Perdida en la oscuridad

Capítulo 2: El Alfa Despiadado

POV: Kael

Maldita sea mi suerte.

De todas las noches para hacer mi ronda territorial, tenía que ser esta. De todos los lugares donde una humana idiota podía perderse, tenía que ser en mis tierras. Y de todas las reacciones que pude haber tenido, escogí la más estúpida: traerla conmigo.

Miré hacia abajo a la pequeña criatura en mis brazos. Lyra. Incluso su nombre sonaba frágil. Su cabello castaño estaba enmarañado con hojas y tierra, tenía cortes menores por todo el cuerpo, y temblaba como una hoja al viento. Era exactamente el tipo de humano débil que despreciaba: indefenso, torpe, completamente fuera de lugar en mi mundo.

Entonces, ¿por qué diablos no podía simplemente haberla dejado ahí?

"Jefe", Marcus, mi beta, se acercó cuando cruzamos el perímetro de nuestro territorio. Sus ojos dorados se fijaron inmediatamente en la mujer en mis brazos, y pude ver la pregunta en su expresión. "¿Qué...?"

"Ni una palabra", gruñí, pasando de largo. "Prepara la cabaña de invitados."

"Pero jefe, es humana." Su voz llevaba la misma incredulidad que yo sentía. "¿Qué hace aquí?"

"Siendo una idiota", murmuré, sintiendo cómo Lyra se tensaba ligeramente en mis brazos. Bien. Que supiera exactamente lo que pensaba de su pequeña aventura nocturna.

La llevé directamente a la cabaña más alejada del centro de nuestro territorio. Lo último que necesitaba era que el resto de la manada comenzara a hacer preguntas sobre por qué había traído a una humana herida. Ya podía escuchar los rumores que comenzarían a circular.

"Aquí", dije bruscamente, depositándola sobre la cama con más fuerza de la necesaria. Ella soltó un pequeño gemido y me miró con esos ojos grandes y asustados que me irritaban más de lo que debería.

"¿Tienes algún entrenamiento médico?" pregunté, cruzándome de brazos.

"Un poco", susurró. "Ayudaba a la sanadora del pueblo a veces."

"Perfecto. Entonces puedes curarte tú misma." Me dirigí hacia la puerta, pero su voz me detuvo.

"¿Te vas?"

Había algo en su tono... no exactamente pánico, pero sí vulnerabilidad genuina. Me irrité conmigo mismo por la pequeña punzada de algo que sintió mi pecho.

"Necesitas descansar", dije sin voltearme. "Mañana decidiremos qué hacer contigo."

"¿Qué hacer conmigo?" repitió mis palabras anteriores, y esta vez sí me giré para mirarla.

Estaba sentada en el borde de la cama, con las manos entrelazadas en su regazo, mirándome con una mezcla de miedo y determinación que resultaba... intrigante. A pesar de estar claramente aterrorizada, no se acobardaba por completo. Había algo de fiereza escondido bajo toda esa fragilidad.

"Eres humana", le dije llanamente. "Esta es una manada de hombres lobo. No perteneces aquí."

Sus ojos se abrieron enormes. "¿Hombres lobo? Pero eso es..."

"¿Imposible? ¿Un cuento de hadas?" Me reí sin humor. "Pequeña, acabas de ser rescatada por el Alfa de la manada más territorial de toda la región. Nada sobre esta noche ha sido normal."

La vi tragar saliva con dificultad. "Entonces... ¿vas a...? ¿Me vas a hacer daño?"

La pregunta me molestó más de lo que esperaba. "Si hubiera querido hacerte daño, ya estarías muerta."

No era exactamente reconfortante, lo sabía, pero era la verdad. Y por alguna razón, sentía la necesidad de ser brutalmente honesto con ella.

"Mañana te escoltaremos hasta los límites de mi territorio. Desde ahí, tendrás que encontrar tu propio camino de vuelta a casa." Me dirigí nuevamente hacia la puerta. "Te sugiero que uses esta noche para pensar en una historia convincente que explique tu ausencia."

"¿Y si no puedo llegar a casa sola?"

Me detuve con la mano en el picaporte. La pregunta era válida, y ambos lo sabíamos. Una humana sola en estos bosques no duraría ni medio día.

"Eso no es mi problema", mentí.

Porque sí era mi problema. Desde el momento en que la había tocado, se había convertido en mi problema. Había algo en ella... algo que hacía que mi lobo interior se inquietara de una manera que no había experimentado en años.

Salí de la cabaña antes de poder hacer algo estúpido como ofrecerle más ayuda de la que ya le había dado.

Marcus me esperaba afuera, obviamente lleno de preguntas.

"¿Y bien?" preguntó.

"Es temporal", gruñí. "Se va mañana."

"¿Estás seguro de eso, jefe?"

Lo fulminé con la mirada. "¿Qué se supone que significa eso?"

"Nada, nada." Levantó las manos en gesto de rendición. "Solo que... bueno, has estado especialmente irritable últimamente. Como si buscaras algo."

"No busco nada", repliqué más bruscamente de lo necesario.

Pero mientras me alejaba hacia mi propia cabaña, no pude evitar mirar hacia atrás. Había luz en las ventanas de la cabaña de invitados, y por un momento me imaginé a Lyra ahí dentro, curando sus heridas con manos temblorosas, probablemente aún asustada y confundida.

Una parte mía quería volver, asegurarme de que estuviera bien, tal vez ayudarla con las heridas más difíciles de alcanzar.

Esa parte era exactamente el problema.

No podía permitirme sentir nada por una humana frágil que había aparecido en mi territorio por accidente. Era débil, era vulnerable, y definitivamente no era material de compañera para un Alfa como yo.

Entonces, ¿por qué cada instinto que tenía me gritaba que la protegiera?

Me forcé a entrar en mi cabaña y cerrar la puerta firmemente tras de mí. Mañana se iría, y mi vida volvería a la normalidad.

No había otra opción.

Porque si había aprendido algo en mis años como Alfa, era que las cosas débiles en mi mundo no duraban mucho tiempo. Y yo no podía permitirme ser débil por nadie.

Ni siquiera por una humana de ojos grandes que hacía que mi pecho se sintiera extraño.




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