EL AIRE

RAZIEL

— ¿Qué hay? —pregunta Harper como si este encuentro es lo más casual del mundo.

Suspiro y encojo mis piernas. — ¿No comerás nada? —le pregunto.

Él se sienta a mi lado, ocultándose del sol gracias a la sombra que produce una cornisa en la esquina. —Olvidé mi comida en la casa —contesta.

Acerco el paquete de galletas saladas a él. —Toma la mitad.

Dudó por tan solo un segundo, luego tomó un cuadrito y se lo llevó a la boca. — ¿Solo esto comes?

Aprieto mis labios, no puedo contarle que estoy intentando hacer una dieta para verme más delgada en caso Phil me invite al baile. —Ya había comido antes, llegaste tarde.

Asiente y se limpia la mano en su pantalón, luego sacude las pequeñas migas. —Oye, ¿tengo que devolver esta ropa?

Junto mis cejas. — ¿Qué?

Levanta los hombros. —No me dijiste si tengo que devolverla o algo, solo me hiciste probármela y ya, aunque me gusta ahora no tengo mucho dinero y…

Ruedo los ojos. —Te dije que no te preocuparas por eso —vuelvo a estirar mis piernas y mis pies con las botas negras comienzan a sentirse calientes por el sol que les llega—. ¿Cómo ha ido tu día?

Él también estira sus piernas. —Pues mejor de lo que pensé, aunque me miran raro.

Asiento sin verlo, muevo mis pies y la punta brilla con un pequeño punto blanco. —Dejarán de hablar de eso pronto —aunque no estoy segura, conmigo nunca ocurrió.

Vuelve a doblar sus piernas. —No quiero sonar como un niño que se queja pero, ¿De verdad no le importa a Winnona eso? Digo, ¿Le da igual?

Hago una mueca, Winny no es mala persona, es solo que es muy determinada en cumplir sus sueños y no le gusta cuando alguien le dice qué hacer.

—No creo que le de igual pero ella quiere ser periodista y le gusta hablar sobre crímenes, creo que simplemente no lo entiende —retiro mis pies de nuevo porque se sentía demasiado caliente—. Pero no es mala.

Harper se come otra galleta más. — ¿Ella tampoco lo sabe, no? La forma en que las personas te molestan, ¿tus amigos no lo saben?

Juego con la tela de mi falda. —No, y si saben algo les he hecho pensar que no me importa.

Suspira. —Pero sí te importa —responde y parece arrepentido por haber dicho eso, se aclara la garganta—. Olvídalo, cambiemos de tema. Hoy Lucy me vio diferente, creo que notó que me veo mejor.

Sonrío. —Eso es genial, estás avanzando —levanto mis ojos al cielo. No está tan azul como otros días, pareciera que hay un poco de bruma—. Me llevas ventaja, nada ha sucedido con Phil.

—Hagamos que suceda —gira sus piernas y sus rodillas quedan muy cerca de mí—. Tú también necesitas cambiar tu ropa, ¿Por qué no lo intentas?

Porque no soy delgada como las demás y me veré ridícula. Porque me da miedo que las personas se burlen de mi cuerpo. Porque no tengo la confianza que aparento. —No sé… me gustan las faldas.

Resopla. —Se nota pero igual, hay otras más bonitas que estas, no te ofendas pero parecen cortinas.

Le doy una mirada y empujo su hombro. — ¿Ahora te crees la policía de la moda solo porque estas usando la talla de ropa que te corresponde?

Asiente con una sonrisa. —Y por eso nuestra misión es encontrarte ropa que le robe el corazón a Philip, ¿sabes usar tacones?

— ¿Tu sabes? ¿Me vas a enseñar? —pregunto.

Niega haciendo una mueca. —No pero… —sus ojos se abren y su sonrisa se agranda—. Me acabas de dar una idea, tengo que… —deja la frase a la mitad, luego lame sus labios—. Oye… si te presento a, um, alguien… tu…

Levanto una ceja. — ¿Quién?

Presiona su boca formando una línea antes de continuar. —Bien, um, pues sabes que mi hermano es trans, ¿no? —Asiento—. Él tiene una mejor amiga, ella es también trans y siempre se ve bien, puede ayudarte pero no sé si te sentirás rara con ella.

Entorno los ojos. — ¿Crees que me dan miedo las personas transgénero?

Niega. —No miedo… ya sabes, tú crees en Dios y pues…

Ruedo los ojos. —Sí creo en Dios, en uno que es bueno y no como lo venden los religiosos —doblo mis piernas en su dirección y nuestras rodillas se tocan—. En la Biblia nunca hablan de los transgéneros porque quien sabe si había personas tan valientes para ser quienes realmente eran pero no dudo que Jesús jamás los hubiera humillado —afirmo—. Además, si no creyera en nada, aun pienso que las personas trans son seres humanos, no siento nada negativo solo porque sí.

Harper sonríe de nuevo, está vez con una mirada agradecida. —Te llevarás bien con ella, ambas escuchan música genérica.

Ruedo los ojos. —Tienes que admitir que entre todos esos cantantes con canciones genéricas, algunas no son tan malas.

Saca la lengua fingiendo que está a punto de devolver las galletas que acaba de comer. —Déjame con mi música desconocida, soy más feliz así.

Sonrío. —Entonces, ¿Cómo se llama tu hermano? —le pregunto—. El que parece que si te cae bien.

Resopla y toma su teléfono sacándolo del bolsillo de atrás. —James, es trece años mayor que yo —afirma—. Y sí, él me cae bien, aunque Roger y él no se llevan como te podrás imaginar.

Harper me contó sobre su hermano Roger. Él es diecisiete años mayor y se ha encargado de cuidarlo como su tutor legal desde que Harper tiene once años. Harper me confesó que Roger es muy estricto y es un hombre amargado que critica y juzga a todos, que siempre lo regaña por cualquier cosa y que lo tiene harto.

No sabía que Harper no tenía padres hasta que me contó eso. Él no tocó ese tema, no me explicó que pasó con sus padres y yo no me atrevo a preguntar.

Aunque ahora que lo pienso, yo tampoco hablo mucho de mis padres con él. Ambos están vivos y viven conmigo pero algo nos separa y eso es algo de lo que prefiero no hablar.

—Entonces —dice—. ¿Vamos el domingo en la tarde? Mi hermano es una persona decente, no es como…

Su otro hermano.

—No lo dudo —interrumpo—. Harper, mira, no es que me agrades pero dejemos algo en claro —aclaro mi garganta y me muevo un poco, nuestras rodillas siguen juntas y ninguno de los dos se mueve—. No porque tu hermano esté en la cárcel pienso que tú seas igual, ¿bien? Es un asco que eso se sepa ahora pero si me caes bien o mal depende de tu comportamiento, no de quien es tu familiar o lo que sea. Créeme, me da igual eso.