dice rodeando mi cintura con sus brazos.
—Eso no te lo creo —me pongo de puntillas para alcanzar sus labios.
Mediante nuestro paseo, Manuel me viene a la mente, no se ha vuelto aparecer en mi camino, eso es muy sospecho porque no es de quedarse quieto hasta no conseguir lo que quiere, por otro lado está la crisis en la que está la empresa de mis padres, pero todos esos pensamientos se esfuman con los brazos de Hugo alrededor de mí, mientras miro embobada el mar, valió la pena el riesgo, esto es hermoso.
[...]
Hoy es el día del juicio de mi padre, lunes, pero no es novedad el hecho de que yo esté aquí en la universidad en vez de estar viendo como van las cosas y quien sabe, de paso apoyar.
—Carmen está bien callada, pero no deja de ver su celular —comenta una de las chicas de mi grupo. —. ¿Qué pasa con el morenazo?
No han dejado de preguntar desde la última vez que nos vieron juntos, pero no me preocupo, con ellas sé que la noticia no viajará.
—Ten cuidado Car, no vaya a ser que sólo esté jugando contigo.
—Claro que no —respondo rápidamente.
—No estés tan segura, él es todo un hombre y puede estar viéndote la cara —me dice con tanta seriedad que me asusta, pero yo confío en Hugo. —. No te confíes, los hombres son de pura palabra —hace un gesto de “bla bla” con la mano.
Miro mi celular algo afectada por el comentario de mi compañera.
Hugo: Discúlpame pequeña, se me presentó un imprevisto, podemos vernos mañana.
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Editado: 19.11.2024