Perdón, por elegirte a ti. (libro 1)

CAPÍTULO 22

En el despacho de la rectoría interrogaban al jovencito, quien en cuestión de minutos le había provocado al otro estudiante serias contusiones en gran parte de la cara, fue notificada la señora Waltmannhausen de la mala conducta de su hijo y las consecuencias de sus actos, por lo cual procedieron con la interrogación.

—¿Qué fue lo que le motivo a querer lastimar a su compañero? —inquirió el rector en compañía de dos profesores más.

—Ya le dije señor rector fue una simple pelea de chicos —argumento de mala gana.

No los miro en ningún momento mientras respondía sus preguntas, se mantuvo cabizbajo. Ese comportamiento en él, era insólito nunca dio muestra de violencia con los demás alumnos.

—Su señora madre acaba de enviar a un representante de ella, para que se lo lleven y de paso darle la sanción correspondiente que por supuesto usted sabe cuál es.

—¿Por qué no me expulsaron como dice el reglamento? —contesto insatisfecho.

—Que le quede claro que por ser quien es, se hace la excepción tiene suerte de que no lo corra.

Él se limitó a poner los ojos en blanco ante dicha respuesta, entonces las normas solo son cortinas de humo para tapar sus intereses personales,resumió. Lo recogió el ya mencionado encargado de llevarlo a casa, en el camino se enteró que lo habían suspendido por 3 días, estaba insoportable al punto de que exigió que lo dejaran bajar del auto, el hombre elegante y el chofer acataron. Los dos escoltas que también iban con ellos, pero en otro automóvil salieron y lo siguieron al ver que descendió bruscamente del carro. Abrió su mochila y saco sus cuadernos arrancándoles las hojas y lanzándolos a unos metros de él. No se entrometieron estos conocían perfectamente de sobra las luchas y dolores de cabeza que les dio a sus antiguos custodios, lo indicado fue avisarle a Müller. Cuando arribo al sitio presencio como Adler le daba patadas a su morral.

—¡Deténgase! ¿Joven que cree que está haciendo? —dirigiéndose a él con autoridad.

—¡Trato de saciar mis ganas de destruirlo todo! —protesto enardecido.

Se pone frente a él y coloca sus manos en sus hombros mirándolo con atención logrando que cesara su actuar.

—¿Está convencido que si continúa pateándolo sé ira todo aquello que le disgusta?

Le repitió la pregunta varias veces hasta que le contesto.

—No, eso lo sé bien, pero tú que sabes que pasa por mi mente —zafándose de él.

—¡Joven! ¡Vuelva acá ahora mismo!

Se detuvo sentándose en una de las bancas del lugar retirado que se ubicaba a un costado de la carretera, circundado por espesa vegetación, su fisonomía revelaba descontento.

—Yo no tengo por qué obedecerte Müller —menciono indolente.

—Exacto, tiene usted razón, aunque alguien se niegue a aceptar que el altercado fue por una buena causa.

Adler posa su mirada en Müller intentando demostrarle lo equivoco que estaba, a decir verdad dio en el clavo, salvo que había otra considerable motivación que origino su agresividad.

—Digamos que si —asintió—. Te falta mucha información sobre mí.

—Sabe que no, ¿qué pensaría la señorita Thompson de verlo masacrar a otro chico?

Fue como apagar otro incendio transformando su rebeldía en sumisión, indudablemente la chica influía en el de una forma sorprendente. Afianzando la teoría que le gustaba.

—¿Por qué la nombras a ella? —pregunto nervioso.

—Sencillamente, buscaba confirmar mi hipótesis.

—¿Cuál hipótesis? No se a que te refieres —avergonzado—. Estas en un error esa señorita me es indiferente nuestra amistad está enterrada, así que te sugiero reservarte tus suposiciones.

Se incorporó para subir al auto y de paso volviendo a tirar su mochila esta vez en el maletero del auto. Los guardaespaldas atónitos por el notorio cambio en su ánimo, claramente Müller logro gobernar en el muchacho que solía ser ingobernable para ellos. Muy de mañana en uno de los distritos de nueva york exactamente en la residencia de los Thompson, Lesly en su alcoba hojeaba las acostumbradas revistas ambientalistas, de repente ve pasar a Francisca y decide hablarle.

—¿Francisca podemos hablar un momento?

—Dime —ingreso al cuarto de su hermana y soltó la cesta de ropa limpia encima de la cama.

—Es justo, ¿qué paguen justos por pecadores? —se cruzó de brazos al decirlo.

Perpleja quedo a lo que Lesly le hizo la pregunta, consciente a que se remitía.

—Si lo que pretendes es hacerme sentir mal, pues no te daré el gusto ¡prima!

Doblo la ropa y comenzó a organizarla en los cajones del armario, desentendiéndose de ella.

—Insistiré lo necesario hasta que confieses la verdad a Litzy y remiendes el daño que causaste, el karma retornara a ti lo mala que has sido y serás —se da la vuelta para irse.

—Primita, me repugnan me largaré en cuanto mi madre se haya casado.

—Es el colmo contigo que poco pudor tienes, ojalá seas muy desdichada.

Francisca le saco el dedo y cierra la puerta groseramente al abandonar la habitación, le reclamaría constantemente su mal obrar más adelante. La tía Brandie invita a Litzy a acompañarla a medirse el vestido de novia cuyo gusto era bueno para la ropa, en el almacén se deleitó admirando los hermosos diseños fantaseando con su propia boda la que quizás no tendría. La boutique la atendía una amable señora experta en trajes de novia con un recogido en su entrecano cabello, deduciendo que la edad de aquella mujer oscilaba cerca de los 50 años. La dama trae consigo un divino vestido largo los bordes con rosas blancas y encaje del mismo color, escotado ampliamente, su tía se emociona lo cogió tocando la delicada tela, La joven hechizada de los bellos acabados su valor era altísimo.

—¡Está lindo! No sé si llevármelo ¿qué dices Litzy?

—Es precioso, aun así podrías ver otros diseños.

A ella no le atraía los lujos ni excentricidades.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.