Perdón, por elegirte a ti. (libro 1)

CAPÍTULO 16

Esa misma tarde habían pactado reunirse Adler y Litzy para parlotear como de costumbre referente a donde irían el fin de semana, de repente escuchan que alguien baja vertiginosamente por las escaleras.

—¡Ups! Perdon prima —acalorada al precipitarse hacia el primer piso.

—No hay problema, ¿necesitas algo?

Esta adolescente clava sus ojos en él y de inmediato queda prendada, en su parecer es extremadamente guapo su debilidad era ese tipo de chicos altos, rubios y de mirada penetrante, la dejaban sin aliento.

—¡Oh! buenas tardes, digo ¡hola! —se despabila.

Se ruboriza cuando Adler la mira fugazmente para volver a los suyo.

—¿Me puedo sentar con ustedes prima?

—Eh si, creí que debías hacer otra cosa.

—No, ya no recordé que lo había hecho antes —sin dejar de sonreírle intencionalmente a él.

—Te presento a mi prima Francisca vive en república dominicana.

—¡Ah! Hola Francisca me alegro de conocerte soy Adler —se le notaba la apatía por esta.

—Lo mismo opino yo —rozando su mano a lo que él la retira.

Aunque era innegable que su aspecto físico deslumbraba por ser de tez trigueña y largo cabello liso negro hasta su cintura y ojos almendrados, su potencial estaba en su forma de vestirse muy pomposo y querer mostrar sus encantos. Le genero incomodidad al percatarse de que no paraba de observarlo abiertamente, entretanto llenaban un crucigrama que levanto su cara para mencionarle cierta inquietud.

—¿Qué tanto me miras? Dime —atento a su respuesta.

—Discúlpame es que te me haces que no eres de aquí —enrollándose un mechón de su cabello en sus dedos.

Litzy optó por desatender lo que se decían.

—¿Por qué?

—Porque no hay bombones como tú en este país.

Litzy al oírla se contuvo para mofarse de lo coqueta y ridiculez de su actuar, él no supo que responderle, ya que esas palabras las empleo con el propósito de conquistarlo, fue consiente que no caería en sus embrujos. Este solo seria uno de los sinfín de intentos de aquella jovencita de rostro angelical que seduciría a quien quisiera.

A menudo con mayor frecuencia ella se autoinvitaba así misma a cualquier salida, lo que desagradaba a Adler, pero procuraba moderar el impulso de reprocharle su atrevimiento. Se rehusaba a sus demostraciones disimuladas a lo que Litzy no se daba de cuenta lo que sucedía, acrecentando más su atracción por el chico de ojos azul celeste, lo sofocaba se sentía agobiado. Un martes de los tantos que existían en el calendario decidió buscar a la señorita Thompson, el solo cruzar la puerta trasera con la desventura de toparse a Francisca cortando con las tijeras unas figuras de personajes animados de una revista. Llevaba puesto una braga de jeans que combinaba con una blusa de color melocotón y trenzado al estilo francés su cabellera en conclusión muy bien arreglada, su primera impresión fue que saldría con su mamá a alguna parte.

—¡Hola Francisca! —se para firme delante de ella.

—¿Qué tal? ¿cómo te va? —soltando las tijeras en el suelo—. Litzy aún no llega de su curso, si deseas mientras ella viene nosotros daremos un paseo — apretó los labios.

—Si, ¿por qué no? ¿A dónde? —a comer helado sabias que mi favorito es el de vainilla.

Recogió la revista y lo demás y entro a la cocina depositándolos en la basura menos las tijeras.

Por un instante se le ocurrió la idea de cancelarle la invitación y volver otro día, caducaba su tiempo ahí. ¿acaso lo conveniente seria declararle mis sentimientos a la universitaria que un mes atras entrevisto mi propio padre? ¡es absurdo! pensó. Incluso si lo detestara se llevaría al menos una sensación gratificante de haber expuesto su corazón, ensimismado en eso que le rondaba en su pensamiento. En la heladería no quiso helado tenía que abstenerse de probarlo o su condición física lo delataría con sus padres al estar en Alemania. La chica de acento isleño se obsesionó en indagar en su vida, sus aficiones e intereses.

—¿Cómo te apellidas? —¿Tienes ascendencia europea o americana? —se embute una cucharada con la mirada fija en él.

—Mi apellido es ¡Wilson! —le mintio por prohibición y seguridad nunca debía revelarlo a extraños.

—¿Desde cuándo conoces a mi prima?

—Hace poco, nos conocimos en una feria contéstame lo siguiente —imitando su modus operandi—. ¿Tienes ascendencia latina o nortemericana? ¿Y cuál es tu apellido? —le mostro un semblante serio.

Ella se intimida desistiendo en seguir su interrogatorio.

—¿No me contestarás? bien, tomaré ese silencio como un no se a la primera pregunta de una vez te resumiré mi deducción, eres una mezcla a causa de ello es tu tono de piel y tampoco es verdad que eres mitad de cada cosa me inclino a decir que eres mas caribeña que norteamericana.

Sin argumentos para confrontarlo tenía razón a lo que prosiguió el jovencito.

—De tu apellido me tiene sin cuidado eso no nos clasifica en esta sociedad tan ajetreada.

En toda su existencia jamás había sido tan insolente y despreciable con una persona y peor una chica de su edad. Durante la caminata disminuyó su meloseria y él no intimo lo acontecido en aquel local de helados, de improvisto se le atravesó en pleno anden abarrotado de gente.

—No quiero que me odies, perdóname me deje llevar por mi ansiedad.

—Soy yo el que te debe una disculpa por mi comportamiento seguiremos siendo amigos en cuanto no me ocasiones hostigamiento.

—¡Trato hecho! —estrechan sus manos y se hace a su lado derecho en medio del gentío afanado en la caótica nueva york.

Finalmente, escogió no ir a verla seguramente había vuelto de su curso de español, fue suficiente con pasar un mal rato con su primita la coqueta. Chris practicaba a encestar el balón de básquetbol en la canasta en la parte trasera de su casa, apareciendo de la nada su compinche.

—Te pierdes amigo, sabes que sin ti no hay diversión —le tira la pelota a lo que él la atrapa.




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