Perdón, por elegirte a ti. (libro 1)

CAPÍTULO 29

Adler giro con fuerza la manija de la puerta hecha de madera maciza con un grabado del escudo familiar, decidido a hacerle frente a su madre y esta al verlo entrar insólitamente enseguida previo que algo tenía que decirle y que no podía esperar, a lo que ella canceló la llamada que sostenía en medio de la reunión con su comité vía telefónica, esa tarde estaba de muy buen talante. más elegante que de costumbre se veía radiante en su cabello rubio cenizo llevaba un peinado colmena que acentuaba sus rasgos faciales, que en combinación con su piel blanquecina y traje ejecutivo que consistía en una camisa de mangas largas, chaqueta y falda no tan larga, dándole una imagen de mujer de negocios. Su hijo da unos pasos lentamente hacia su escritorio.

—Mamá, necesito pedirte algo —le hablo sin pestañear y manteniendo su mirada puesta en esta.

—Dime, ¿qué se te ofrece cariño? —junto las yemas de sus dedos, muy atenta a lo que le diría.

—Sucede que revisaba mis cosas y me percate de que he dejado en nueva york uno de mis libros de lecciones, que precisamente está en casa del único amigo que hice allá —le explico con seguridad.

—Puedo ordenar que te lo traigan —solvento su madre.

—¡No! —su madre arqueo las cejas ante su reaccion—. Es que eso seria riesgoso sospecharia de quien soy realmente y siempre me has dicho que debo ser muy cuidadoso.

Ella lo medito por unos momentos el acceder a su petición.

—Es un viaje largo, todo por un ¿libro? bien podría comprarte otro.

—Si lo sé, pero ya estamos a mitad del ciclo escolar, ademas tengo apuntado información que es imprescindible para mí ¡por favor mamá! —suplico con ojitos de cordero degollado.

Él odiaba en verdad tener que manipularla muy rara vez usaba esa habilidad para obtener lo que quería, que en ese exacto instante era ver de nuevo a Litzy. No tenía idea de hasta donde llegaría por ella, al final acepto con condiciones lógicamente.

—Debes estar acá a más tardar un día, solo eso te daré y sé prudente —apuntándole con un dedo.

A la señora Audrey no le gustaba en nada de que volviera a ese país, temía por su seguridad constantemente, ya que su hijo era lo único valioso para ella y haría lo que fuera por él, el chico rubio sale apurado y lo aborda Müller a lo que le da la orden de no acompañarlo que en esta ocasión irían otros guardaespaldas.

—¿Por qué quiere eso joven? Si le recuerdo que ahora soy su protector y mi obligación es cuidarlo —no dando crédito a lo que este le solicito.

—Si te lo digo es por alguna razón ¿no crees? Dile a Klein y Meyer que vengan —le ordeno, encauzandose a su dormitorio.

Tal como se lo mando trae delante suyo a los dos guardaespaldas de más confianza y confidencialidad, uno de ellos era una mujer joven, castaña, de mediana estatura, cabello recogido en una cola de caballo y un hombre en la flor de su juventud, pelinegro más alto que su compañera, les dio instrucciones sobre como se tenían que camuflar y aparentar ser sus padres, aunque esto lo colocaba en una posición incómoda.

—¿Entendieron lo que harán y cuáles son las señas para comunicarnos sin llamar la atención de la gente?

—Entendido —respondieron los dos a la par.

—Y usen ropa ordinaria así pasarán desapercibidos.

Estos se retiraron y se dirigió a su recámara aún Müller no comprendía el motivo de que lo excluyera de su plan.

—Está bien, te lo contaré —guardando un buzo y abrigo en un morral.

—Si tú ibas conmigo seguramente te opondrías a cualquier decisión que tomara, y no me apetece escuchar tus sermones —argumento enfático.

—Lo comprendo ahora, eres muy astuto esta vez diste un paso más adelante de mí, tenga cuidado joven estaré pendiente de usted en la lejanía.

La media noche se acercaba y el cielo parcialmente nublado auguraba lluvia, al parecer el intenso frío estaba de vuelta como lo estaría Adler. En el hospital saint james permanecía Lesly, quien vestía jeans y una camiseta de caritas felices y ante el intempestivo mal clima cogió su abrigo a pesar de contar con calefacción el lugar, a esa hora lo habitual seria que estuviera durmiendo para despertar temprano a sus clases, por fortuna mañana no tendría que asistir a la universidad ni su hermana tampoco, por lo cual continuaba ahí. Litzy se hallaba adentro con su padre lo veneraba demasiado debido a esto no le importaba desvelarse o adormecerse en una silla con tal de estar cerca de él. Ya lo habían sacado de la uci al haber mostrado mejoría a causa de ello lesly se había ofrecido a quedarse en vez de ella; sin embargo, se negó rotundamente. En ese corto lapso que tuvo en relación a la situación que afrontaban y que su hermana gemela se dedicara enteramente a ver por su papá, que no vio a lo lejos se avecinaba Adler a paso firme por el alargado pasillo.

—Lesly —pronuncio su nombre con delicadeza casi susurrando.

Esta se dio la vuelta en su dirección asombrada de verlo nuevamente cuando creyó que nunca más vendría.

—¡Adler! Como es posible... —la interrumpió inquieto por saber de Litzy.

—¿Dónde esta tu hermana? —demando ansioso.

—En la habitación 405, no sé si siga despierta —el asintió a su comentario dirigiéndose a la mencionada habitación.

Se encaminó guiándose por el número de dicho cuarto da con el indicado, al abrir ingreso cauteloso atestiguando un hecho conmovedor, la chica de sus sueños dormida en una silla al lado de la cama hospitalaria del señor Thompson, de la cual tenía su cabeza reposada sobre esta. Se quedó inmóvil con sus manos metidas en los bolsillos de su chaqueta de cuero color naranja, suspiro cabizbajo, aprovecho para contemplarla como solía hacerlo. no ha cambiado sigue teniendo la misma carita angelical, dictamino. indudablemente, la belleza que poseía cierta señorita aún lo atrapaba y la tonalidad de su cabello largo liso. Por otra no la compararía con Carleigh que la superaba en gran medida, porque no dudaba de sus sentimientos por la neoyorquina. inesperadamente, sale no sin acomodarle el pelo en su espalda. Los guardaespaldas que simulaba ser unos visitantes más del hospital y quienes engañaron fácilmente al guardia de seguridad, impidiendo que se les negara el ingreso al no ser el horario de visitas. En la cafetería del mencionado hospital, Adler conversaba con lesly agradablemente, el sitio se divisaba en completa soledad.




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