Con mi mochila colgada del hombro bajo las escaleras corriendo ya que voy tarde, gracias al tramposo de mi novio, Antony se dio cuenta de que Mary está en la casa de sus padres y ahora para allí, pero ella no ha decidido verlo.
—Hija —volteo a ver a mi padre en el pasillo cerca de su despacho.
Frunzo el ceño con extrañeza, es rarísimo que él esté en casa a estas horas.
—Dime papá —en vez de terminar de bajar, subo.
—Sólo son unos minutos, ¿Tienes novio? —me pregunta sin rodeos.
—No, ¿Por qué?
—Pensé que estabas saliendo con Manuel, pero bueno, me alegra que estés solamente enfocada en tus estudios —me dice con una sonrisa, pero en sus ojos no hay felicidad. —. Disculpa, es que ustedes siempre se han llevado tan bien.
—Papá, no será que los problemas de la empresa te están afectando.
—No, pequeña, ve con Dios —hace un breve ademan con las manos.
Me voy un poco aturdida, ¿Qué ideas le habrá metido mi madre en la cabeza? O tal vez fue el loco de Manuel.
No le he dicho nada a Mary, y a ella casi no le puedo ocultar nada, si nos vemos menos, me conviene más, con su embarazo me la paso de la universidad a su casa. Y es justo la rutina que repito hoy.
Me gusta estar con ella, cuidarla, aunque eso me quite tiempo junto a mi novio, no me importa. Hugo ayer me propuso una cita, ésta es muy especial me dejó dicho, por tal hecho es que me estoy apurando, quiero tener tiempo a elegir mi ropa.
—Hey, hola preciosa.
Me detengo de golpe al él cruzarse en mi camino.
—A ver Manuel, me puedes explicar, ¿Qué demonios le dijiste a mi papá?
—Yo —se señala haciéndose el inocente. —. Nada. Y no les mostré las fotos, sabes que te quiero y no te haría daño.
—Bien, ahora déjame en paz —me toma del brazo antes de poder alejarme.
—Ey, detente, dime una cosa, ¿Amas a tus padres? ¿Valoras todo lo que ellos han logrado?
—Claro que lo hago —me suelto bruscamente de su agarre. —. Ellos me han dado todo, y no son como muchos que han hecho cosas malas para lograr el éxito, lo que fácil viene, fácil se va, de eso no me puedo quejar de mis padres, son personas luchadoras.
—Ves —dice sonriendo. —. Mira, para que te vayas acostumbrando a mi presencia quiero que sepas que yo tengo el treinta por siento de las acciones de la empresa de tus papás, y con ése treinta por ciento puedo destruirla si me da la gana.
—¿De qué rayos estás hablando? —pregunto atónita.
—Lo que escuchaste, ¿Cómo crees que tu padre iba a salir adelante con lo que pasó? Es obvio que necesitaría de un socio dispuesto a arriesgar una inversión muy alta, y ese fui yo, le dije que no le pediría nada a cambio mientras tú te portes bien conmigo.
—¿¡QUÉ¡? Pero si ya tienes el treinta por ciento de la empresa, ¿Qué más ibas a pedir a cambio? —exploto.
—El treinta por ciento no vale todo lo que invertí, la cosa es que ya firmamos el contrato, ¿Y qué crees? Tú papá si te quiere, muchísimo por cierto, quiere que sea después de que cumplas tu sueño de ser doctora, cree que tú y yo tenemos algo, y pues le dije que cuando nos casemos anularemos el contrato, no me deberá nada...
—¡Maldito desgraciado! —grito lanzándome hacia él para pegarle, pero me esquiva.
—Ey, tranquila mi amor, sólo quise ayudar a tus padres, sabes que te quiero mucho, pero siempre me has tratado como lo peor —se defiende, es el colmo el descaro de ése tipo.
—¡Por que eres de lo peor! Y te juro por lo que más quiero que si te atreves a arruinar a mi familia, voy hacer que lo pagues de la peor manera —grito en cólera, la rabia me invade, la sangre se sube a mi cabeza y quisiera hacerle de todo menos algo bueno.
—Eso dependerá de ti, Car —me dice inclinando su rostro al mío.
Avanzo hacia él enfrentándolo, sin agachar la cabeza.
—Viste como me puse contigo cuando jugaste con mi amiga, no quieres imaginarte lo que pasará si te metes con mi familia, Manuel, no tienes ni idea de con quién te estás metiendo —le digo entre dientes, con una rabia que no me cabe en el interior.
—¿No que los odias?
Estampo mi palma contra su mejilla. —Tú no sabes absolutamente nada de mí, tal vez tú no sepas el amor de familia, pero yo sí y aunque a veces los deteste, ellos me han dado todo y me han consentido como una niña pequeña, no como tú que pareces alguien con falta de amor —escupo cada palabra cerca de su rostro.
Me toma de los brazos con fuerza y me sacude.
—¿Qué? ¿Me vas a pegar? Eres un poco hombre que tiene que rebajarse a tanto para tener a una mujer, y a mí —me suelto de su agarre. —. Ni en sueños me vas a tener. Me alegra muchísimo no haberte dado la oportunidad, no sé como es que en algún momento fui tu amiga.
—Estoy salvando la empresa de tus padres —me reprocha.
—¡Chantajeándome! —grito empujándolo. —. Sabes que no voy a permitir que le arrebates algo que mi padre construyó con tanto trabajo, tanto empeño, porque estuviste a mi lado las veces en las que él no estaba, como una tonta te contaba que a pesar de llegar cansado y tarde, se tomaba el tiempo de leerme cuentos —sin poder evitarlo, empiezo a llorar. —. Sabes que ellos son mi punto débil, ya que acostumbro a que la gente me abandone.
—Carmen yo siempre te quise, pero te hiciste la ciega, y ni el sacrificio que hice valoras.
Me queda más que claro que está enfermo, sabrá Dios si al país que fue no estuvo drogándose.
—Nunca he odiado a alguien, tú eres el primero, y no, no te preocupes, ya sabes mi decisión, pero quiero que sepas también que te voy a devolver la moneda más caliente de la que me diste a mí.
Me doy la vuelta y me voy apurada, entre lagrimas llego a mi casa, por eso mi papá me pregunto si tenía novio, Manuel supo aprovechar muy bien la situación, nada de esto hubiese pasado si aún fuéramos la familia unida, ellos sabrían que tengo novio y las cosas hubiesen sido diferentes.
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Editado: 03.12.2024