Perdón por las mariposas

Capítulo 3

Bianca

Bianca

Thiago llamó a su casa para avisarles que volvía tarde, y para mi sorpresa les dijo exactamente la verdad. Que se quedaba haciéndome compañía, y que estábamos en la plaza, pero después comeríamos algo por ahí.

Lo había observado mientras hablaba por teléfono sin que se diera cuenta. Sonreía y compartía algunos chistes con su madre, que parecía encantada de que el chico estuviera haciendo nuevas amistades, y hablaba con paciencia, aun cuando la señora le había hecho como treinta preguntas seguidas.

Su perfil era atractivo...

Tenía una naricita recta pero respingona, con una mandíbula dura y angulosa y unos bonitos labios rellenos. Tenía cara de niño, aunque su cuerpo no era nada infantil. Entrenaba a diario y se notaba aun con la ropa puesta... −pensé mientras lo estudiaba de arriba abajo, concentrada. Sus brazos eran fuertes también. Era muy atractivo.

Si tan solo no se vistiera con esos polos de marca, y no se peinara con producto haciéndolo ver como el típico chiquillo rico. Claro que ahora, después del ejercicio, sus cabellos se rebelaban un poco, y así clarito con ese corte a la moda que llevaba, estaba todo alborotado dejándolo hasta sexy.

Hice una mueca de aprobación. Con razón las del grupito de Juani habían estado babeando por él toda la mañana y en educación física. Ya le habían echado el ojo y francamente, podía verlo saliendo con cualquiera de las tres. Era su tipo.

 

―Listo, todo perfecto. –dijo tras cortar la llamada. ―¿Ahora qué?

Lo miré pensativa mordiendo mis labios y con una sonrisa le indiqué que me siguiera.

Compramos una pizza grande con jamón para llevar, una botella de gaseosa y un six pack de cerveza para mí. Deberían haber visto la cara de Thiago cuando entregué mi identificación falsa para poder comprarlas. Parecía que se le iban a salir los ojos de las órbitas. Lucía tan culpable que de no ser porque estábamos comprando en la pizzería de Dani, nos hubieran descubierto. Pero Dani me conocía y conocía a los otros chicos de mi grupo, no había peligro.

―Son un par de cervezas, no es para tanto. –le susurré antes de que se pusiera a llorar o algo parecido. ―No estamos robando un banco, no te angusties.

―No me angustio... −dijo poniéndose más derecho. ―De todas formas no tomo alcohol, Bianca. No sé si fue buena idea...

―¿Pensás que voy a obligarte? –le dije bajito. ―Que voy a forzarte a que tomes y te portes mal... −agregué guiñándole un ojo. ―Otra vez pareces un tomate.

Ok, tenía que admitir que poner nervioso al chico se estaba convirtiendo rápidamente en algo divertido. Ey, no tenía planes, y Marcos y sus amigos me habían dejado colgada... Hacer que Thiago se sonrojara y perdiera los papeles, al menos me sacaría unas sonrisas.

―Qué graciosa. –contestó frunciendo el ceño. ―No sé ni para qué te hago caso. Iba a hacerte compañía hasta que pudieras volver a casa, pero si solamente querés reírte de mí... −empezó a decir y amenazó con marcharse.

Me reí por lo bajo y lo sujeté de la muñeca reteniéndolo.

―No tenés sentido del humor, Tincho. –dije haciendo una clara referencia al tipo de chico que me hacía recordar. Deportista, niño rico, algo soberbio. Me encantaba afectar tanto a alguien así. A esos se les decía Tinchos...

―Thiago. –dijo él, inocente, como si estuviera corrigiéndome.

―Ya sé. –sonreí alzando una ceja. De verdad no tenía ni idea. ―Vamos a comernos esto por ahí, a ver si se te va esa cara larga. –comenté tomándolo de la barbilla.

―Está bien, espera que te pago mi parte. –se apuró en decir, sacando la billetera, y yo lo frené.

―Me estás acompañando, yo te invito. –alargué la mano y le alcancé a Dani los billetes, antes de que Thiago se quejara. ―Además mi parte es más cara, por todas estas cervezas. –bromeé y sonrió un poco.

 

Con otro gesto, le dije que me siguiera y caminamos unas calles hasta que llegamos a donde cenaríamos

Con otro gesto, le dije que me siguiera y caminamos unas calles hasta que llegamos a donde cenaríamos.

El chico se frenó y me miró confundido.

―¿Qué hacemos en la escuela? –preguntó mirando las luces apagadas del instituto al que pocas horas antes habíamos asistido a clases.




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