Llamaron al teléfono fijo, y Lesly que escribía en su bloc de notas algunos recordatorios cómoda en el sofá grande de la sala, apurada atiende la inesperada llamada en un par de segundos esboza una sonrisa y termina la corta comunicación telefónica con un ¡okay la invitare!, recoge el desorden de sus libros y hojas de lecciones del suelo y el mueble, se va a toda prisa a la habitación de su hermana encontrándola dormida aparentemente lo piensa si es o no prudente el que saliera y se distrajera total, a ver que pasa, dijo así misma.
—Litzy —la llamo con voz aterciopelada dándole unos toquecitos en su brazo.
—¿Qué sucede? —frotándose los ojos.
—Te quiero hacer una invitación —le comenta jovial—. No, Litzy no pongas esa cara ya sé que me vas a decir, ¡vamos anímate! Sal de esa vida sedentaria y aburrida encerrándote como prisionera.
Litzy se cubrió con la almohada al escuchar su sermón.
—Ya te pareces a papá, lesly ¿lo sabias?
—Ya quítate eso —apartándole la almohada—. ¡Es en serio! Quiero que mi hermana salga y no siga hundiéndose emocionalmente.
Sentándose en su cama con una expresión de mama regañona.
—Dime, ¿de qué trata el rollo? —con la mirada pegada al techo.
—Me invitaron exposición fotográfica de un artista reconocido, bueno es amigo de uno de mis mejores amigos de la facultad, y pues suena divertido ¿que dices?
—¿Cuándo es la dichosa exposición? —volviendo sus ojos a su hermana.
—El viernes por la noche, a las 8:00 pm ponte algo bonito —sugirió alejándose contenta.
Entendía porque su gemela le preocupaba su felicidad, lo difícil que le resultaba vivir el día a día sabiendo que alguien tan importante en lo sentimental se estaba extinguiendo su existir, además lo más probable es que Adler estaría feliz si ella lo era. En completa tenebrosidad que solo la luz de la luna se adentraba a través de los ventanales enormes de su dormitorio, Frederick estaba acurrucado a en un rincón y su cabeza agachada con miles de pensamientos rondaron por su mente, no se sentía con la suficiente capacidad para en unos años llevar el manejo de un poderío, su primo es el que fue predestinado desde su nacimiento a ocupar ese lugar de supremacía, era un atrevimiento por parte de su padre el señor Berthold, ambicionar con quedarse con el poder a costa de él, le guardaba un inmenso respeto a Adler debido a que gracias a este, tuvo la determinación que le faltaba para despojarse de su timidez, los recuerdos que acumulaba en su memoria eran la prueba fidedigna de su noble y sincera amistad. Aquella vez en que él hizo la confesión de un secreto que podría meterlo en problemas de suma gravedad, le gustaba una chica de su misma edad el obstáculo más notable era su clase social media baja y encima era lo que llamaba su familia una mestiza lo dedujo de su descripción física tan exótica y fuera de serie.
La primera vez que la vio fue mientras iba en auto rumbo al instituto solía tener que recorrer una zona de berlín, ella caminaba por la acera con un vestido de flores tropicales de color amarillo que llegaba hasta sus rodillas, cabello suelto castaño oscuro, delgada, cargaba atrás de su espalda una pequeña mochila con varios llaveros de muñequitos. Precisamente en la parada del semáforo que pudo observarla con detenimiento, creyó que nunca más la vería para su sorpresa en la segunda ocasión descubrió que era una amante de la lectura al ingresar a un establecimiento de libros, con Adler fueron a ese sitio al escaparse con su ayuda y astucia, la espiaron mezclándose con la concurrida clientela, enterándose de que solo lo frecuentaba para leer libros gratuitos que siempre colocaban al fondo. Se vio interrumpido intencionalmente sus memoranzas por su madre, una mujer sumisa a la voluntad de su esposo, sin la mínima pizca de autoestima que diariamente bebía licor huyendo de su miserable matrimonio, su esposo la utilizaba como un adorno de colección.
—Mi corazoncito, ¿qué tienes? —cerrando la puerta tras de sí—. Levántate ven.
Él se incorporó y la abrazo era con su mamá con quien tenía un lazo de amor fuerte como el maternal.
—Mi padre es un malvado —musito—, pero tú no eres así mamá.
Su madre en ese momento le carcomía su remordimiento por aguantar en silencio la vida que de algún modo había elegido, lo justo fue ponerse de lado de su hijo menor, la sobriedad la cambiaba más bien sacaba a relucir su verdadera personalidad.
—Sé que no es un padre ejemplar, él te quiere a su manera no tienes por qué ser su viva estampa —acariciando su cabello con delicadeza.
—¿Piensas lo mismo, de que mi primo morirá pronto?
—¡Mirame! —toma entre sus manos el rostro de su hijo—. Si en verdad eso pasara seria por azares del destino, aunque yo digo que los milagros pasan todos los días —de nuevo lo rodea en sus brazos.
El viernes había llegado y las gemelas se alistaban Lesly le hacía ilusión ir al evento usaría su ropa más formal, excepto Litzy que por el contrario, de su hermana se desencantó por lo menos llamativo. El exclusivo salón de exposiciones, fotográficas de los lugares más emblemáticos de nueva york lo engalanaban, los asistentes apreciaban maravillados cada foto, enseguida saluda a su mejor amigo que departía con otros invitados, decidió ir por una bebida alcohólica últimamente parecía otra, y de un sorbo se bebió la copa de vino. Entre el grupo de caballeros uno en particular le intereso a lesly, un hombre joven con un acento encantador y su inglés imperfecto, su barba de candado y cabellos oscuros lo hacía verse atractivo, sus miradas concordaron involuntariamente haciendo que se ruborizara a tal punto de sudarle las manos.
—Perdón, no los he presentado —dice de carrerilla el artífice de la exhibición—. Lesly, él es uno de mis más cercanas amistades —le murmuro al oído.
—Es un placer conocerte —embelesada por sus negros ojos.
—El placer es mío, señorita —hace una reverencia.