Pequeño Jeremy

Capítulo 7

—Sentí mucho pánico, era su primer día del preescolar y no estaba preparada para que fuese tan independiente… Calliope, la hubieras visto, ni siquiera lloró por mí cuando se marchaba, entró al auto de Allan con la frente en alto y una sonrisa en su rostro.

Presioné los labios, intentando no estallar en carcajadas mientras Samantha, que sentada en el sofá cargaba a Jeremy, me contaba sobre el primer día de clases de Sahara, a inicios del año. Llevábamos horas platicando, yo estaba recostada en la alfombra, viéndola desde ahí y pensando en lo dramática que era.

—Y cuando fui a buscarla esa tarde ni siquiera me dijo que me había extrañado. Fue como si no le importara. —hizo un puchero.

—Sam, exageras —reí en voz baja, para no despertar al bebé. —. Claro que te extrañó, si esa niña te adora tanto como tú a ella.

—Sí, ¿verdad? —sonrió enternecida. —. Bueno, ese día también descubrí que estaba embarazada, así que fueron muchas emociones.

—Lo imagino.

Era tan genial estar así con ella, como en los viejos tiempos en los que podíamos pasar horas y horas hablando en la repostería, antes de que Sahara llegara a su vida, y se mudara con Allan. tenerlas ahí me traía mucha paz, me ayudaban a olvidarme de lo que pasaba.

—Buenos días, mami, buenos días madrina —Sahara apareció en el pasillo, vistiendo un pijama y con sus ricitos despeinados. Se detuvo por segundos para frotar sus ojos con las manos hechas puños, y luego se encaminó hacia mí, para sentarse en mi regazo.

—Buenos días, princesa —respondí, besando su frente, antes de envolverla con mis brazos. —. ¿Cómo dormiste?

—¿Te lavaste los dientes, cielo? —le peguntó Sam, mientras reacomodaba a Jeremy en su regazo.

—Dormí bien, madrina… Y sí, mami —nos respondió a ambas, echando la cabeza hacia atrás para apoyarla en mi pecho.

Aún estaba somnolienta, por lo que hice que se recostara horizontalmente, y le permití quedarse dormida sobre mi pecho, en tanto dejaba tiernos besos en su cabeza, y acariciaba su espalda. Seguimos platicando de cosas triviales; la vida, el trabajo, incluso le pregunté sobre el sexo del bebé, y me respondió que aún no lo sabía, ya que Allan y ella habían decidido que sería sorpresa.

—Creo que Jeremy estaría más cómodo en una cama, no deja de mover los piecitos. —dijo Samantha.

—Ha de extrañar la canastilla. —respondí.

Recosté a Sahara en el sofá contiguo al que ella se encontraba, la pequeña estaba agotada, algo que no me sorprendía ya que habían llegado a las dos de la madrugada. Me dirigí hacia la canastilla y mi sorpresa fue mucha al encontrar a Gato durmiendo muy cómodo en ella.

—No, Gato, ese no es tu sitio. —chillé, mientras lo tomaba para apartarlo de ahí.

Él maulló disgustado, antes de darme una mordida en el pie y alejarse corriendo. Me quejé por el leve dolor, ya que no me había encajado bien sus colmillos, y solté un bufido como respuesta. ¿Qué le pasaba al felino? Los últimos dos meses se había portado muy bien.

—Seguro está celoso —comentó Samantha, acercándose con el bebé en brazos. —. Snuphy también lo está. Cada vez que Sahara quiere estar recostada en mi vientre escuchando al bebé, él quiere hacer lo mismo. —sonrió.

—Sí, pero él tiene su propia canastilla, y muchos privilegios, no debería estarlo —suspiré. —. Ahora debo cambiar los edredones, porque el que Jeremy no aparente ser alérgico al gato no significaba que su pelo no pueda llegar a hacerle daño como se cree popularmente.

Ella asintió, dándome la razón, mientras me inclinaba para tomar los edredones con la intención de bajar a la lavandería del edificio. Y fue al dejar la canastilla descubierta que noté que había otro papel en su interior.

—¿Qué es eso? —me preguntó Samantha.

Fruncí el ceño en confusión mientras lo tomaba

—No lo sé —desdoblé el papel, y mis cejas se alzaron con sorpresa al ver las firmas y los sellos. —. No manches, es una constancia de nacimiento —expresé con sorpresa. —. Jeremy nació el treinta de abril, pesaba cinco libras y ocho onzas… Santos cielos, aquí está el nombre de su madre —palidecí, mientras leía aquellas letras. —. Vanessa Melissa Vólkova.

Abrí los ojos ampliamente, y luego me giré hacia Sam, viendo al bebé en sus brazos.

—Ese apellido es ruso, ¿verdad? —inquirí, consternada. —. ¿Jeremy es mitad ruso?

—¿En eso te fijas? —me preguntó, acercándose para ver el papel en mis manos. —. Tenemos su nombre, podemos ver de quién se trata.

—¡Sí! —chillé. —. Hay que ver con quien me engañó mi novio, qué gran idea. —comenté en tono sarcástico.

—Vamos, Callie —hizo un puchero. —. Esto es importante, quizás descubramos algo más de ella.

Mordí mi labio inferior, un tanto indecisa. La verdad, no me sentía preparada para ver a la mujer con quien mi novio me había sido infiel.

—¿Entonces? —insistió.

—Bien, hay que hacerlo. Pero tendrá que ser desde tu teléfono, destrocé el mío anoche.

Nos dirigimos hacia la habitación de invitados, dejamos a Jeremy recostado en la cama, y luego nos sentamos en el borde para ver el nombre y comenzar a buscarla en redes sociales. No hizo falta mucho para que apareciera un perfil privado que parecía el indicado. Supuse que se debía a que no muchas personas nombraban a sus hijas “Vanessa Melissa”, un nombre con exceso de “S”.

—¿Crees que sea ella? —inquirió Sam, mordiendo su labio inferior una vez que encontramos una fotografía de una mujer en la playa. La contemplé, y perdí el aliento.

¡Santos cielos!

No podía ver bien su rostro, ya que su cuenta era privada y las fotos disponibles lo único que mostraban era aquel cuerpo escultural, de piernas contorneadas y curvas de infarto. Llevaba puesto un bikini, que lucía realmente espléndido en contraste con su pálida piel.    

—¿Esa es su mamá? —inquirí, viendo a Jeremy. —. Es bellísima. —tragué saliva, nerviosa.




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