Pequeño Jeremy

Capítulo 6

27/May

01:30 AM

Estaba con la mirada puesta fijamente en el grifo que goteaba el lavamanos, en tanto permanecía de costado en la bañera, con mi cabeza apoyada en el borde y mi mano sobresaliendo del interior. Perdida en mis pensamientos, sentía que todo a mi alrededor se movía en cámara lenta, en tanto los latidos pausados del corazón me resonaban en los oídos.

Pero apenas llevaba diez minutos ahí, cuando un suave quejido me obligó a volver en mí, y rápidamente bajé la mirada hacia la canastilla que se encontraba en el suelo frente a la bañera, en donde el pequeño descansaba mientras yo lo vigilaba.

—Tranquilo, ya salgo. —dije, con un hilo de voz, mientras me incorporaba hasta quedar sentada.

Había anhelado tanto ese baño de espuma, realmente creí que me haría sentir mejor. Pero la verdad era que nada lo habría logrado en aquel momento. Por lo que, resignada, me vestí con un pijama, y luego salí hacia la habitación de invitados, ya que me negaba a entrar en la que compartía con Marco. Cada vez que lo hacía me lo imaginaba con otra mujer en la cama, y era algo frustrante.

Al terminar de vestirme, volví hacia la sala de estar, y dejé la canastilla en la alfombra para ir a la cocina a prepararle un biberón con la nueva fórmula que conseguí y que, según el dueño de la farmacia que me atendió en línea para el envío a domicilio, le caería bien a su pancita por ser suave para recién nacidos.

Una vez que estuvo listo, volví con él para alimentarlo y me senté en el sofá, lugar en el que había dormido los últimos cuatro días con la canastilla a un costado en el suelo. Tomé a Jeremy y lo acomodé en mi regazo para comenzar a alimentarlo, parecía estar muy hambriento, según leí en internet los bebés comían cada dos o tres horas, y era de aquella forma que lo alimentaba.

—Sabes, no tienes nada que temer —le dije, notando que me veía fijamente a la cara, con mucha curiosidad, mientras bebía su biberón. —, estoy segura que Marco será un gran padre, es muy listo y es pediatra, el mejor pediatra de la ciudad. ¿Sabes lo que significa? Cura bebés, como tú, así que siempre estará cuidando que no te enfermes. —inhalé profundo, al sentir mi voz temblar.

Cielos, aquello era realmente difícil… dolía.

Pero no importaba cuanto el resentimiento quisiera invadirme, no podía siquiera pensar en entregar aquel bebé a servicios sociales, porque tenía miedo de que Marco se tardara en volver, y él entrara en el sistema. ¿Y si aparecía algún familiar de la tal Vanessa y reclamaba su custodia? ¿Qué tal que luego Marco no pudiera recuperarlo, ni verlo?

No era una bruja despiadada, a pesar de todo sí quería que Marco conociera y criara a su hijo. Era lo mínimo que podía hacer luego de traerlo al mundo sin su consentimiento, con una mujer capaz de abandonarlo. Tenía que hacerse cargo y criarlo con mucho amor.

También existía otra manera; podía contratar los servicios de una niñera que se quedara con él a tiempo completo, hasta que Marco regresara. Así me regresaría al centro con mamá, y me olvidaría de todo.

Pero, ¿mi trabajo? Y… ¡cielos! No sabía por qué aquello tampoco me convencía mucho.

—Ay, Jery. ¿Qué voy a hacer contigo?

Cuando terminó de comer, y le saqué los gases, esperé pacientemente a que se durmiera, mientras tarareaba una canción de cuna en voz baja. También permití que Gato se acurrucara a nosotros, y así estuvimos los tres, hasta que Jeremy se quedó dormido, y lo recosté nuevamente en su canastilla.

 Me acomodé en el sofá de costado, viendo con atención su rostro, y pensaba en que seguramente cuando sus facciones estuvieran bien definidas se parecería mucho a Marco. No tenía mucho cabello, pero podía notar que sus hebras eran castañas como las de su padre, su naricita respingada y sus labios eran delgados. Bueno, al menos eso no le había heredado al padre, Marco tenía unos labios carnosos, muy besables y…

«¡Basta, Calliope!»

Debía dejar de pensar en él; no recordarlo, ni imaginarlo… era un idiota.

Solté un bufido, y cerré los ojos para intentar dormir un poco. De verdad lo necesitaba, al igual que el baño de espuma que había intentado darme antes, aunque no lo hubiese disfrutado para nada.

Pero aún con los ojos cerrados mi cerebro no descansaba, y pensaba en todo y en nada nuevamente, llenándome de aflicción. Me preguntaba por la tal Vanessa, ¿quién era ella? Y, además, ¿qué clase de persona era? Cielos, una madre da la vida por sus hijos, ¿qué la orilló a abandonar al suyo de aquella forma? Me hacía sentir intrigada.

Sabía que debía dejar de pensar en ella, no podía seguir torturándome de aquella manera. Pero, cuando me dispuse a apagar mi cerebro para dormir, pude escuchar que alguien tocaba a la puerta.

Abrí los ojos y me incorporé de manera súbita, sintiendo como el pulso se me aceleraba. Asustada, miré al bebé, y a Gato que dormía a un costado de la canastilla, antes de voltear en dirección a la puerta de madera. ¿Quién podría ser en horas de la madrugada? ¿Marco? No, no podía ser… quizás, solo quizás, podría tratarse de ¿Vanessa? Tal vez se había arrepentido.

Tomé una fuerte bocanada de aire, mientras me ponía de pie, el corazón me latía desbordado en tanto avanzaba a pasos apresurados hacia la puerta, y con la idea de que era ella en la cabeza, inhalé profundo y abrí sin siquiera preguntar de quien se trataba, preparándome mentalmente para lo que posiblemente me encontraría al otro lado del umbral.

—¡Santos cielos! —me cubrí la boca con ambas manos, para acallar un gritillo de sorpresa.

—¡Madrina! —exclamó mi hermosa morena, corriendo hacia mis brazos, y no dudé ni un segundo en ponerme a cuclillas para recibirla, llenándola de besos.

—Hola, hola mi amorcito. —dije, abrazándola con mucha fuerza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.