POV: Lyra
Me desperté con el sonido de voces ásperas afuera de la cabaña. Por un momento no recordé dónde estaba, pero el dolor en mi rodilla me lo recordó rápidamente. La noche anterior se sintió como un sueño extraño: el bosque, Kael, el descubrimiento de que los hombres lobo eran reales.
Me senté cuidadosamente en la cama, examinando las vendas improvisadas que me había hecho la noche anterior. No eran perfectas, pero habían detenido el sangrado. El corte en mi brazo se veía mejor de lo que esperaba.
Un golpe suave en la puerta me hizo saltar.
"¿Lyra?" Era una voz femenina, mucho más amable que la de Kael. "¿Puedo pasar?"
"Sí", respondí con voz ronca.
La puerta se abrió para revelar a una mujer de cabello rubio y ojos amables, tal vez unos años mayor que yo. Llevaba una bandeja con comida que olía absolutamente deliciosa.
"Soy Sarah", dijo con una sonrisa cálida. "Pensé que podrías tener hambre."
"Oh, eres muy amable." Me las arreglé para sentarme más derecha, sintiéndome súbitamente consciente de mi apariencia despeinada. "No tenías que molestarte."
"No es molestia." Puso la bandeja en la pequeña mesa junto a la cama. "Además, Kael me pidió que me asegurara de que estuvieras... cómoda."
Algo en la forma en que dijo la última palabra me hizo pensar que esa no había sido exactamente la palabra que él había usado.
"¿Cómo está tu brazo?" preguntó, notando las vendas.
"Mejor, creo. Solo fueron cortes superficiales." Traté de sonreír. "Soy bastante torpe. Debería haber tenido más cuidado."
Sarah me estudió con ojos perspicaces. "¿Qué te llevó tan lejos de casa?"
La historia que había ensayado en mi mente toda la noche salió fácilmente. "Mi hermana pequeña tenía fiebre alta, y la sanadora del pueblo dijo que necesitaba una hierba específica que solo crece en los bosques profundos. Pensé que podría encontrarla y estar de vuelta antes del amanecer."
"¿Y tu familia? ¿Estarán preocupados?"
Una punzada de algo... ¿culpa genuina?... atravesó mi pecho. "Probablemente. Pero no hay mucho que pueda hacer al respecto ahora."
Sarah asintió con comprensión. "Kael dijo que te escoltará de vuelta a los límites de nuestro territorio hoy."
"¿En serio va a hacerlo?" No pude ocultar mi sorpresa. "Anoche parecía... bastante molesto por tener que ayudarme."
"Kael puede parecer rudo", Sarah rió suavemente, "pero tiene un código de honor muy estricto. Jamás dejaría que alguien indefenso se las arreglara solo en estos bosques."
Indefenso. La palabra resonó en mi mente de una manera extraña.
"¿Puedo preguntarte algo?" dije de repente. "¿Es verdad lo que dijo? ¿Sobre ser hombres lobo?"
Sarah me miró con cautela. "¿Qué piensas tú?"
"Honestamente no lo sé." Me envolví en la manta, tratando de parecer más pequeña. "Ayer habría dicho que era imposible, pero... hay algo diferente en todos ustedes. Algo que mi instinto reconoce como peligroso."
"Tu instinto es inteligente", dijo Sarah en voz baja. "Pero no tienes nada que temer de nosotros, siempre y cuando no representes una amenaza."
"¿Una amenaza?" El concepto me pareció tan ridículo que me reí genuinamente. "Creo que ambas sabemos que soy la persona menos amenazante que existe."
Sarah sonrió, pero había algo en sus ojos que no logré interpretar. "A veces las apariencias engañan."
Antes de que pudiera preguntar qué quería decir con eso, la puerta se abrió abruptamente. Kael llenó el marco de la puerta con su presencia imponente, y inmediatamente me encogí instintivamente.
"Sarah, gracias por la comida", dijo bruscamente. "Pero necesito hablar con ella a solas."
Sarah asintió y se dirigió hacia la puerta. "Come algo", me susurró al pasar. "Vas a necesitar la energía."
Cuando nos quedamos solos, Kael me estudió con esos ojos fríos que me hacían sentir como si pudiera ver directamente a través de mí.
"¿Cómo te sientes?" preguntó sin preámbulos.
"Mejor", respondí honestamente. "Gracias por... por todo. Sé que no tenías que ayudarme."
"No, no tenía que hacerlo." Su tono era neutral, pero había algo más ahí debajo. "¿Puedes caminar?"
Me puse de pie cuidadosamente, haciendo una mueca cuando mi rodilla protestó. "Sí, creo que sí."
"Bien. Salimos en una hora."
Se dirigió hacia la puerta, pero algo me impulsó a hablar.
"Kael, yo... ¿puedo preguntarte por qué lo haces? ¿Por qué me ayudas?"
Se detuvo sin voltear a mirarme. "Porque es lo correcto."
"Pero tú mismo dijiste que no pertenezco aquí. Que soy débil."
Esta vez sí se giró, y la intensidad en sus ojos me hizo retroceder un paso.
"Eres débil", dijo con brutal honestidad. "Eres humana, eres frágil, y claramente no tienes ni idea de cómo sobrevivir en un mundo como este." Hizo una pausa. "Pero eso no significa que merezcas morir por ello."
Había algo más en su voz, algo que sonaba casi como... ¿respeto? No, eso era ridículo. Pero definitivamente había algo.
"Una hora", repitió, y esta vez sí se fue, cerrando la puerta firmemente tras él.
Me senté pesadamente en la cama, tocando inconscientemente el lugar en mi muñeca donde, bajo la manga, descansaba un brazalete que había llevado durante tanto tiempo que ya ni lo sentía.
Todo estaba yendo según el plan. Kael me veía exactamente como quería que me viera: débil, indefensa, digna de protección pero no de respeto real. Sarah había sido amable pero cautelosa. Nadie sospechaba nada.
Entonces, ¿por qué me sentía tan... extraña?
Sacudí la cabeza. No era momento para dudas. Tenía un objetivo, una misión. Y por primera vez en décadas, estaba exactamente donde necesitaba estar.
Solo tenía que seguir siendo la pequeña humana indefensa por un poco más de tiempo.
¿Qué tan difícil podría ser?