Perdida en el tiempo

Capítulo 17

Han pasado dos días y todo parece en calma, nadie ha vuelto a meterse con Jane e incluso los criados traen comida y leña a la torre.

-Mi tío hablo con ellos- dice Lorna mientras mezcla con maestría los ingredientes de lo que será un ungüento para quemaduras en un cuenco.

- ¿Qué? - pregunto pensando que he escuchado mal por estar distraída al estar leyendo uno de los libros de plantas venenosas que tiene la abuela de Lorna en su sala del Galeno.

- Cuando te fuiste de las cocinas los amonestó. A Imelda la obligo a dejar el castillo por unas semanas y a los demás los a reprendido por no tratarte con el debido respeto al ser una invitada, también a levantado la prohibición, puedes comprar todo lo que quieras y puedes pasear por el castillo.

-Que amable por su parte tratarme como una persona.

- Estoy segura que cuando vuelva se disculpara contigo.

- ¿Volver de donde? - pregunto interesada, me he dado cuenta que desde ayer hay menos hombres pululando por el castillo, además que Damián no vino anoche a nuestras ya habituales reuniones nocturnas a las que se unió también Lorna cuando volvió al castillo.

- Él, Damián y algunos guerreros han ido al bosque a matar bandidos, suelen hacerlo unas cuantas veces al año para intentar, disminuir el número de bandidos o que decidan irse del bosque pero no hay mucha suerte.

Tengo que encontrar a los bandidos antes de que lo haga el lobo negro, si él lo mata antes de que los interrogue o nunca sabré donde esta mi piedra, pues si la perdí en el bosque es muy probable que ellos la cogieran ya que la cadena y el colgante son de oro.

-Mi señora la mujer del carnicero se ha puesto de parto- dice una sirvienta desde la puerta, desde el suceso de las cocinas las sirvientas evitan los lugares donde yo estoy, si entro a una estancia donde están ellas salen de inmediato, lo cual me produce bastante gracia.

Lorna se limpia las manos en una palangana y me pregunta:

-¿No te importa estar hoy sola?, tengo que atender el parto.

-Te acompaño al pueblo, así compro algunas cosas antes de que ha tu tío se le ocurra alguna nueva prohibición - me levanto de la mesa y dejo el libro en el estante.

Escucho la risa de Lorna a lo lejos ya que ella se me ha adelantado en el camino a las caballerizas.

Ya en el pueblo, Lorna para en una casa donde la recibe un nervioso hombre que no para de hacerle preguntas a la pobre antes incluso de bajar del caballo, sigo mi camino y ato mi caballo donde lo hice la primera vez que vine al pueblo, según la sobrina del Laird la herrería esta en el centro del pueblo y aún con sus indicaciones me resulta realmente difícil ubicarme en este lugar, todas las calles son iguales, convirtiendo a Drunhein en un laberinto para los forasteros, cuando ya he pasado por el mismo lugar dos veces decido preguntar a un anciano que esta cepillando a un caballo.

-¿Disculpe señor sabe donde se encuentra la herrería?.

Como respuesta recibo un escupitajo que cae peligrosamente cerca de mi bota, lo que casi me provoca una arcada.

-¿Señor tiene conmigo algún problema conmigo?-tal vez el anciano sea otro miembro de la familia de mi queridísima Imelda.

-Claro que lo tengo, contigo y con todo tu clan, ya podría haber una plaga que eliminara a todos los demonios de tu clan de una vez por todas.

Inconscientemente mi mano se dirige a mi brazo donde por encima del vestido me palpo el brazalete que esconde mi tatuaje de tinta blanca, se que este hombre se refiere al clan McQueen pero no puedo evitar que la palabra "Demonio" me recuerde a como nos llama la Santa hermandad a los miembros de la orden y las brutalidades que hacen con nosotros.

-No me considero un demonio viejo cascarrabias y si vuelve a llamarme así el próximo escupitajo que lance estará bañado en sangre-no voy a golpearlo , no por algo tan estúpido como un escupitajo, me enseñaron a respetar a los mayores incluso si estos me faltan al respeto, solo quiero que no utilice más la palabra que tanto odio.

-Pequeño demonio, me gustaría verte intentar golpearme, te arrancaría la cabeza antes de que pudieras siquiera acercarte a mi- el anciano me dedica una sonrisa burlona y me lanza otro escupitajo, este acertando en mi bota.

Esta vez no siento asco ya todo mi ser clama por aceptar el desafío tácito que me acaban de lanzar, hace un mes que no entreno y mi cuerpo desea acción, el altercado de hace dos días apenas fue nada ya que solo fue para asustar, no requirió ejercicio físico, pero la mirada que me dedica es la uno que va a dar una buena pelea, ya que a pesar de la edad el anciano tiene el tipo de cuerpo que tienen los que se han dedicado toda la vida a luchar.

-Vamos a averiguar quien de los dos tiene razón - a la mierda el respeto a los mayores, me digo antes de que Pierre se meta entre los dos.

-Eird no creo que al Laird le gustará que hiciera daño a su esposa y mucho menos le gustaría al consejero del rey.

El viejo que ahora se que se llama Eird me mira con rabia, pero hace caso al herrero y deja el conflicto a un lado.

-Pequeño demonio, no te quitare los ojos de encima - me dedica una mirada y a lo que le respondo con una sonrisa y una despedida con la mano que se que le sacará de quicio, puede que la próxima vez que lo vea comprobemos quien de los dos ganaría la pelea.

Pierre me toma el brazo y me aleja del viejo cascarrabias.

-Veo que cada día te haces más amiga de la gente del pueblo-dice Pierre rodeando mis hombros con su brazo.

-Creo que no hay ni un habitante en este pueblo que no me odie.

-Por lo menos me tienes a mi para protegerte de los escupitajos del viejo Eird.

-Que alivio- bromeo- aunque un combate de espadas arreglaría nuestras diferencias, no hay mejor manera para arreglar las desavenencias.

-Sigues resolviendo todo con violencia.

-Que puedo decir , la violencia siempre me ha resultado más efectiva que las palabras.




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