Perdón, por elegirte a ti. (libro 1)

CAPÍTULO 32

En una clínica prestigiosa de Berlín, Adler fue reanimado en dos ocasiones consecutivas producto de la considerable perdida de sangre, debido a un shock hipovolémico siendo estabilizado a tiempo, pero dependía ahora de una máquina para respirar entrando en coma súbitamente. En cuanto a Carleigh fue sometida a un procedimiento parecido si se cotejaba de cuál de los dos se hallaba en mayor gravedad irrefutablemente sería el adolescente, los padres de esta se consolaban mutuamente nada aún era esclarecido de porque cayeron a un abismo que supuestamente se ubicaba a una gran distancia de estos. Fue el segundo día que Litzy tuvo aquel sueño en que Adler se le presentó mientras dormía, todo empezó al ella estar caminando por una de las calles rumbo a su casa y lo vio sentado en las escaleras exteriores de su residencia a lo que se acercó despaciosamente.

—¡Hola jovencito! Por fin nos volvemos a ver —sentándose a su lado alegremente.

La miro esporádicamente, sin embargo, una pena se reflejó en él.

—Lo siento —concentrándose en la calle y unas lágrimas emergieron de sus ojos.

—¿Qué sucede? Dímelo —supo enseguida que algo malo le había sucedido.

Él se paró sin antes decirle una cosa.

—Eres la única que ame y amaré de verdad.

—¡No Adler! ¡No te vayas! —le suplicaba viéndolo desaparecer de la nada.

Despertó sintiendo un vacío en su pecho dándose cuenta que no había sido real, confundida y alterada buscaba darle una justificación a ese raro sueño, en su despertador indicaba las 4:00 am le echa una ojeada a su celular la bandeja de mensajes vacía hace dos días que él no le enviaba contestación a sus mensajes de texto, su desconocimiento de la realidad de Adler la hacía estar convencida de que en cualquier momento esté la llamaría. Por la mañana fue a casa de josh, ya que hace días no se veían por las cortas vacaciones de la universidad en esa época del año, su mejor amiga Abby las pasaba en su ciudad natal y las otras chicas que tenían sus propios planes eso si se acercaba la fecha de su retorno a clases, lo encontró en el garaje reparando su nuevo auto de segunda había estado juntando el dinero con las propinas que le daban en su empleo de medio tiempo como mesero en un bar al sur del distrito.

—¡Que tal Josh! —pasando un dedo sobre el chasis del automóvil de los años 90.

—¡Hola Thompson! —limpio sus manos engrasadas de aceite.

—No lo has vuelto a sacar ¿verdad?

—Estas en lo cierto. está todo empolvado —sonrió nervioso—. A ti no se te escapa nada inspectora.

—Obvio que no, ¿necesitas ayuda? 

Le ofrecio su ayuda a sabiendas que poseia un alto conocimiento de mecanica.

—¿Me crees incapaz de hacerlo andar? —meneando su cabeza—. Yo puedo hacer que esta belleza arranque dame chance —le solicito a su amiga.

Le quería demostrar que no era un ignorante en el tema de los autos.

—A propósito, ¿cómo está Madison?

Colocándose a un costado del auto y al unísono miraba aquel improvisado taller de mecánica elaborado por su amigo.

—Te mentiría si te digo que no me ha propuesto nada loco, por ejemplo irnos a vivir juntos a san francisco apenas termine la carrera.

—¿Estás seguro que es la chica perfecta para emprender esa etapa de hombre independiente?

Litzy no le cuadraba la aventurada personalidad de Madison, su mundo prácticamente se basaba en divertirse en cuanta fiesta la invitaran, la rutina diaria se le hacía insoportable y amaba broncear su piel, siempre se abstuvo de hablar sobre la relación de josh unque no fuera partidaria de dicho noviazgo, no haría lo que no quisiera que le hicieran a ella; en su caso el noviazgo secreto con Adler. En el último piso superior de la mejor y costosa clínica al norte de la capital alemana, estaba el jovencito conectado a un respirador artificial, el parte médico no era alentador en definitivo todo dependía del mismo, tampoco sé sabia si había perdido la memoria los múltiples estudios realizados señalaban a una sola cosa de que tan fuerte seria y cuan tardia podría ser su despertar del coma en que se hallaba. Müller conservaba el celular del chico en uno de sus bolsillos del pantalón, la señora Audrey se situaba cercanamente a él, conversaba con su esposo en voz baja solo se oían murmullos, de improvisto suena el celular de Adler lo saco de rapidez y en la pantalla el nombre de una persona en particular a lo que se desentiende de la llamada.

—¿Es el teléfono de mi hijo? —interrogo la madre muy alicaída.

—Si, mi señora.

—Silencie ese aparato, por favor.

—Lo haré, con permiso —distanciándose de sus amos.

A punto estuvo de apagarlo salvo que aquella señorita tenía el derecho de saber de su accidente era su novia le gustase o no la idea, se alejó un poco de los otros guardaespaldas posicionados en la puerta de la sala de espera, uno a cada lado. Entretanto devolvía la llamada sus señores solicitaron su presencia posponiéndolo para después.

—¿Me mando a llamar señor?

—Si, siéntese —indicándole con la mano—. Dígame con exactitud que fue lo que ocurrió esa tarde.

El interés de ambos se fijó en él, como si se tratase de un interrogatorio policial.

—Empezaré por mencionarles que el joven y la señorita Carleigh acordaron verse en la tarde, él me da la orden de mantenerme a raya querían hablar en privado y él eligió el lugar de ahí no les puedo dar más detalles.

La conciencia y la baja moral lo minorizaban, evitaba sucumbir al desespero.

—En pocas palabras, mi hijo y la hija de los hanndorf tienen la respuesta de lo sucedido ¡grandioso! ojalá pudieran contarlo —infirió decepcionado el señor Waltmannhausen.

La inconformidad de su jefe a su declaración era tangible.

—Señor me permite —acortando el diálogo de su jefe—. Mi conclusión es que hubo un altercado entre ellos, pero no sé quien es el culpable de que cayeran.




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