Perdida en tu pasado

5

Barbara Johnson

 

—¿Te crees especial, James?

La mano derecha de él me rodeaba y descansaba sobre la mitad de mi espalda, aunque el agarre era firme. Con la otra me tomaba de la mano con delicadeza para crear el cuadro perfecto. En algún momento yo misma levanté la mano y reposé el codo sobre el suyo como si hubiéramos bailado ya tantas veces que me movía por instinto. No sabía cómo terminé abrazada a él, todavía no me reponía de ver cómo ese chico jamás se esperó el puño que aterrizó en su rostro. Fue tan… rápido e innecesario. Jamás estuve en peligro, no después de enfrentar a Michael en mi tiempo y ver cómo James acabó con él con facilidad.

Él vestía un esmoquin negro que le cubría las caderas. Como James estaba tan cerca yo podía distinguir la camisa de seda blanca y el lazo negro que utilizaba. Era un hombre hermoso y muy masculino, sobre todo con el fedora que dejó sobre la barra. En esas semanas lejos perdió mucho peso, si bien a través del tacto sentía los brazos más fornidos que antes.

Inhalé profundo y el olor ácido del cuero penetró cada fibra de mi ser hasta formar parte de mí y devolverme esa familiaridad que me fue negada. Los ojos se me humedecieron y me regañé a mí misma. James no era mío, nunca lo sería. Tenía que forzarme a olvidarlo, encontrar a alguien más.

—Estás en mis brazos. —Cuánto extrañé esa voz áspera e inconfundible.

Su aliento me llegó como una brisa ligera, pues mantenía la mirada fija en el hombro mientras él me guiaba con sutileza y maestría. El olor era a alcohol como en los demás —era la única tonta que pensó que ese establecimiento de jugos estaba en la ruina. Fui la burla de todos hacía una semana—, pero en James era diferente. No se percibía dulzura, sino algo amaderado y varonil. Era desconocido y a la vez familiar. Quería probarlo, mas no deseaba una copa. Anhelaba llevar las manos al rostro de él y acunarlo para entonces recorrerle con mi lengua el labio mullido y halarlo con suavidad entre mis dientes. Eso de seguro le arrancaría un jadeo a él y solo entonces exploraría cada rincón de su boca y nuestras lenguas se entrelazarían. Así reconocería ese sabor tan aromático que me acompañaría para siempre.

Algo debía estar mal en mí… Nunca pensaba de ese modo y, sin embargo, algo recóndito me hacía creer que no sería la primera vez que lo experimentaría. Me revolví entre los brazos de James, pues necesitaba huir… Escapar de mí misma. «¿Qué pensaría él si pudiera entrar en mi cabeza?» Me quedé rígida y forcé a James a detener el vaivén perfecto que acompañaba esa canción que yo desconocía, no obstante, expresaba todo lo que me tenía que callar. Bajé la cabeza, un nudo me cerraba la garganta y mi corazón se sentía desenfrenado.

—Aquí, mis ojos están aquí. —Los dedos en mi rostro aumentaron mi angustia mientras él me obligaba a observarlo.

Contuve el sollozo, aunque no pude hacer lo mismo con la lágrima que se me escapó. James jamás apartó la verdosa mirada de la mía mientras tenía los labios en una línea recta. Di un paso atrás y él me dejó ir.

La música volvió a ser ligera y las personas a nuestro alrededor se movían frenéticos y divertidos. Rompí el hechizo que mantenía la mirada de James sobre mí, pues uno de los chicos me agarró y pretendía que bailara con él. Bajé la cabeza de golpe cuando una mano familiar me serpenteó por la espalda hasta rodearme la cintura. En tanto yo contenía el aliento como si eso me permitiera escapar del abrazo posesivo. Levanté la cabeza otra vez, ya que el joven no me soltaba y las palabras no lograban abandonar mi garganta para rechazar a ambos.

Esos labios con los que soñaba se acercaron a mi oído y rozándomelo susurró:

—Vuelve a casa. —Un resuello me brotó del pecho a la vez que negaba una y otra vez con la cabeza—. Ahora, babe.

Le dediqué una sonrisa incierta al muchacho frente a mí, quien, con renuencia, me soltó la mano. Enderecé la postura y cuadré mis hombros. Mientras un paso tras otro me dirigí al guardarropa sin mirar atrás. Cerré los puños al escuchar los murmullos. En el instante en que pasé junto al grupo de colegiales los escuché discutir, mientras observaban a James con cautela.

—Ella bailaba conmigo primero. —Se quejó el estúpido que intentó apartarme de James.

Era horrible no entender la mitad de lo que decían. Apresuré los pasos, ya no quería estar allí. En mi huida choqué con varias personas, por lo que me gané otra oleada de murmullos y miradas desdeñosas. Al parecer, incluso para ese lugar, era demasiado impetuosa. En mi huida unos brazos desconocidos me rodearon de la cintura.

—Cuidado, tomato[1]. No queremos que una vamp como tú se lastime.

Me alejé del hombre sin dedicarle ni siquiera una mirada. No quería que James causara más estragos. Abrí la puerta del guardarropa para tomar el abrigo y marcharme, sin embargo un gritito se me escapó de la garganta. Ethel estaba allí y ella… ella…

Dangle!

Una tela translúcida con encaje era lo único que le cubría el cuerpo mientras un hombre la fotografiaba con un trípode y el otro la acariciaba, la vestimenta del hombre estaba desordenada.

Imaginé que Ethel me exigió que me largara y con mucha tranquilidad lo habría hecho. Sería feliz, me presentaría frente a James y le mostraría la clase de mujer que cortejaba, pero ella parecía algo más que borracha, me percaté la primera vez hacía una semana. Era probable que utilizara alguna clase de droga.




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