Perdón, por elegirte a ti. (libro 1)

CAPÍTULO 30

Caminaba Adler el hijo de un multimillonario en dirección a la capilla que se ubicaba dentro del hospital Saint James, seguro de sí mismo y de lo que estaba dispuesto a conseguir al adentrarse en el espacio de carácter religioso, avisto en una de las primeras bancas a su objetivo la chica de cabellera rojiza se dirigió a ella y al avanzar hizo un comentario.

—A quien se le ocurre la brillante ocurrencia de hacer sus deberes académicos en una capilla —voceo Adler, al estar cerca de ella.

Litzy se ríe inocentemente y meneo su cabeza en consecuencia de su observación y prosiguió copiando sobre el cuadernillo que sostenía en sus piernas, él se sentó retirado de ella al otro extremo de la banca, y se fijó absorto en la esfinge de yeso, lo miro por un instante con un brillo especial en sus ojos redireccionándolos oportunamente a su libro de estudio.

—Te ves como esos chicos hijos de adinerados —estimo ella, al notar la mejoria en su forma de vestir.

Él orienta su atención a la chica aplicada.

—Sé que no estoy vestido a lo acostumbrado en meses pasados —replico afectuoso—. Crees que me veo fatal ¿cierto?

—Pues no, ese buzo de rayas horizontales coloridas realza tu apariencia, en mi opinión debes de tener un asesor de imagen —mirándolo por segunda vez.

—Con que si —sus ojos celestes se encuentran con los de ella—. La verdad, no sabría.

Deja de lado el cuaderno con expresión de escepticismo.

—Yo no muerdo ¿por que te sientas tan lejos? —le reclamo molesta.

—Bien, señorita Thompson me acomodaré a su lado —se acercó y se reclino cruzando los tobillos—. No quiero que te vuelvas a enfadar conmigo.

—Lo sé, fui lacerante con mis palabras —aludió desairada rememorando aquellas acciones inaceptables.

—Olvidemos eso, ¿cómo está tu padre?

—Estable, pero va progresando en unos días le darán de alta.

Se incorpora Adler situándose en frente de aquel altar de espaldas a Litzy, esta lo examino circunstanciadamente, la hipnotizaba todo de él; sus posturas, su fisionomía y en concreto su tentadora personalidad. Acto seguido él se colocó de medio lado y apunto su vista a la puerta. De modo que la joven lo interpreto como una clara señal que si no decía algo lo lamentaría el resto de su vida.

—Sé que te irás y me preguntaba si podremos reanudar la amistad que teníamos —se paró delante de este, muy nerviosa llevándose la mano derecha al otro brazo.

—Justamente, a eso volví para hacer las paces contigo.

—Creciste más —distrayéndose—. Quise decir que ahora seremos amigos de nuevo.

—Si, crecí unos centímetros recuerdo que éramos de la misma estatura te supere en eso —sonrió cautivador.

Noto pesadumbre oculta tras una media sonrisa sabia con exactitud cuál era el origen, automáticamente surgió de su memoria la advertencia indirecta de su abuelo, si se revelaba e iba en oposición de las reglas significaría la muerte. La audacia que poseía y valor lo instigaron a fraguar en un futuro venidero la modificación del anticuado reglamento, que estando en un nuevo siglo debería eliminarse.

—Adler ¿pasa algo? —interrogo al darse cuenta de lo pensativo que estaba.

—Quiero que me des una respuesta y sé cuál sea negativa o positiva, no habrá objeción de mi parte.

Puso sus manos hacia atrás, conteniendo la impulsion de decirle que estaba enamorado de ella.

Litzy fabulaba en referente a lo que tramaba ni se le pasó por su mente la propuesta que le sobrevendría.

—¿Qué deseas de mí? ¿Mi amistad u otra cosa? —le pregunto esperanzado, en que le daria una buena respuesta.

Se quedó callada haciéndolo un suplicio para Adler, la conmoción que le genero aquello le impedía responderle de pronto, un pesar se reflejó en ella.

—Yo soy mayor que tú y eso está mal —retrocede la joven.

—La edad solo es un número Litzy, no me quedaré de esta edad toda la vida.

Fue resurgiendo su dolor ese que ella misma le causo.

—Perdón, por elegirte a ti —dijo afligido.

Se dirigió a la puerta, no otra vez ya lo supere decía en su subconsciente a lo que daba cortos pasos.

—¡Detente! quisiera que no te fueras lo admito —las lágrimas crecientes brotaron de sus mejillas.

Ceso su andar y se da la vuelta y la ve sentada en el suelo llorando inconsolablemente, sin reparo va hacia ella hincándose de rodillas a su lado.

—No sigas si tú lo quisiste así —su voz intermitente le hizo guardar silencio.

—Me pesa saber que nunca más volverás y ¡yo te amo! —murmuro tristemente, Litzy.

Con su declaración renació en Adler la posibilidad de entrar a su corazón que creyó inalcanzable, se despabiló al ella besarlo, pero se aparto asustada de su imprudencia temiendo que lo haya arruinado todo, a lo que la besa apasionado sintiendo un éxtasis cosa que jamás había experimentado con las de su edad, al mismo tiempo su mano acariciaba las hebras de su cabello. A partir de ello, el descendiente de una de las familias más poderosas de Alemania; los Waltmannhausen había sellado su destino desafiando a su antecesor y posiblemente encauzándose a una lucha en contra de las prohibiciones forzadas de siglos remotos. Ambos se ponen de pie tomándola entre sus brazos sin parar de detallar sus bellos ojazos cafés.

—Señorita Litzy Thompson —dijo en un tono calido.

—Stewart —le interrumpió para añadir su último apellido.

—Señorita Litzy Thompson Stewart me haría el honor de ser mi novia —expresó romantico—. Aunque suena como a pedida de matrimonio.

Los dos se rieron como un par de enamorados de hecho lo eran, la felicidad que transpiraban fue incuestionable.

—Si, acepto ser tu novia —respondió dócilmente.

A pesar de la distancia se comprometieron comunicarse ininterrumpidamente, el se escaparía como fuese para verla haría cualquier hazaña por ella, encima por juntas partes debían dedicarse de lleno a sus responsabilidades, por un lado, Litzy culminaría su carrera profesional tendría que centrarse enteramente en eso, eso si su noviazgo seguiría vigente y ninguna área intervendría con la otra. Por el otro lado, el prontamente iniciaría sus estudios superiores que le exigirían más tiempo y compromiso, todo esto no significaría que descuidarían su relación, tampoco tenía la intención de cambiarla por otra chica, mutuamente confiarían y se prometieron cultivar su amor día con día. Chris se entera de que había sido exitoso su plan, a lo que comenzó a saltar de su cama. La estrepitosa bulla hizo que su madre la señora Jones lo reprendiera, eso no le importo viéndose a sí mismo como un cupido del amor. En Alemania el ambiente que se respiraba era de tensidad y zozobra, Müller ya vaticinaba lo que su protegido haría, por consiguiente llamo rápidamente a klein que le confirmo lo que ya sospechaba se había visto con la neoyorquina a lo cual colgó la llamada. Rogaba porque este niño que a estas alturas era adolescente no hiciera nada malo por ejemplo ennoviarse con la persona que estrictamente se le ha prohibido, se empezó a angustiar. En el fondo Müller igualmente odiaba secretamente la segregación y requisitos sin sentido en la familia a la que servía fielmente. Retorno adecuadamente como su madre le impuso, bajo del automóvil y su mentor lo esperaba con una visible insatisfacción que evidenciaba en su fisonomía, en uno de los salones privados de la imponente mansión se dio una desavenencia entre él y Müller.




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