Perdón, por elegirte a ti. (libro 1)

CAPÍTULO 14

—¿Has ido a una granja? ¿Sabes que es?

—Tengo entendido que se cultiva verduras, frutas y crían animales —extrañado a tal pregunta—. ¿Me quieres decir algo?

Ella vuelve a echarse en el sofá muy pensativa.

—¡Hey! te estoy hablando a ti —llamando su atención.

—Lo siento, te contaré el motivo de mi visita, mi tío Douglas vive en una casa de campo dentro de un amplio dentro de un lugar muy confortable —explicándole lo más claro para que se hiciera una idea favorable del campo en general.

—A mi criterio lo describes bastante agradable ¿y qué tengo que ver con dicha granja? —la mira tan fijamente que la pone nerviosa.

—Me iré unos días allá por recomendación de mis padres  —le responde audazmente—. Mi hermana no puede venir conmigo y mis amigas sí que menos, así que pensé en ti precisamente.

Al mencionar aquello a Müller se le resbala el plato que sostenía en sus manos y lo recoge rápido, Adler sabe perfectamente que eso violaría las reglas ni en sueños haría eso, pero no soportaría dejar de verla y estar miles de millas de distancia de ella, lo que significaba padecer y tolerar una clase de vida muy distante de la suya nunca ha estado en potreros ni cerca de animales de corral.

—Te propongo que me permitas comentarlo con mi tío y te aviso cuál fue mi respuesta. —¡listo! No tengo ningún problema con eso me marcho, concerté una salida con mis amigas.

—Entiendo, que te la pases bien cuidate.

—Tú, tambien —meneando su mano al bajar por las escaleras.

Vacilo si denegar su propuesta o no, el hombre de confianza de su familia se arrimó y no pronuncio palabra alguna con lo tocante a comprometerse en seguirla a una alocada travesía a esa muchacha.

—No estará considerando la sola posibilidad de ir tras de ella, recuerde joven usted está sometido a ciertos confines.

—¡Por supuesto que si! —lo miro desafiante—. ¿Qué hay de malo en que vaya? —refunfuña.

—Sé que le retribuye hacer buenas obras no obstante varios obstáculos se le interponen entre esos, que yo sea destituido de mi función y desterrado de su familia —se frota el mentón acorralado en que determinación es la indicada.

—Hagamos una cosa si va con la señorita Litzy no te separes de ella por ninguna circunstancia, yo me las arreglaré con mi jefe, tu padre.

El plan que crearon consistía en que este escondería a sus señores las andanzas de su unigénito, él les hablaría de infinidad de cosas para tenerlos complacidos a decir verdad se le agotaba el tiempo de permanencia en estados unidos. así que le comunico que aceptaba ser su compañero de viaje, aunque él quisiera ser su compañero de vida. La alborada se contemplaba en tanto que Litzy tachaba en un listado lo que requeriría en su estadía con la familia de su tío, llevaría una pequeña maleta y un morral, cargo su valija hasta la puerta de su casa. Adler acudió puntualmente, en la mochila que cargaba contenía lo básico que usaría unas prendas de vestir y otras más, el nomas se dignaría a ser su acompañante en todo el camino se la pasaron conversando indudablemente congeniaba, ella lo veía como un niñato tal situación no lo hizo querer renunciar. En la estación de trenes sintieron el clima abrasador comparado con el actual de manhattan, debieron caminar por más de 15 minutos lo apto para el ponerse como tomate lo que provoco la risa de la señorita tolerable al sol, ya que no se visibilizaba la exposición solar en su piel, el paisaje que se apreciaba era vistoso un bosque espeso envolvía su trayecto hacia la propiedad.

—¡Hola sobrina querida! —la tomo entre sus brazos un hombre mayor no superaba los cincuenta años.

De apariencia desgarbada con un overol y cabello tenuemente encanecido, detecto su presencia a pocos centímetros.

—¿Quién es ese? —lo detallo desconfiado—. ¿Oye tú ven para acá?

—Es un amigo lo convide a venir conmigo.

—¡Que muchachito tan grande alguien aquí le dieron mucha leche de vaca! —le expresa al sacarse una espiga de trigo de su boca.

—Me llamo Adler, mucho gusto señor —le da la mano en un gesto de simpatía.

—El gusto es mío muchacho —estrechando su mano—. No te asoleas con frecuencia — refiriéndose a sus cachetes enrojecidos.

—No, seguramente me hace falta señor.

—No me sigas diciendo señor, suena muy primoroso dime Douglas solamente —poniendo su brazo derecho sobre el hombro de Litzy al dirigirse a la vivienda.

—Como diga Douglas — siguiéndolos sin parar de divisar la fachada de la casa.

El primer día en aquel antedicho y exótico paraje les figuro al par de jóvenes un tour por el rancho espacioso, obviamente ya lo conocía, pero le atraía estar ahí debido a que solía juguetear en medio de los maizales con su gemela y perderse, a decirlo bien adentrarse acostumbrada a lo que la otra lloraba cuando la perdía de vista, ese aire cálido la llenaba siempre supo que si se desmoronaba su mundo al único lugar que iría seria a ese.

—Creo que hay una parte de ti en este lugar —viéndola reflejar una alegría indescriptible.

—Así es tienes razón, viajábamos con mis padres hasta acá en navidad y justo en este terreno que ahora se encuentra desierto crecían unos cultivos de maiz  —señalo una parte de tierra cercada.

—En las noches eviten merodear en los alrededores —los interrumpió el señor Douglas—. Me doy cuenta de que son muy amigos.

—Vivimos en el mismo distrito con unas calles de diferencia —declara ella.

—¿Es americano como nosotros? —le interroga reticente.

Este bonachón y campechano granjero había sido instruido toda su vida con el pensamiento de que los alemanes eran una raza maldita, dado que el abuelo de esta sirvió en el ejército que ayudo a derrocar a los nazis en una época remota, también se enlistó igualmente a las fuerzas armadas por lo cual era un veterano dedicado a la cotidianidad rural.

—Claro que si es de nueva york igual que yo.




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