Pequeños cuentos de terror

Capítulo #1

Despertó asustado, tirado en medio del camino que lleva a la entrada de la iglesia, preguntándose qué había pasado. Era como si un tren le hubiera pasado encima o como si hubiera estado en una borrachera que lo dejó en cama por la resaca durante tres días seguidos. Pero era un cura, y los curas, por supuesto, no toman cerveza. Sin conciencia ni recuerdos del día anterior, se incorporó lentamente.

El padre se levantó y caminó apoyándose en los árboles que bordeaban el largo camino hacia la puerta principal. Aún con jaqueca, miró hacia el cielo y dijo:
—Dios, ¿qué pasó? Aclárame la cabeza para averiguar qué sucedió.

Ya entrando a la iglesia, escuchó una voz que lo llamaba:
—¡Padre! ¡Padre! ¿Qué ha pasado? ¿Cuánto tiempo lleva usted ahí afuera?

—¿Qué ocurrió? ¿Cómo terminó aquí? —preguntó el encargado de limpiar la iglesia, mirando al padre Rutilio con evidente preocupación.

El cura lo miró apenas, con una mano sobre la cabeza, y respondió:
—Ni yo sé, hijo... Tal vez Dios se equivocó o se olvidó de dónde ponerme a dormir.

Al día siguiente, ocurrió lo mismo, exactamente igual que la vez anterior, solo que con una diferencia: esta vez, el padre despertó con un fuerte sabor a sangre en la boca. Lo notó de inmediato y se sorprendió. Miró al cielo, pero esta vez no dijo nada.

Solo agachó la cabeza y caminó lentamente, sosteniéndose y apoyándose en los árboles para no caer. Llegó a la puerta de la iglesia pensando en qué decir si le volvían a preguntar qué había pasado. Sin embargo, se sorprendió al descubrir que esta vez no había nadie esperándolo. Solo encontró una pequeña nota que decía que el jardinero vendría de noche a limpiar, como todos los jueves. Ese jueves fue el que el padre no volvería a olvidar por el resto de su vida.




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