Perdón, por elegirte a ti. (libro 1)

CAPÍTULO 36

Los resultados médicos finales fueron como un bálsamo combinado con un tormento, conforme el médico les esclarecía una posible justificación de ello, Müller detallaba la información interpretándola a su manera.

—Doctor, perdón por entrometerme esto quiere decir que el niño se ha recuperado de la lesión craneoencefálica —inmiscuyéndose en la conversación de sus señores con el especialista.

—Eso es correcto, en parte —añadio vagamente, el medico.

—¿Cómo que en parte? —generando una confusión en Müller.

—En este caso las consecuencias pudieron ser nefastas no daré aun un diagnóstico definitivo —prosiguio—. Las probabilidades de que Adler no haya perdido la memoria son muy bajas.

—¡Eso quiere decir doctor que no sabe con certeza que sucede en realidad en el cerebro de mi hijo!

Su esposa trata de serenar su alzado ánimo. atrás de estos a una distancia respetuosa hace una deducción Müller

—Doctor, podría estar equivocado o no, pero creo que pudo perder la memoria y eso ha sido el detonante para no querer luchar por su vida —da unos pasos más hacia ellos—. Sé que suena ridículo el pensarlo de ese modo.

—¡Basta Müller! —le ordena su señor, fastidiado haciendo que se retirara junto a su señora esposa.

—Puede ser, ya que he tenido testimonios pocos eso si de que algunos pacientes mostraron una notoria mejoría al oír a sus seres queridos —sostuvo el médico.

—Eso es una patraña, lo de mi hijo no es emocional, me niego rotundamente, me despido doctor —dándole un apretón de manos.

Si tan solo supiera que uno de sus escoltas pensaba lo contrario, Müller no erraba en la veracidad de dicho argumento más que nunca estaba resuelto a hacerlo. Recababa Litzy en una de las cajas que bajo del desván a su habitación, con la finalidad de hallar la grabadora de voz que compro y jamás uso, la madrugada se aproximaba y Lesly apareció adentrándose a la alcoba.

—¿Qué haces sentada en el suelo? —pregunto con aparente curiosidad.

—Estoy buscando la grabadora de cassette ¿la has visto? —extrayéndo la caja objetos inservibles y polvorientos.

—No, ni me acordaba de eso ¿por qué lo necesitas con tanta urgencia? —dejando su bolso de correa larga en la cama.

—Es para un proyecto que tengo de la universidad sobre una investigacion.

Le mintió a su hermana porque era un asunto personal y no requería de ella, ahorrándose tener que dar explicaciones.

—Cuéntame, ¿cómo estuvo la cena con Manuel?

La ilusión de su hermana por aquel forastero era palpable y estaba enterada de eso.

—¡De maravilla! Es un hombre divertido con gran sentido de la responsabilidad, sencillo no es un egocéntrico como mis exnovios.

No le cabía la dicha en su pecho, era destacable la cantidad de adjetivos que empleaba para describirlo, Litzy llevaba meses enteros ansiando ese momento de verla tan feliz se alegraba de verdad por ella, no importaba nacionalidades, ni distancias cuando nacía el amor, ella misma era la prueba fehaciente.

—Entonces te gusta, digámoslo de esa forma —infirió Litzy.

—¡Eh pues si! No lo negaré —se pone de pie y coge de su bolso de cuero negro con adornos circulares dorados, una tarjeta.

—¿Qué es esto? —leyó con atención su contenido—. Es un publicista, seguro tiene mucho renombre.

—Es mayor que yo, tiene 27 años y recientemente se mudó al país, vive temporalmente en un hotel entre tanto se establezca de todo.

—¡La encontré! Ya me estaba dando por vencida y aun está en su empaque.

La saca y verifica que esté intacta, ahora debía regresar las cajas al ático y Lesly le colaboraría, antes mete la grabadora en uno de los cajones de su escritorio para proceder a subirlas. Frederick reincidió en el mismo patrón de comportamiento infringiendo las normas de sus padres encubriendo la verdad, hizo todo de nuevo tal como ayer y Jaim le siguió la mentira nada perdía. Al verlo Habiba lo saludo amablemente, ya no tenía esa timidez como si quisiera protegerse de su entorno, le devuelve el libro, pero él no lo quería de hecho lo único que buscaba era tener su amistad.

—Quédate con el libro, Habiba —tomo la mochila de ella y lo introduce para luego cerrarlo y dárselo.

—¿Qué haces? ¡No! ¡Eso es tuyo! —confundida por lo que hizo.

—Te lo regalo, recordé que ya lo había leído, así que es tuyo.

Varias personas pasaban por su lado de vez en cuando él las miraba, por si no fuera a ser alguno de los guardaespaldas de su padre.

—¡Gracias! —agradeció algo incómoda—. Salgamos al parque aquí cerca ¿qué dices?

Se lo pensó porque era un lugar público y habría mucha gente, eso lo expondría a peligros innecesarios si bien las posibles consecuencias de ir allá eran verídicas, se acogió a su pedido igual que un súbdito a su reina.

—Está bien iré contigo ¿contenta? ¿Por qué te gusta ir a ese parque?

Caminaron a la par por la acera, la calidez del clima contribuía a su propósito de saber todo ella y pasar el mayor tiempo posible junto a ella.

—A ver preguntón, es porque es similar al que suelo frecuentar con mi hermanita.

—¿Hermanita? —repitió interesado—. ¿Qué edad tiene?

—Mi hermanita tiene 4 años, es mucho más inteligente que nosotros dos —afirmo con orgullosa.

Se le notaba lo presumida al hablar de su hermana pequeña, a Frederick esto lo impulso a indagar más a fondo y hacerse de la confianza de Habiba.

—En mi opinión, las niñas son demasiado listas no sé porque las tachan de tontas algunas veces.

—¿Cómo es que te llamas? —le pregunto al aventurarse al citado parque.

Dicho sitio de esparcimiento estaba deshabitado en apariencia, de gran extensión y unos cuantos transeúntes se estimaban que a esa hora lo ocupaban.

—Me llamo Frederick, e igualmente tengo una hermana, pero es mayor que yo.

—No tenemos nada en comun, aunque si en los libros.

Sobre el pasto que crecía inacabable y que desprendía un olor de recién cortado, y bajo la sombra de un espeso árbol de haya, se sentaron uno al lado del otro entablando una nutrida charla en relación a gustos, pasatiempos, exceptuando el jovencito información relevante de su identidad. En una de las tardes de otoño que no era como las otras, se percibía fresca y soleada en nueva york, Litzy se queda sola en casa fue la circunstancia idónea para iniciar la grabación, almacenaba en su memoria la carta que le hubiera gustado escribirle durante esas semanas de sufrimiento e impotencia, situándose en la ventana tipo balcón donde solía observar los exteriores, a lo cual aprovecharía el silencio que imperaba en el interior de su habitación, metió el casete en la grabadora y pulso el respectivo botón acercándola a ella:




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