A la hora de cenar los tres integrantes de la familia cenaban discretamente, su padre concertó con la madre anunciarle de una vez las modificaciones hechas recientemente.
—Hijo, como sabrás lo sucedido hoy nos dejó en claro que necesitas a alguien que te oriente.
—¡A caso soy un chiquillo! —embutiéndose la porción de vegetales cocidos.
—¡No estas en condición de oponerte! —elevando el tono de voz, su padre—. La agresión que sufrió tu compañero a causa tuya es intolerable, deberé compensar esa afrenta.
—Respeta nuestras decisiones, además aseguraba que te alegraría saber que Müller hará esa labor —dijo su progenitora.
Impresionado, no estimo que pudiera ser Müller el designado a su protección, ya que ni en una sola ocasión antes de estar en nueva york habían congeniado.
—¿Es broma verdad? —los miro a ambos.
—No, no lo es cariño si quieres podemos relevarlo.
—¡Así está bien! —le contesto deprisa—. Digo que estoy de acuerdo con lo que decidieron.
—¡Perfecto! Y por último seremos los anfitriones en la próxima velada que se efectuara en un par de semanas.
A las semanas siguientes al anochecer se llevó a cabo el banquete, los presentes lo conformaban puramente familias de igual status, no incumplieron su promesa de estar ahí los Hanndorf. Por uno de los grandes ventanales Adler curioseaba a los invitados que iban bajando de sus autos blindados, sus choferes o personal de seguridad les ayudaban. Entre aquellos avisto a carleigh que fue la primera en descender seguidamente sus padres, de inmediato se escondería de su vista la estaba evitando a toda costa. Tomo un pasadizo secreto de los muchos que habían en la propiedad, saliendo hacia la parte trasera donde se situaba las fuentes de agua con figuras de querubines y el prado verde que le atribuían un encanto al lugar, más allá se apreciaba las piscinas. Los caminos cercados por arbustos cortados simétricamente, el terreno era inestimable e indescriptible. La familia de carleigh fue recibida cordialmente por los padres de este, quienes conservaban una amistad de antaño.
—¡Hola Audrey! Nuevamente te hacemos la visita —expresa la señora Hanndorf dándole un beso en la mejilla.
—Hola Konstanze, eres bienvenida es un placer tenerlos aca.
Luego le da un apretón de manos al esposo de esta y el señor waltmannhausen hace lo debido saludándolos cortésmente. Los dos caballeros se alejan para unirse a los otros asistentes, de improvisto la adolescente pregunta por Adler ávidamente.
—Mi hijo está en su habitación, ve y búscalo —le dirigió una sonrisa sincera.
—Gracias, eso haré señora Waltmannhausen —sube escalones arriba.
—Tu hija es muy educa tiene carisma, será una magnífica mujer y cónyuge.
Agarraron cada una, las copas de vino ofrecidas por los meseros.
—Esperamos que logre contraer matrimonio con un buen pretendiente de linaje —declara en voz baja.
Ella sabía a quien hacia alusión.
—Adler aun está en la etapa de la adolescencia no tiene claro las ideas y tampoco con quien querría casarse —le aclaro con entereza.
—A mí me llenaría de gozo verla con un chico como el tuyo, harían una buena dupla y beneficiaria a las familias —haciendo entrever sus pretenciones.
—Eso lo veremos, me disculpas —avanzando a saludar a los demás allegados.
Era notorio el empeño y el deseo de esta, en que su hija menor fuera la próxima señora Waltmannhausen, los elevaría en posición social. Pero para la madre o sea Audrey eso no lo debatiría. Carleigh toco cientos de veces, rindiéndose sin duda él no se encontraba en su aposento. En alguna parte de la mansión estaría, husmeo en los salones y sitios enteros. Una hora transcurrió para que el jovencito se las ingeniara y sustrajera del festín una bandeja de plata con varios filetes de pavo, la servidumbre lo vio, sin embargo se callaron por el simple hecho de ser el hijo de los señores. Una de las empleadas da aviso a Müller afanado da con su paradero, lo halla tirando el mismo pavo que se llevó de la mesa a la piscina, ensuciándola al instante.
—¡Joven! No haga eso, las limpiaron hace un rato y es un desperdicio de comida innecesariamente.
No le presta atención y continua tirándolos aún más lejos, divirtiéndose.
—Si se enteran sus padres les dañara la noche, usted no es este tipo de chico que hace estragos —analizo la situación—. Algo está reprimiendo.
—¿Cómo que cosa? —alzo los hombros y prosiguió—. Sé que no debo inmiscuirme en su privacidad, no obstante sé lo diré, le duele inmensamente la acusación de cierta señorita.
Ojea su reloj para posteriormente darle la cara.
—Deje dicho que lo acontecido en estados unidos se queda allá —puso fin a su fechoría al agotarse los pedazos de pavo.
—Debería darle una oportunidad a la señorita Hanndorf, Son similares ustedes provienen de clases sociales altas —se asienta en la reposadera que se localizaba a un lado.
—¿Qué insinuás? ¿qué corresponda a su afecto? ¡De ninguna manera! —exteriorizando su desapego a ella.
—Piénselo, con calma, y es solamente un consejo.
Le daría todo el tiempo posible, su finalidad básicamente consistía en que soltara el pasado que lo atormentaba, fijándose en la jovencita de cabellos claros, ojos expresivos y dulces. Le sumaba la pasión que tenían por el tema científico. En nueva york, el día del matrimonio, los integrantes del núcleo familiar las gemelas se retocaban sus peinados y vestidos. Lesly llevaría un rodete con rosas descompilándose de lo tedioso de estar peinándose, Litzy lo llevaría suelto con ondulaciones igualmente con rosas a los lados del pelo. Se terminó de colocar la otra rosa en su melena, se examinó completamente el labial rosa hacía embellecer sus facciones y el maquillaje le favorecía viéndose más agraciada. En plena ceremonia cuando su tia daba sus votos a su futuro esposo se evadió de la realidad, de vuelta la imagen de ella platicando con aquel chico de mirada atrayente, sonrió tontamente. Su hermana le da un pellizco despertándola de su ensueño.