Perdón, por elegirte a ti. (libro 1)

CAPÍTULO 19

A largas zancadas iban los dos chicos por el gigantesco pasillo Jaim y Cheick quienes eran amigos y compañeros de estudio de Adler, los estudiantes se enfilaban a las aulas de clases, pero ambos se fijan que atrás de ellos a pocos metros venía Franz, un odioso y petulante chico que desde semanas anteriores los asediaba para hacerles la vida un infierno dentro del instituto, a lo cual se desviaron a la biblioteca evitando así toparse con él.

—¿Cheick hasta cuando vas a soportar que te siga molestando?

—No puedo hacer nada si me defiendo me expulsaran.

Entrelazo sus dedos sobre la mesa y bajo la mirada vivía una situación insostenible.

—¡Si puedes! Habla con algún profesor, seguro te escucharan y entenderán tu problema.

Jaim intentaba alentar a su amigo para que contara lo que le hacía Franz todos los días.

El fundamento de su matoneo contra ellos especialmente en cheick se basaba en su origen, aunque había nacido en Alemania sus padres eran senegaleses, su papá fue designado como embajador de ese país en berlín. Y a veces la discriminación se enfocaba a jaim que también era alemán con ascendencia judía, todo por llevar siempre en la coronilla de su cabeza el kipá un gorro muy característico de su religión.

—Si Adler estuviera aquí nada de esto pasaría —murmura Jaim—. Con él nunca se metían.

—Tienes razón, ni modo tendré que seguir aguantándolo.

Se levantan de sus sillas para ir al salón, las clases casi comenzaban y tenían prohibido retardarse.

En el receso Franz junto a sus dos camaradas planeaban atosigarlo.

—Ya saben, vigilen que no venga ningún maestro y cualquier cosa me chiflan.

De tal forma que los otros se colocaron en cada lado a las afueras de los baños, le hicieron señas a este avisándole que avanzaba hacia allí su objetivo.

—Hola caballeros —les sonrió burlonamente al salir de uno de los retretes.

—¡Déjalo en paz! ¿qué te traes con él?

—¡Tú cállate imbécil! Sal de aquí o te pesara.

Lo amenaza con un gesto en el cuello mientras se reía, oyó que silbaban alertándolo de la presencia de uno de los profesores.

—Te salvaste negro la próxima te irá peor y tu judío vamos aver si serás valiente mañana. 

Se lava las manos y les avienta agua mojándoles una parte de sus uniformes, rogaban porque Adler regresara a estudiar.

En la mansión ya aguardaban por su unigénito los waltmannhausen acordaron recibirlo y aplazar por un día sus apretadas agendas. Las enormes puertas de madera de cedro se abrieron de par y su hijo apareció soltando el peluche que llevaba a un lado, abrazando a su madre de una manera que la hizo recordarlo de pequeño, en verdad la extraño todo este tiempo. Enseguida fue el turno de su padre que visibilizo una alegría por verlo de nuevo en casa. Ligeramente cansado por las horas de viaje, subió a su recámara y reparo en ella en su totalidad todas sus cosas seguían en el mismo sitio como si fuera sido ayer, cuando su padre lo obligo a acompañarlo a estados unidos en uno de sus viajes de trabajo. seguidamente, fu a su escritorio y se sentó soltando los cordones de sus tenis y luego se los quito. Por unos breves momentos se enfrascó en lo más recóndito de sus pensamientos, por lo cual su progenitora ingresa a su dormitorio sin el notarlo.

—Adler, cielo, cuéntame ¿cómo te sientes de volver a tu hogar a tu verdadero mundo?

Mira en su cara una expresión de retraimiento con lágrimas que derramaba.

—Adler —toca su mano delicadamente.

De inmediato se despabila pasándose las mangas de su sudadera por los ojos encubriendo la tristeza que lo invadía.

—No te vi venir mama —se muestra animado, fingiendo que nada le pasaba.

—¿Por qué estás llorando? ¿A caso te querías quedar allá? —toma asiento y cruza las piernas interesada en que le diría.

—Sé que soy débil, y me disgusta verme como un bebe que lloriquea por cualquier tontería —frunciendo los labios.

—Eres un buen chico de corazón noble e incorruptible.

—Eso es malo, porque puede acarrearte dificultades.

—¡Ya fue suficiente! Si tu idea era vivir permanente en ese país, pues no se te cumplió ni cumplirá.

Se incorpora para advertirle que debe comportarse como es debido y que irán en unos minutos a Italia, a la campiña que es una de las propiedades que hace parte de las innumerables posesiones de sus padres. A donde pasarían el resto del día.

—Está bien —calzándose los tenis blancos desgastados.

A él realmente le apetecía encerrarse y no salir al exterior por meses enteros. Se sentía fatal. A bordo del jet privado se ubicó en uno de los puestos finales, se colocó sus audífonos de diadema y leyó por un rato, librándose del que ahora era su pasado, sin embargo aun así resurgio en su mente la bonita gringa de cabello bermejo tanto que escribió su nombre en la contratapa del libro antes de adormilarse. Se da cuenta su mamá abrigándolo con una manta de lana. procediendo a bajar la ventanilla evitando que le fastidiara la luz.

La universitaria quiso eliminar cada experiencia vivida a su lado, solo es un mocoso esto argumentaba ella. Reduciendo la importancia que ese adolescente tuvo en su vida. En cuanto a Francisca se llenaba de satisfacción por haber logrado su fechoría, no tenía remordimiento de ser la causante de la terminación de la amistad entre su prima y el jovencito que le gustaba, conforme a su pensar él se lo merecía. Un cambio visible brotó de Litzy opacada y reservada, creo un vacío en su interior, percatándose de su situación Lesly que directamente la interrogo quería respuestas.

—Algo te sucede, nos conocemos bien una a la otra.

—Que no me pasa nada, estoy bien.

Lesly sabía que mentía y sospechaba la causa, cierra la puerta y se le acerca decidida a hacerle hablar.

—Dímelo, Litzy confía en mí.

—No me apetece hablar de nada —mirándola fríamente.




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