Un verano del año 1996 en las llanuras de Giza, cuando el sol se alzaba desafiante sobre mí y el calor era insoportable, me había quedado sin reserva alguna de agua, veía a las aves sobrevolándome y mis zapatillas desgastadas de caminar en la arena humeante.
Así pasaron las horas, que para mí eran más que eso, la sed insaciable de querer beber un sorbo de agua, y no poder tener un poco de ella era una injusticia, terminé caminando más de 5 kilómetros, hasta encontrarme con el Alpes suizo, sentí una refrescante brisa y un manantial de agua derritiéndose de aquella cima ante mis pies, las pocas energías que tenía mi cuerpo, me hizo tropezar y caí al darme cuenta todo había desaparecido, mi desesperante situación me llevó a alucinar mi lugar favorito, luego de unas horas escuché pasos acercándose, eran unos nativos, me apresuré a pedirles agua, extendí mis brazos y les enseñé el termo e hice gestos ya que no me entendían.
Al ver mi desdicha me llevaron hasta su campamento, al caer la noche luego de una grandiosa comida, me invitaron a participar en unas reuniones donde exponían sus talentos como la danza y teatro, al llegar mi turno de participar decidí actuar con gestos una comedia, el cual no resultó como esperaba, ya que los nativos tomaron con desagrado mi actuación. Para mi suerte en el momento preciso llegó Kimy mi guía y me salvó. Desde entonces decidí no alejarme en las excursiones y aprender el idioma árabe.