Perdida en el tiempo

Capítulo 13

Cuando tenía trece años la orden me mando a entrenar en el arte de la espada con uno de los mejores espadachines y viajero del tiempo documentados en los registros de la Orden de Cronos, su nombre era Bastian un templario francés de 1310 y su joven escudero de diez años Pierre, era la época en la que se decreto la destrucción de la orden del temple y sus integrantes empezaron a ser perseguidos y quemados en la hoguera, durante dos años pase viajando en el tiempo de manera intermitente para entrenarme, durante ese tiempo los tres fuimos nómadas no permanecíamos mucho tiempo en un lugar, la mayoría de las veces vivíamos en el bosque, huyendo de los guardias que tenían orden de capturar a todo templario que encontrasen.
Mirando al hombre que tengo frente a mi no puedo evitar recordar la última vez que lo vi con su carita repleta de lagrimas para que no lo dejáramos, él tenía doce años.

-Pierre.

Acabo de decir su nombre cuando sus fuertes brazos me rodean.

- Por el gran alquimista ¿Cuándo has crecido tanto? No eras más que un crío cuando Bastian y yo te dejamos en Burdeos como aprendiz de ese herrero ¿Cómo se llamaba? -me llevo el dedo índice a la barbilla intentando recordar el nombre- Armadillo, no ese no era , Bruno, no ese tampoco-

Mi amigo ríe y me revuelve el pelo como hacía yo con el.

- Se llamaba Claude y claro que he crecido, han pasado diez años en cuanto que hago yo aquí ,¿No te debería yo preguntar eso a ti, Lu?, ¿estas en una misión de la orden?

Lo primero que pienso es en que para mi solo han pasado cinco años, el tiempo para un viajero siempre es algo complicado, pero su pregunta me devuelven a la realidad , lo peligroso que puede ser que nos relacionen y caiga mi tapadera, si me quieren matar por ser una McQueen no quiero ni imaginarme lo que harán por ser una impostora, miro alrededor y por suerte nadie parece darse cuenta de nuestro reciente encuentro, me giro al puesto y me fijo en las armas de este, paso mis dedos por ellas como si estuviera interesada en comprar alguna.

- Pierre ahora mismo no puedo explicarte que hago aquí, es demasiado largo de contar, pero necesito que aquí me llames Isolde - explico en un susurro

El se gira también y señala una espada como si nuestra conversación fuera meramente comercial.

- ¿Isolde?, ¿no es ese el nombre de la muchacha que se acaba de casar con el laird, la que todos aquí odian?

- La misma, pero el matrimonio es temporal, solo hasta que encuentre mi piedra, cuando lo haga volveré a mi tiempo sin tener que preocuparme de las amenazas del consejero del rey.

El me coge el brazo y me hace mirarlo

- Espera , ¿has perdido tu piedra?- él sabe igual que yo lo peligroso que es para un viajero estar sin su piedra, los dos hemos visto los efectos que hace en el cuerpo cuando un viajero pasa demasiado tiempo alejado de la piedra , sus ojos brillan con preocupación y va a decir algo cuando escucho a alguien llamarme.

Me giro en dirección a la voz apartando suavemente la mano de Pierre de mi brazo.

Veo a Lorna a no muy lejos de nosotros, es fácil localizarla ya que el laird y Damian sobresalen entre la multitud ambos están a cada lado de Lorna abriéndole paso entre la gente.

-Tenemos muchas cosas de las que hablar pero ahora mismo no puedo, el laird y su gente no saben quien soy, si se enteran estaré metida en un buen lio con esa rata -me aclaro la garganta- quiero decir con el consejero del rey.

-Esta noche te espero fuera del castillo, iremos a mi hogar, no esta muy lejos del castillo y podemos ir a pie.

Asiento con la cabeza sonriendo justo en el momento que Lorna llega a mi lado y me abraza.

-Tía- dice no se si para molestarme a mi o a su tío pero los dos ponemos la misma cara de fastidio - menos mal que te he encontrado, te he perdido de vista y he temido que alguien te hubiera hecho daño, mi tío y Damian me han ayudado a buscarte, estaban muy preocupados.

Definitivamente lo hace para molestar a su tío.

-¿Por que iba a estar preocupado por lo que le pase a una McQueen?, venía a ver al herrero y vosotros habéis venido por el mismo camino - Le contesta su tío, con un tono que parece más al de un niño enfurruñado que al de un Laird

No puedo evitar reír ante el comportamiento del Laird lo que hace que fije su atención en mi.

- ¿Qué haces en este puesto McQueen? -pregunta el el perro negro entrecerrando los ojos mirando a Pierre y a mi a la vez.

-Quiero comprar una espada a mi padre y el herrero me estaba mostrando amablemente sus modelos.

-No - dice tajante el Laird.

-¿Que? - pregunto sorprendida ante la negativa.

-Te prohíbo comprar cualquier cosa que se venda en mis tierras para dárselas a un McQueen, no voy a permitir que ese bastardo tenga nada mío.

-¿Quien te has creído que eres para ordenarme nada?, es mi dinero y con el puedo hacer lo que quiera, si quiero comprar todo el puesto de este hombre soy libre de hacerlo.

El se acerca más a mi hasta que nuestros cuerpos casi se tocan, no retrocedo, le miro a sus profundos ojos azules sin dejarme amedrentar por este hombre.

-Se te olvida que soy el dueño de estas tierras y mi palabra es ley, eres libre de tener dinero pero nadie aquí va a venderte nada, desde una tela hasta una manzana todo queda prohibido para ti-su mirada abandona la mía y le grita a Damian - ahora mismo ves puesto por puesto y ordena que nadie venda nada a la McQueen, quien lo haga se enfrentará a mi ira.

-Laird ... - intenta decir Damian

-Es una orden - Damian me da una disculpa silenciosa antes de perderse entre la gente para acatar la orden de su señor.

-Odias a los McQueen pero hasta el más rastrero de ellos es mejor que tú, no eres más que un chucho con malas pulgas - digo cargando mis palabras con todo el veneno que puedo queriendo dar donde más le duele.

El Laird en dos zancadas vuelve a estar frente a mi, tan cerca que nuestros alientos se mezclan, sus ojos no muestran nada , pero se siente igual que cuando un depredador esta apunto de atacar a su presa, por el rabillo del ojo veo a su mano hacer un amago pero nunca sabré lo que iba a hacer porque un fuerte tirón me aleja de el y la ancha espalda de Pierre hace un muro entre el perro negro y yo.




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