Pequeña Mía

Capítulo #11 ¿Estabas celosa?

Me volteo para verlo, aunque me siento como una niña haciendo berrinche, no me guardo nada y le grito todo el coraje que siento.

—¿¡Era eso tu imprevisto!? ¡Una mujer! ¿Soy la segunda? —Grito, sintiendo mis ojos picar.

Ambos, tanto él como ella me miran estupefactos, como si fuera una extraterrestre.

—¿¡QUÉ!? ¿Es eso lo muy importante para dejarme de lado? —pregunto con más furia que el principio. —. ¿Es ella tu ex? —pregunto acercándome a él, quiero pegarle, pero prefiero quedarme con sólo haberle roto el vidrio a su auto.

—Soy su hermana —la voz de la mujer es suave, y gentil.

“Soy su hermana”

Eso resuena en mi cabeza y una vergüenza inmensa me invade, miro a Hugo apenada, deseando que la tierra me trague por unas horas ahora mismo. Chillo de la vergüenza y dejo caer mi cabeza sobre el pecho de Hugo, muy atrevida de mi parte después de lo que hice.

—Lo siento —murmuro. —. Que no me vea.

Dios, ¿Así debía conocer a mi cuñada?

—Lo estoy haciendo —aclara, su voz es tan suave y firme a la vez, igual que su hermano, pero físicamente no se parecen en nada.

Alejo mi cabeza del pecho de Hugo, y miro a su hermana apenada, muerta de la vergüenza.

—Lo siento —me disculpo.

—Eso no arregla eso —señala el auto. —. Pero por mí no te preocupes, tengo una cita medica, nos vemos more —se despide brevemente y se va.

Al su hermana marcharse la tensión reina entre nosotros, su silencio me mata y la pena me embarga.

—Hugo, cariño...

—¿Estabas celosa? —pregunta, muy serio.

—Yo sé que debes estar molesto pero lo siento, no me apenes más, discutamos en privado —pido, mirando alrededor, cuando estaba dispuesta a arruinar su auto, ni me importó eso.

—Te hice una pregunta Carmen, ¿Hiciste eso por celos? —pregunta, relajado, no se ve ni siquiera consternado.

Miro mis uñas nerviosa.

—¿Qué querías que hiciera? Me dijiste que tenías un imprevisto, iba para la empresa y de casualidad te vi, estabas con ella y no pude aguantar mi rabia, pensé que me habías visto la cara, además...

—Además ¿Qué? —sigue serio, y eso me preocupa.

—Además, mis compañeras estaban haciendo unos comentarios que me pusieron a pensar —explico jugando con mis uñas, agachando la cabeza de la pena.

Levanto la mirada pero él sigue serio, mi pequeño corazón se encoge del miedo a que esté enojado conmigo.

—No me veas así —pido.

—Entonces estabas celosa —afirma, mirándome con una sonrisa pícara.

¿No está enojado? ¡Le acabo de arruinar el auto!

—¿Puedo negarlo con lo que acabo de hacer?

Me atrae a su cuerpo rodeando mi cintura, ¿Qué está haciendo?

—Dime, ¿Qué debo hacer para demostrarte lo serio que es esto? Que en serio te quiero, dime, lo que sea, sólo pídelo —me dice, mirándome fijamente a los ojos.

—Yo...

—Debe haber algo, ya te dije, sólo pídelo.

Pienso y pienso, pero en mi cabeza sólo está lo bueno que está siendo él conmigo aún después de haber arruinado su auto.

—¿Mis padres? —digo, arqueando una ceja dudosa.

—Deja que organice mi agenda y saco un tiempo para eso, sólo dime el día que ambos estén en casa —me dice con determinación.

Lo miro sin poder creer que haya aceptado sin siquiera titubear, en serio está dispuesto a hacer eso, porque no lo puedo creer.

—¿Y? ¿Es una de tus respuestas engañosas y debo hacer algo más grandioso? —pregunta indignado.

Niego con la cabeza, sigo mirándolo sin poder creer que éste hombre sea real y que sus intenciones sean tan limpias en realidad.

—Lamento lo de tu auto, perdón —digo sintiendo mis ojos aguarse, estoy siendo tan injusta con él, me ha demostrado ser un gran hombre, y no esos que sólo quieren sexo.

—Oye —toma mi rostro entre sus manos. —. No te pongas así, está bien, a mí me gusta la idea de que estés celosa..

Lo miro frunciendo el ceño, quito unos mechones de mi frente y limpio debajo de mis ojos.

—¿No estás molesto? —pregunto.

—No, tranquila.

—Déjame llevarlo al taller —pido. —. En serio no era mi intención, aunque si me hubieras dicho que ibas a ver a tu hermana nada de eso iba a pasar —le reprocho.

—Fue una sorpresa, no te preocupes por el auto.

Niego rotundamente.

—No, necesito tener la conciencia limpia —pido.

—Luego veo como te hago pagar esto —une su boca a la mía y me besa suavemente los labios, de esos besos lentos que no quieres que acabe. —. Ahora, luego que lleve el auto al taller te vienes conmigo —propone, sin dejar de besarme.

—¿Me vas a ayudar con la tarea? —pregunto, alejando mi boca de la suya.

—¿Tarea? ¿Y tú crees que podamos hacer tarea? Porque yo lo veo imposible —intenta volver a besarme pero no lo dejo.

—Estamos en la calle —le digo apenada.

—Bien dama, vamos, pero no digas que no te lo advertí —me advierte con una sonrisa pícara, me toma de la mano y me lleva hacia el auto.

De sólo ver el auto me apeno nuevamente, que tonta fui. Recojo mi mochila del suelo y lo llevo a mi hombro.

—No está tan mal —comenta, se suelta de mi mano y abre la puerta del auto para quitar los trozos de vidrio que están sobre el asiento copiloto.

—¿Cómo es que sigues siendo tan lindo conmigo? Mira nada más, hasta me siento tóxica —digo acercándome.

—No te acerques —me pide, alzando su palma. Limpia el asiento y luego vuelve su mirada a mí. —. No entiendo porque lo dices, eres mi novia, y estoy seguro que a mi lado vas a madurar —me guiña un ojo.

—Ni te creas —rodeo el auto para subirme. —. Soy madura, pero no esperes que actúe como tal si te veo con una mujer, soy algo impulsiva a veces —lanzo mi mochila al asiento trasero.

—No te preocupes, dicen que Dios nunca une dos personas iguales, y yo soy muy tranquilo.

—Fanfarrón —le pellizco el brazo y él chilla como un niño.

Al llegar al taller que sinceramente no entendía nada ya que se supone que arreglaban autos, no que ponían vidrios, pero entendí todo al ver que tenían el combo completo, hay una área de reparación, una de venta y otra de piezas viejas, el proceso no fue tan largo, el dueño es amigo de mi novio, por lo que supongo que le hicieron un descuento.




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