Perdido en el Tiempo

Capitulo 3

Era él, definitivamente era él, Zapata yacía muerto, tendido en el suelo y con marcas de choque por parte de la maquina en la que yo había llegado, no podía creer lo que veían mis ojos.

-María, ¿Qué año estamos?-

-1914, es 14 de mayo de 1914, ¿Por qué?-.

-¡maldición, dime que estas mal!, dime que es 10 de abril de 1919, dímelo por favor-, mis lágrimas salían sin poder contenerlas, pues sabía exactamente que el curso de la historia ha sido cambiado, no soy físico pero era de mi conocimiento la más básica de las teorías de las líneas del tiempo, si cambias un hecho histórico, cambias el mundo por completo, “el efecto mariposa”.

-¿Qué sucede el 10 de abril de 1919?- me pregunto María, era obvia la pregunta ya que para ella era un año el cual aún no llegaba, y aunque estoy seguro que algunos científicos que estén leyendo esto se enojen por lo que voy a comentar dadas las posibilidades catastróficas que son el revelar lo que sucede en el futuro, no me importo en ese momento, es más, no sabía ese hecho en ese momento.

-el 10 de abril de 1919, es la fecha que Zapata muere en una emboscada a manos del ejército del general Pablo González, ese era su destino, así se supone que va la historia y ahora la acabo de cambiar accidentalmente, ¿sabes lo que significa?, significa que todo en el futuro va a cambiar, no sé a qué magnitud, no soy científico pero cambiara, dado que hoy no debía morir Zapata, ¿Qué voy a hacer?, esto es terrible-

-Tranquilo Juan, debe haber una solución, busquemos tu máquina y regresemos a tu época, evitas que suceda tu accidente y listo problema resuelto-

-es una pésima idea, ya que por si no lo recuerdas, no tengo idea de cómo manejar esa maldita máquina-.

-eso es un problema bastante grande mi amigo, pero, a como yo lo veo, en vez de preocuparte, debes ocuparte, así que primero lo primero, ocupémonos del cuerpo, si alguien llega a verlo entonces si será nuestro fin, ya después veremos cómo arreglamos el resto-.

Era imposible la tranquilidad de María, no sabía si lo decía en serio o no dimensionaba la magnitud del problema, pero en algo tenía razón, llorando y sentado en el suelo no se iba a resolver nada. Hicimos un hoyo profundo en la tierra, aproximadamente unos 4 metros de profundidad, tomamos el cuerpo de Zapata y lo arrojamos al hoyo, lo cubrimos de tierra hasta rellenar totalmente el hoyo, me disculpe con el difunto, tomamos nuestros caballos y emprendimos camino nuevamente hacia el sur de la ciudad de México, a lo lejos se veía un pequeño montículo sin lapida ni ningún tipo de insignia, nadie se imaginaria nunca que allí yacen los restos del “Atila del sur” Emiliano Zapata.

Pasaron un par de días para poder llegar a la ciudad, sorprendentemente no ha cambiado mucho, la única diferencia es que el aire se respira más limpio y hay más caballos por las calles, al llegar lo primero que hicimos fue buscar un lugar donde pasar la noche, por suerte encontramos un lugar, sinceramente no sé cuánto fue del hospedaje porque María hizo la labor de compra, aunque tampoco me preocupaba ya que ella me dijo que les robo todo su dinero a los hombres que nos iban a matar días atrás, al entrar al lugar me recosté en la cama, no era lo mejor pero ese día recuerdo que fue para mí una maravilla, después de días de dormir atado a un poste o en el suelo, el sentir el colchón de una cama fue una delicia para mi cuerpo al grado que me quede dormido momentáneamente ya que María me despertó de golpe mostrándome un nuevo recorte de un periódico.

-despierta “gato loco”, tenemos problemas, aquí dice que tu maquina empezó a desvanecerse el día de ayer, no desapareció pero está activándose-

-¿Qué?, pero ¿Cómo?, no hay nadie piloteándola-

-pues no sé, pero debemos llegar a ella a la voz de ya-

-aún no hemos resuelto el problema de Zapata, no nos podemos ir así como así-, se me acababa el tiempo, debía pensar en algo, no podía dejar este problema, esa maldita maquina solo me había traído penas y ahora un asunto de porciones mundiales si no lo resuelvo en estos momentos, mi mente daba mil vueltas, no sabía qué hacer, cada idea que pasaba por mi mente era tan imposible como la anterior y la que le seguía a esta, todo parecía perdido, y no veía salida a esta situación hasta que una noche mientras María y yo analizábamos una de las posibilidades para poder resolver el asunto en el que nos habíamos metido, escuchamos uno disparos justo en la calle de enfrente del cuarto donde nos encontrábamos, y como de costumbre, dado el hecho que los disparos en esa época parecían ser muy comunes, me acerque a la ventana para cerrarla y evitar alguna tragedia dentro de la habitación, pero, en ese momento como si fuera el destino mismo el que nos sonriera, vi a uno de los hombres que se iban a enfrentar, aunque en un principio su imagen en mi cerebro fue fugaz, mi segundo vistazo fue más prolongado para analizar lo que mis ojos miraban ante mí, un hombre con sombrero y bigote idéntico a Zapata, mi suerte estaba cambiando en ese momento, le hable a María y ella al ver al hombre desde la ventana, quedo perpleja con lo que veía, era nuestra oportunidad de arreglar el terrible caos que teníamos entre las manos. Aunque la persona era el vivo retrato del difunto caudillo, su aspecto era más de un vagabundo, alcohólico, sin ningún tipo de futuro en su horizonte, sé que parecía una locura pero no tenía más opciones, teníamos que hacer que ese vagabundo fuese Zapata a como diera lugar.

-ya te dije, maldito vagabundo que te alejaras de mi negocio, y que si no lo hacías te ibas derechito al otro mundo-, esas fueron las palabras del hombre al que se enfrentaba nuestro sustituto de Zapata, quien, con una voz tórpida y palabras entrecortadas producidas por el exceso de alcohol en su sistema, le contesto algo inentendible a mis oídos pero creo que su contrincante si entendió ya que sin pensarlo dos veces le disparo; el sombrero, del vagabundo, como si tuviera vida después de la primera detonación salió disparado de su cabeza, el vagabundo sin saber aun lo que sucedía disparo en defensa y de un tiro, la bala logro impactar la mano del otro hombre, este retorciéndose de dolor escapo de allí, diciendo maldiciones al aire y sangrando de la mano, después de eso María y yo bajamos las escaleras para ir con aquel vagabundo, aunque lo perdimos de vista por un momento no fue difícil localizarlo, lo fuimos encontrando a tan solo unas calles a lado de donde nos hospedábamos. Al darle alcance su hedor era nauseabundo, se veía que no se había bañado en varios meses, el pelo lo tenía demasiado largo junto con su bigote, lo bueno para él es que al parecer era lampiño de barba pero eso no evitaba que, por la suciedad, la barbilla pareciera tener una barba algo corta, obviamente no era vello facial, sus ropas estaban sucias, rotas y obvio estaba el ahogado de ebrio, apenas y podía levantarse.




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