Perdón, por elegirte a ti. (libro 1)

CAPÍTULO 24

El cielo se tornó sombrío llovió caudalosamente a lo cual la neoyorquina decidió caminar en medio de la lluvia, disfrazando su llanto. Una secuencia de visualizaciones de los momentos vividos con el adolescente extranjero de acento peculiar surgieron, una y otra vez se proyectó en su psiquis. Lo que más repercutió en ella fue saber que él gustaba de ella pasando por alto las señales, por su aislamiento emocional.

—¿Qué haces en medio de la calle? —pregunto Josh viéndola andar descalza y empapada de pies a cabeza.

—Pensando —dice con la mirada perdida.

Josh se cubría del fuerte aguacero con la chaqueta sobre su cabeza, él se dio cuenta de que efectivamente no estaba bien.

—Te hará daño seguir bajo la lluvia —insistió—. ¡No sigas Litzy!

—Otra cosa es la que me hará daño y no precisamente estar a la intemperie —exclamo triste y desolada.

El joven Jones no pudo hacer nada y prefirió dejarla que prosiguiera, quería estar sola eso lo supo.

Al mismo tiempo, en Alemania era de media noche Adler asentado en su cama tenía su portátil sobre su regazo, indeciso. De lo razonable de seguir el consejo de Müller, darse una oportunidad con Carleigh conocerla a fondo, abrió la laptop pero se resistía a ser más que amigos así que la cerro. El recuerdo de Litzy aun se hacía presente en su corazón, miro detenidamente el peluche que había puesto en la silla de su escritorio, inmediatamente se dijo así mismo que debía liberarse de ataduras, de nuevo abrió el dispositivo, mando un mensaje aguardo unos minutos. similarmente, carleigh estaba en su computador lo solía utilizar cuando no conciliaba el sueño. Se contentó ver en su bandeja principal un mensaje del único chico que le interesaba, sin titubear le respondió intercambiaron mensajes hasta la madrugada en que ambos se durmieron. La invito a venir a visitarlo llegando puntual, la atiende Müller quien le indico que la estaba esperando en el mausoleo familiar, que se situaba a corta distancia de allí. La condujo a la edificación formidable que en su entrada poseía a cada lado esculturas de yeso de leones en posición de guardianes.

—¡Hola Adler! ¡Buenas tardes! —observa que tiene levantada la vista a las lápidas más altas.

—¡Hola Carleigh! —se giró para saludarla—. Hace mucho no venía acá, es bueno recordar los antepasados.

Se acercó a ella lo aceptable y le hizo un gesto con su mano en la dirección que irían, cruzaron por un pasillo de aspecto tenebroso a raíz de la deficiente luz que ingresaba al lugar, terminando en otra parte que también incluía una cúpula con vidriales majestuosos, ahí adentro se respiraba una paz en su gran mayoría estaba construido en mármol.

—Aquí esta mi abuela paterna, fue traída desde Grecia sus restos reposan junto a mis bisabuelos —le señalo con el dedo su localización.

—Es increíble, como les guardas respeto y honras sus memorias —enfoco sus ojos en él.

Se percató de ello y se miraron mutuamente, a lo que se encaminó hacia una esquina. Fue ostensible la atracción de carleigh por él, aseguraba que ya no le interesaba erro plenamente. Adler procuraría estudiarla a cabalidad, convencerse de que podían ser algún día novios, su belleza le era desapercibida no se dejaría envolver por eso.

Las flores de una tumba cayeron inexplicablemente.

—Mira, se han caído las pondré a donde pertenecen —dice Adler.

Al agacharse lee un epitafio de una lápida lo siguiente:

Yace en este sepulcro el hombre que sacrifico el amor de su vida por el poder.

La inscripción lo puso a reflexionar, si aquello de verdad se trataba de un integrante antiguo de la familia.

—¿Qué sucede? ¿Adler? —pregunto Carleigh, extrañada de su repentino comportamiento.

Ella se inclinó levemente y él se incorpora con prontitud.

—Se me olvidaba, me reuniré con mis amigos y me agradaría que quisieras venir conmigo —metiendo sus manos en los bolsillos.

—Si, porque no —sonrojada al tenerla en cuenta nunca antes la había hecho partícipe de su círculo de amistades.

Si bien al salir, él no paraba de ver la inusitada inscripción que por poco tropieza con una columna, sosteniéndolo del antebrazo la chica de moño verde en su cabellera áurea. A ella le causo risa y el disimulo la vergüenza riéndose igualmente.

La universitaria permaneció en su habitación toda la noche, ni siquiera regreso a la fiesta. Al otro día bien entrada la mañana se dispuso a ir hasta el edificio de apartamentos con la esperanza de hablar con Adler. silenciosamente, se fue y a lo que subía cada escalón su corazón latía a mil, en la puerta golpeo débilmente.

—Los inquilinos de ese apartamento hace un mes que se fueron —manifestó una anciana que sacaba a su mascota a pasear.

Tal noticia la impacto eso significaba que posiblemente no podría hablar con él y más aun ni verlo, oír su voz diciéndoles cosas que la hacían razonar. Retomo nuevamente ese pasado no tan apartado, haciendo énfasis en quien podía darle su nueva ubicación, empecinada en arreglar el malentendido entre ambos. ¡Chris! Sin demora se encauzó a su casa. Vio en el reloj de pared a la salida la hora, supuso que se alistaba para irse a la preparatoria. Con unas pequeñas piedritas que hallo en casa de este las lanzo, chocando con su ventana logrando que se asomara.

—¡Ah! Eres tu Litzy, la ventana de josh es la tercera.

—¡No! Yo vine fue a conversar contigo, baja.

—Es que debo bañarme si no se me hace tarde para ir a estudiar.

Iba a bajar la hoja inferior de la ventana, cuando ella le revelo el motivo.

—¡Por favor! Es importante —suplico lastimera.

No tuvo otra opción que hacerle caso.

—¿Qué querias preguntarme ? —se aseguró que su hermano mayor no los haya visto—, ya sé que me dirás.

—¡Dime donde esta Adler! —visiblemente afectada.

—En alemania, ¿si sabías que es alemán? —dijo con mesura.




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