Damián
Siento como si a mi cabeza le hubieran pasado una manada de caballos por encima, anoche en la pelea fui herido por un bandido que me golpeo en la cabeza aprovechando que estaba demasiado débil como para enfrentarme a él y con vergüenza reconozco que el golpe me noqueo dejándome fuera de combate hasta la mañana siguiente, al despertar los guerreros me han dado tanta información que mi cabeza aún embotada por el golpe no ha entendido demasiado, solo que fue Isolde quien nos ayudo a luchar contra los bandidos y que hay un traidor en nuestras filas, es un grave problema del cual me ocuparé en cuanto lleguemos al castillo.
-Damián hemos llegado al castillo- dice uno de los hombres mientras los demás dejan la camilla improvisada donde me han transportado en el suelo, esta mañana al ver que no era capaz de mantenerme en pie se decidió que algunos hombres me llevarían en una camilla improvisada que consiste en una una cama de leña atada a toda prisa y sobre ella una manta, no es muy cómoda pero menos es nada.
Estoy apunto de levantarme a pesar del mareo que mi invade para empezar a realizar mi trabajo como mano derecha del Evander y ponerme a investigar quien es el traidor, pero cuando escucho su voz llena de preocupación decido permanecer el la camilla .
-¿Que ha pasado? - la sobrina de Evander se acerca a nosotros preocupada, con una cesta llena de frascos, supongo que algún sirviente la ha avisado de nuestra precaria situación.
-Nos atacaron los bandidos mi señora, no hay bajas pero si heridos
-¿Son muy graves las heridas de los hombres?- Su mirada pasa por todos los hombres, comprobando la gravedad sus heridas.
Emito un quejido intencional para ganarme su atención, cosa que consigo, cuando posa su vista en mi corre a mi lado, cosa que casi hace que sonría, pero recuerdo que debo mantener mi papel de enfermo para seguir obteniendo su atención.
-Damián - cuando siento sus manos examinando la herida de mi cabeza siento que solo por sentir sus suaves manos merece la pena cualquier dolor que los bandidos me hayan provocado.
-Llevarlo a sus aposentos - le dice a Ian uno de los guerreros- necesito examinarlo con detenimiento - encontrar al traidor puede esperar a que Lorna me cure.
-¿Cómo están los demás? , ¿Os podéis apañar solos hasta que termine con Damián?
Sin que Lorna se de cuenta le asesto un codazo en la pierna a a Ian y le hago un asentimiento con la cabeza.
-Si mi señora, nuestras heridas son en su mayoría superficiales, nos podemos currar nosotros mismos
-Bien, igualmente para quedarme más tranquila os examinaré a todos en cuanto termine con Damián
-Un momento- dice Lorna, su cara de preocupación cambia a puro terror - ¿Dónde está mi tío?.
-Tranquila mi señora, el Laird se ha quedado rezagado pues quería hablar son su esposa a solas.
No se me pasa que a Isolde la hayan nombrado por primera vez como "esposa" y no como "la puta McQueen" o "serpiente" o cualquier otro insulto, puede que con su hazaña la señora del castillo sin quererlo se haya ganado el respeto de alguno de los guerreros del clan.
Lorna
Cuando los guerreros dejan a Damián en su cama me siento en ella para examinarle mejor la herida.
-La herida no es tan grave como parecía, pero si es lo suficientemente seria como para que tengas que estar por lo menos unas horas en reposo, tienes que tener cuidado, una herida en la cabeza puede llegar a ser mortal- digo a la vez que termino de vendarle la cabeza.
Bajo la cabeza y mis ojos se encuentran con los suyos.
-¿Estarías triste si yo hubiera muerto Lorna?-
Me invade el mismo terror que hace unos momentos he sentido cuando no he visto a mi tío entre los hombres.
-No digas eso ni de broma- mis manos bajan de su cabeza a ambos lados de sus mejillas, sin dejar de mirar sus brillantes ojos castaños- si murieras se me partiría el corazón, por eso no puedes morir.
Cuando se pasa el miedo me doy cuenta de la posición en la que estamos e intento apartarme pero las manos de Damián me lo impiden agarrando mis manos, intento decir algo pero mis palabras mueren antes siquiera de salir de mi boca pues sus labios me callan, es la primera vez que me besan y siento esas mariposas en el estomago de las que he oído hablar a las sirvientas entre ellas cuando realizan sus labores.
Lo que empieza como un beso cargado de ternura pasa a ser más profundo, más lujurioso, su lengua juega con la mía, sin separar su boca de la mía me echa sobre la cama quedando encima de mi, su mano empieza a recorrer mi pierna, haciendo que mi cuerpo empieza a arder, cuando su boca baja a mi cuello, suelto un pequeño gemido, su mano se aproxima cada vez más a arriba y para justo cuando llega a mi rodilla.
A parado, ¿por que ha parado?, quiero que siga quiero que apague el fuego que ha despertado en mi interior.
-No pares-muevo mi cuerpo debajo de el, provocándolo e instándolo a seguir, mi mente esta nublada por la lujuria y mi corazón lleno de felicidad por sentir mi amor correspondido.
Su cabeza se posa en mi brazo, siento su respiración acelerada en mi cuello.
-Deja de moverte así mujer, estoy intentando respetarte Lorna, no quiero que hagas algo de lo que luego puedas arrepentirte.
Esas palabras hacen que vuelva a la realidad, me recuerde quien soy, quienes somos y porque no puedo estar con él.
Le aparto de mi y me levanto de la cama, dándome cuenta de lo que he estado apunto de hacer.
-Esto no está bien.
Damián se levanta también de la cama aunque se tambalea en el proceso, me regaño mentalmente por hacer pasar por esta situación a un hombre herido.
-¿Lorna hasta cuando vas a seguir huyendo de lo que ambos sentimos?, llevamos años enamorados el uno del otro, lo que a acaba de pasar es el resultado de todo lo que ambos hemos callado, pero nuestros cuerpos y nuestros corazones no pueden callar lo que nuestras bocas no dicen, ¿Por qué no dejamos de ocultar nuestro amor?, ¿Temes lo que diga tu tío?, él sabe lo que siento por ti y si le pidiera tu mano estaría más que encantado de dármela.