Perdón, por elegirte a ti. (libro 1)

CAPÍTULO 20

En las instalaciones de una televisora local con años al servicio de la comunidad, Litzy se presentó en compañía de Josh para llevar a cabo su actividad académica, a lo cual debían formar pareja. Estaban al aire en el preciso momento que la presentadora una mujer de complexión delgada y estatura baja, bien parecida, hablaba frente a la cámara con una voz neutra y pausada. Ella quedó admirada al ver el profesionalismo de aquella comunicadora, que seguramente contaba con varios años de experiencia, se prometió así misma convertirse en una de las mejores periodistas de su país.

—Se le nota su gran trayectoria en esta profesión —infiere Josh a su lado.

—Indiscutiblemente, es así —saco unas hojas de la carpeta que contenían una serie de preguntas y respuestas.

Tomaron apuntes de lo que vieron y realizaron una corta entrevista al director de televisión, obteniendo un buen material para su investigación.

—¡Lo tenemos! Ahora solo nos hace falta editarlo y listo —ordenando cada papel de modo que fuese fácil corregirlo.

—Oye Litzy, tú me comentaste que hacías un curso de español ¿por qué escogiste ese idioma en específico?

—Porque muchos países de Latinoamérica lo hablan, y además sería una ventaja para mí en lo laboral pudiendo trabajar fuera de estados unidos.

A Josh en lo personal le asombraba la capacidad que esta poseía para ver las oportunidades donde muy pocos se aventurarían tan fácilmente. Era muy temeraria cuando de sus sueños se trataba.

—Tienes cosas a tu favor, espero poder tenerlas por igual —titubea—. Algunos nos cuesta subir a la cima señorita Thompson.

Su rostro trasmutó por como lo dijo, rememorando a la persona que solía llamarla de esa forma visiblemente afectada, así que el intento indagar que le sucedía.

—Dime, ¿qué tienes? Te pusiste rara ¿dije algo malo?

—Es que los profesores suelen decírmelo en un tono tan formal lo de señorita Thompson —en sus adentros proliferaba sentimientos negativos hacia quien lastimo lo que más quería.

—Bueno, te creo. salgamos hemos terminado por hoy.

En el tiempo que llego a su domicilio se da cuenta de que su familia se reunía en la sala, se le viene a la mente que pudo haber pasado.

—¡Hija! Has vuelto pronto en buena hora, ya que se anunciara algo importante —le cuenta su mamá muy animosa, de pie en el centro del cuarto de estar.

—¿Me perdí de alguna noticia? —pregunto aturdida.

Suelta su bolso y lo deja caer al suelo.

—Nada de eso, siéntate ya sabrás —le dice su madre.

Acata y se apoltrona en uno de los sofás, en un inicio creyó que habría problemas dado la reserva en revelar la finalidad de dicha reunión familiar. De hecho su tía Brandie se endereza para posteriormente dirigirse a ellos.

—Se preguntarán por qué los convoque, me alegra inmensamente anunciarles que ¡me caso!

Las hermanas se miraron mutuamente sin comprender bien el asunto.

—Tía, ¿has dicho que te casaras?

—Si, mi Litzy. ¿No estás emocionada?

—¿Con quién? —la interroga estupefacta Lesly .

—A ver, chicas, mi matrimonio será con otro guapo dominicano, llevamos un año conociéndonos y teniendo citas románticas .

Mostrándoles una sonrisa de oreja a oreja al decirlo a los cuatro vientos. No estaban muy complacidas al saberlo de por sí, la tía Brandie acostumbraba a tropezar con la misma piedra, a Francisca esto la tiene sin cuidado, habituada a los vaivenes en la vida de su madre, cualquier decisión de su parte le significaba cambios de los cuales se adaptaba. Según las palabras de su tía contraería matrimonio en unas semanas lo conveniente para los preparativos.

Mientras tanto el jovencito intelectual y habilidoso cumplía con sus deber de hacer las tareas, no lograba concentrarse la pena lo estaba consumiendo al extremo de sollozar, a la vez una ira se apoderó de sí mismo arrojando sus cuadernos al piso. Llorando en su escritorio poso su cabeza sobre este y cubriéndose con sus brazos para hundirse en la melancolía. Noche tras noche se repetía la misma escena durante las posteriores semanas, cada madrugada retornaba su llanto su consuelo residía en abrazar el conejo blanco de felpa al borde de su cama, hubo ocasiones que no dormía sufriendo en silencio ante su padre y demás personas. Se colocaba una especie de máscara ocultando su martirio. Las ojeras fueron surgiendo debajo de sus ojos y la mirada amenguada, la dureza en su corazón se fue intensificando, poco a poco el chico de siempre iba desapareciendo. Temprano en la mañana Adler tenía sus clases de introducción en el mundo laboral como se le dominaba, la gran mayoría de los estudiantes habían entrado excepto Jaim, que caminaba por uno de los muchos corredores de la institución, fue la oportunidad perfecta para Franz y sus colaboradores lo siguieron, este agarro y tiro su kipá al suelo mofándose de él. Se agachó para recogerlo, pero determina oponerse a un hostigamiento más.

—¡Lo único que saber hacer es meterte con los más indefensos Gildenberger! —le reprocho, cansado de sus infinidades de acosos y humillaciones.

—¿Qué dijiste Cohen? —se gira—. ¡Dímelo otra vez!

Avanzo en su dirección dispuesto a tomar revancha.

—Lo que oíste, mira como tiemblo —contesto valentonado.

Los dos se miran tan cerca uno del otro, incitándose a pelear.

—Contigo no era el asunto y te metiste, afrontarás las consecuencias.

—Ya lo veremos, Gildenberger.

Cheick se pone tenso y Adler asume que algo pasa, analiza su entorno percatándose que Franz y dos compañeros se ausentaron, justo iría a buscar a su amigo cuando lo ve ingresar y brevemente los otros tres, no le dio la transcendencia a aquel hecho anómalo. Ese día los visitarían las estudiantes del instituto exclusivo para señoritas, participarían en la feria de ciencias que anualmente se efectuaba. Para eventos de ese tipo los alumnos cambiaban su uniforme, sustituyendo la camisa manga corta por una camisa mangas larga y los tirantes por una corbata de colores gris y amarillo, del resto el saco, pantalones, zapatos eran los mismos. Ahí es la primera vez que luego de dos meses concordaron Carleigh y Adler, en el pasado fueron inseparables a lo cual la rubia de rasgos finos guardaba la esperanza de poder dialogar con él, sus compañeras se ilusionaban con ganar el primer puesto y ella en estar al lado del amor de su infancia y del ahora. El estudiantado del emblemático instituto para señoritas manejaba un parecido en su uniforme escolar, la diferencia resaltaba en el color, ya que este era azul marino, la falda abajo de las rodillas, sin tirantes. Asimismo la otra vestimenta constaba de una jardinera con camisa de mangas alargadas. Una versión opuesta por ende se distinguían ambas instituciones privadas liderando la lista de las prestigiosas y costosas de Alemania y parte de europa, uno de los requisitos indispensables para poder asistir era: ser hijo de familias adineradas o tener cercanía con estas.




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