Pequeño Jeremy

Capítulo 4

Llega un momento en tu vida en que sientes que el mundo deja de girar por cuestión de segundos; y puedes escuchar incluso los latidos de tu corazón y sentirlos en la garganta mientras el pánico cala hasta lo más profundo de tus entrañas.

Eso fue exactamente lo que sentí en el instante en que comprendí que no se trataba de una broma para las redes sociales, realmente habían dejado un bebé frente a la puerta. 

Un bebé indefenso, abandonado en altas horas de la noche.

No sabía qué debía hacer; la idea de tomarlo e ir a recepción en busca de la persona que lo dejó se cruzó por mi cabeza, pero para ese instante, contando el tiempo que me tardé en abrir la puerta, lo más seguro era que ya se había marchado.

¡¡Se había marchado!!

¿Qué clase de persona dejaba a un bebé en una puerta y ni siquiera se quedaba a percatarse de que abrieran?

Volví la mirada hacia aquel pequeño, sintiendo como mi pulso se aceleraba, mientras tomaba el asa de la canasta con cuidado de no despertarlo. Mis manos me temblaban, mientras me ponía de pie y caminaba hasta el final del pasillo, solo para confirmar que realmente la persona que lo había abandonado no se encontraba cerca. 

Mordí mi labio inferior, y me volví hacia el apartamento mientras mi mente se inundaba con mil y un pensamientos, y eran tantos que ni yo podía entenderlos. Cerré la puerta y me encaminé hacia la sala de estar para dejar la canasta en el sofá, mientras buscaba mi celular para llamar al señor Marcel, de recepción.

No hay nada en el registro —me respondió. —. No hay visitas anotadas para su número de apartamento.

—Alguien dejó una canasta frente a mi puerta. —le informé, omitiendo el contenido.

Déjeme revisar las grabaciones. —respondió.

Pasaron algunos minutos que se sintieron como horas, mientras permanecía de pie frente al sofá, viendo con una expresión perturbada a aquel bebé.

Lo lamento tanto —dijo de pronto. —. Había un hombre intentando entrar, traía una canasta. Le dije que no podía pasar sin decirme a quién buscaba, creí que se había marchado, y como la recepción se llenó de personas lo perdí de vista. Se coló en las instalaciones, santos cielos, ¿está todo bien ahí?

Mordí mi labio inferior, mientras posaba la mirada en el infante. ¿Un hombre lo había dejado? Aquello se tornaba cada vez más extraño.

—Sí, el contenido no era nada malo. —respondí.

—¿Segura? —inquirió. —. Debe tener cuidado.

—Sí, descuide, lo tendré —respondí, suspirando.

Colgué la llamada, y tomé una fuerte bocanada de aire intentando regular mi pulso, mientras me acercaba a la canasta para sentarme a un costado y así ver con más detenimiento en su interior; cielos, era muy pequeño.

Me preguntaba qué hubiese hecho Sam al respecto, aunque era una pregunta que se respondía sola, ella se quedó a Sahara ilegalmente. Pero yo no era ella, y yo sí sabía qué debía hacer exactamente, y eso era llamar a servicios sociales para reportar lo ocurrido.

Sí, eso era lo mejor. Veía a aquel niño, sintiendo pesar de que hubiese sido abandonado, pero a la vez sabiendo que era una carga que no podría llevar jamás… no podía cuidarlo.

Marqué el número de servicios sociales, e inhalé hondo, esperando a que contestaran, mientras continuaba examinándolo con la mirada, sin enfocarme mucho en sus características que para aquella edad no estaban tan definidas. Y, en aquella expedición, fue que pude notar que había un sobre ubicado a un costado, casi oculto. Fruncí el ceño en confusión mientras estiraba la mano con sumo cuidado para tomarlo sin despertarlo.

Al extender el papel que había en su interior me topé con una carta que no era tan larga, solo tenía un párrafo, por lo que supuse que no encontraría en ella una gran justificación por la que habían abandonado aquel bebé.

“Hola, Soy Jeremy… por ahora solo Jeremy”

Rodé los ojos, al notar que quien quiera que fuese que la escribiera, lo hacía como si fuese aquel pequeño. Me resultaba un tanto tedioso, la verdad.

Nací el treinta de abril, así que estoy por cumplir mi primer mes de vida.

Quizás no lo creas, y esta noticia te llegue de golpe, pero soy tu hijo”.

—¿Qué? ¿Mi hijo? —pregunté, presionando los labios y frunciendo el ceño en confusión. —. ¿Hijo, hijo?

Sentí un terrible bajón, y mis ojos se abrieron tan amplios que parecía que se saldrían de sus orbes ante la conmoción que me produjo el comprender aquellas palabras. Me puse de pie tan súbitamente, que mi teléfono celular cayó sobre la alfombra.

“Aún no estoy registrado, así que puedes elegir mi segundo nombre. Espero puedas llegar a quererme y darme todo el amor y la estabilidad que mi mamá Vanessa no pudo.”

Leía aquellas letras que me parecían escritas de una manera patética, mientras sentía como mi mundo se desmoronaba de apoco, dejándome parada sobre los escombros que representaban todas mis ilusiones. ¿Vanessa? ¿Quién diantres era Vanessa?

Tenía un cúmulo de emociones invadiendo mi ser, y lo peor, era que no sabía cuál de ellas debía sentir a flor de piel; ¿estaba triste, enojada, frustrada, irritada? ¡Ni siquiera sabía identificarlas!

Estaba perdiendo la cabeza, pero no fue hasta que sentí una lágrima rodando por mi mejilla que me obligué a recapacitar.

¡Cielos! No podía creerle a una nota que no contaba ni siquiera con una simple firma. Aquello no podía ser real, Marco no hubiera sido capaz de engañarme.

Sorbí mi nariz, e intenté limpiar mi rostro con el dorso de mi mano. 

—Lo siento pequeño, pero no le creo a esta nota. —dije, doblándola nuevamente.

Escuché una voz, que parecía un susurro lejano, y al buscar de dónde provenía recordé que mi teléfono estaba marcando a servicios sociales. Me apresure a recogerlo, mientras veía aquella canasta con recelo, debido a lo que su contenido significaba para mí, mi relación y nuestro futuro.




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