Pequeña Mía

Capítulo #12 ¿Tienes miedo?

—Pequeña, aunque no te hagas ver, por tus padres eres una figura pública, y no quiero que salgan rumores, no antes de que hable con tus —pasa su brazo por mi espalda y empezamos a avanzar hacia su departamento. —. Y creo que solos nos divertiremos más que metidos en medio de gente sudada y eso.

—Mira nada más, si eres serio, pues yo voy a ser la salta montes de la relación —me aferro a su brazo.

—No te preocupes por eso, cuando se quiere como te quiero todo se puede, de hecho hasta hay un versículo en la biblia que lo dice: el amor todo lo puedo, todo lo espera y todo lo soporta.

—Ay. Hasta creyente me saliste —me le cruzo en frente para mirarlo.—¿Qué te traes bombón? —pregunto mirándolo sospechosa.

—No, pero sí sé que Dios es la fuente del amor, y del hecho de que tú y yo estemos aquí —sostiene mi rostro entre sus manos y me besa.

Llevo mis manos a su su cuello, y le correspondo el beso con la misma intensidad, a pasos lentos mi espalda termina contra una pared, sus dedos se aprietan contra mi cintura y gimo en su boca, paseo mis manos por todo su cabello sintiendo mis emociones encontrarse, mi pulso se acelera y siento que el corazón se quiere salir de mi pecho.

Mis piernas poco a poco me dejan de funcionar, es como si se volvieran de goma y no pudiera mantenerme de pie. ¿Tanto poder tenía un beso?

Jadeo dentro de su boca, mi cuerpo por sí solo se impulsa hacia el suyo queriendo sentirlo más.

—Hugo —reprimo un gemido, no me deja alejarme y ataca mis labios con más necesidad.

El chillido de una puerta abriéndose no logra romper nuestra conexión, es como si todo alrededor no existiera.

—Señor García...

Hugo se aleja despacio de mis labios, gira a mirar hacia la puerta, yo me pego a su cuerpo sin querer mirar hacia quien sea que esté ahí. Rodea mi cintura y avanza conmigo hacia el hombre.

—Hola Miguel —saluda Hugo, muy tranquilo.

—Hola señor, bienvenido.

—Te presento a mi novia —me despega de su cuerpo para que me muestre ante el vigilante del edificio.

—Carmen —le extiendo mi mano y él me recibe con un ligero apretón.

—Un placer —me dice con una gran sonrisa.

Nos despedimos de él, y entramos al edificio para tomar el ascensor e ir a su departamento.

—Que pena con el vigilante —digo enterrando mi cabeza en su pecho. —. He metido las patas dos veces hoy, conozco a tu hermana en un ataque de celos, y ahora esto.

Hugo abre la puerta y me deja pasar primero, quedo impresionada con lo hermoso que está su departamento, las cortinas son de un color amarillo, todo está organizado, hay un piano cerca de los cristales, mis piernas se dirigen hacia allá inconscientemente.

—Wow, ¿Tocas el piano? —giro para mirarlo y me lo encuentro en la puerta, con la mirada fija en mí. —. ¿Qué?

—Es que me gusta ver como actúas tan angelicalmente, como la pequeña que eres, me gusta todo de ti —dice mientras avanza hacia mí.

—¿Tocas? —pregunto, paseando mi dedo sobre el piano.

Deja sus llaves sobre la mesita de noche junto con su reloj, y termina de llegar a mí.

—Algo —menea la cabeza de lado y me acorrala contra el piano. -. Lindo sería poder pasar mis noches contigo que eres mi melodía favorita.

—Te puedo conceder ese deseo algún día si tocas algo para mí —inclino mi mano a su cabeza para tocar su cabello.

—Como si pudiera negarte algo —me da un casto beso.

Me alejo y él se sienta para empezar a tocar. Empieza a tocar hábilmente y cuestión de unos minutos capto la canción y la empiezo a cantar.

—Titanic, que cursi —comento, meneando la cabeza por la melodía.

Mientras lo escucho tocar empiezo a ver su departamento, para ser arquitecto, opino que debería tener su propia casa, me encuentro con varias fotos familiares en las que está aquella chica del restaurante, es una rubia hermosa, el único diferente es mi novio, aunque es extraño, es lindo, además se parece mucho al hombre que abraza a la que supongo que es su mamá. Se ven tan felices y unidos, eso sólo me hace recordar a mi familia, mi hermano por su lado y yo siendo la niña de mamá y papá.

Regreso hacia Hugo, y apoyo una mano a su hombro.

—Mira nada más, me conseguí un pianista, que barbara soy, aparte de arquitecto y empresario, pianista, cualquiera que te ve, un hombre común y corriente —se detiene y gira a mirarme.

—Mi madre era pianista, y bueno sabes como son algunos padres que meten a sus hijos en lo que les gusta, y pues al estar rodeado de eso, me fue encariñando con ello.

—Mmm, mira que cosa —me alejo y avanzo al sofá. —. Eres una caja llena de sorpresas, bombón —digo dejándome caer sobre el sofá.

Viene hacia mí, y se sienta frente a mí.

—Ves que se te quedó el apodo, aunque bueno, sí soy un bombón —dice acercándose a mi rostro.

Golpeo suavemente su cabeza riéndome.

—Estamos a mano, yo soy tu pequeña, y tu eres mi bombón —me lanzo a sus brazos a besarlo, rodeo su cintura con mis piernas y él posa sus manos en las mías. —. Aveces me pregunto que tienen tus labios, que me gustan tanto, tienen la magia de derretir mi pequeño corazón y crear una bomba nuclear de emociones.

—Te dije que estudiar no se iba a poder —aparta mechones de mi cuello. —. A parte, dejaste la mochila en el auto —besa mi hombro.

—Ya no sé si quiero estudiar —beso su barbilla para hacer una línea de besos hasta llegar a sus labios.

Desnuda mis hombros quitándome la chaqueta, aleja su boca de la mía y posa sus labios sobre mi piel, enviando pequeñas corrientes eléctricas a mi cuerpo.

—Yo creo que es mejor estudiar, digo, si de verdad quieres irte de aquí en algún momento —deja de besar mis hombros y me mira a los ojos.

—¿Qué? ¿Tienes miedo? —le pregunto divertida.

—La que debería tenerlo, eres tú —toca mi barbilla.

—¿Por qué? —pregunto, inclinando mi rostro hacia el suyo.
Desciende lentamente su mano de mis hombros hasta mi vientre, cuando su mano pasó por mi ceno derecho mi vientre se apretó inconscientemente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.