Pequeño Jeremy

Prólogo

Calliope George

24/Feb

 

—Hola...

Una voz masculina resonó por sobre la música, llamando mi atención, pero al alzar la mirada la fijé en mamá y mis sobrinos, notando que los tres veían un punto tras mi espalda, manteniendo amables sonrisas en sus rostros; por lo que me giré en aquel asiento, y me sorprendí de encontrarme a aquel apuesto hombre de ojos esmeraldas.

—Calliope, ¿cierto? —me preguntó, mientras se acercaba un poco más a la mesa en la que nos encontrábamos mi familia y yo. —. No nos hemos presentado adecuadamente, soy Marco Blair, amigo del novio de tu amiga. —me extendió su mano.

La observé unos segundos, antes de tomarla y estrecharla, mientras mis ojos viajaban en derredor de aquella recepción en donde nos encontrábamos celebrando el cumpleaños de mi mejor amiga, Samantha Davis; y la verdad, era que la estaba buscando, debido a la sospecha de que ella tenía algo que ver.

Quizás creía que de aquella forma dejaría de molestarme el hecho de que decidiera quedarse con un patán, en lugar marcharse junto a mi ahijada. Y ahora, ahí se encontraba frente a mí el amigo de aquel tipo, otro niño rico y mimado que seguramente era igual de idiota que Allan Wesley.

—¿Te gustaría bailar? Bueno, si la bella dama que está contigo me otorga su permiso. —su voz llamó mi atención nuevamente.

Fruncí ligeramente el ceño, viéndolo con desconfianza. ¿Cuáles eran las intenciones de aquel tipo? No me agradaban los extraños, mucho menos aquellos que no eran de mi entorno; ya que solo bastaba verlo con aquel bonito y costoso traje semiformal que llevaba puesto para saber que nunca encajaríamos.

Volteé hacia mamá, y noté la sonrisa enternecida que tenía en su rostro, parecía emocionada con lo que ocurría. Un hombre pidiéndole permiso para sacar a bailar a su hija de veintitrés años, todo un circo.

“—Solo será un baile, y nada más”

Aquella fue mi respuesta, y por ese motivo, no lograba comprender cómo había terminado dándole cuatro años de mi vida. Años en los que ambos nos volvimos muy buenos amigos y cómplices, inseparables.

Sentía que la vida me había premiado al poner a Marco Blair en mi camino; era un atractivo hombre de treinta y dos años, caballeroso, atento, tierno, pervertido, talentoso y muy exitoso, aunque era lo último lo que más me había intimidado al momento de decidir salir con él, temía no encajar en su mundo, por pertenecer al centro de la ciudad, y a una familia de migrantes que llegó al país buscando un mejor futuro, cuando era un bebé. Y, aunque fingía que no me importaba lo que pensaran los demás, sí me asustaba que me tomaran por una interesada, cuando en realidad no me importaba su dinero.

Pero todo aquello fue lo de menos, y así como yo no renegaba de su origen lleno de privilegios que bien pudieron volverlo un niño mimado, él no renegaba del mío, que me volvió un tanto desconfiada y testaruda. Y nos acoplamos de la mejor manera, teniendo muy en claro que queríamos disfrutar nuestra juventud sin tener más responsabilidad que la que representaba el trabajo; yo como agente de bienes raíces, y él, como uno de los mejores pediatras del país, junto a su amigo Michael.

En fin, nuestra vida era prácticamente perfecta, aún después de que termináramos y estuviésemos separados durante un mes, luego de que me comentara sus planes de marcharse del país para ir a realizar unos estudios en los confines de África, un lugar tan alejado de la ciudad y la tecnología, que solo podría obtener el beneficio de una llamada al mes, y por treinta minutos. ¡Ni siquiera los reclusos tenían tanto castigo!

Aquel era su sueño, uno que yo no compartía, y por eso vi bien terminar lo nuestro para que no frenara sus planes.

Terminamos, y lo evité a toda costa durante un mes.

Pero luego lo eché tanto de menos, que no pude resistirme y terminé yendo a su trabajo en el hospital a dedicarle una serenata con mariachis, y así invitarlo a hablar sobre lo nuestro mientras comíamos unos deliciosos tacos, siendo consciente de que él adoraba todo de mi cultura, aunque esta en mí ya estaba casi extinta, por el lugar en que me crié.

Me pidió mudarme a su apartamento, lo cual era una decisión muy difícil, debido a que meses atrás él se había mudado de ciudad, luego de ser transferido a otro hospital, lo que significaba que estaría lejos de mamá, e incluso de Samantha y Sahara. Pero, a pesar de todo, decidí aceptar para estar con él, y hacerlo feliz, prometiendo que lo esperaría todo el tiempo que fuese necesario, porque de verdad lo quería.

Mudarme con él fue el paso más serio que di en mi vida entera, y por suerte, mi estilo de vida siguió siendo el mismo que cuando estaba en el centro, siendo lo único que me importaba el que llegase el fin de semana para salir a divertirme y botar el estrés del trabajo, y lo mejor de todo, era que ahora podía hacerlo junto a él, lo que era muy divertido, y alocado.

África, él se marcharía por ocho meses, hablaríamos una vez al mes, por treinta minutos. Intentaba no pensarlo de más, creyendo fielmente en que al final lo resolveríamos. Después de todo, ¿qué podía pasar en ocho meses?



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En el texto hay: chick lit, bebe inesperado, drama amistad romance

Editado: 15.08.2021

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