Perdón por las mariposas

Capítulo 13

Thiago

 

Ese domingo me desperté antes de que sonara mi alarma, obviamente.

Estuve como media hora mirando el techo, mentalizándome para no entrar en pánico, diciéndome que este no era el primero y que todo saldría bien. Pero estaba muerto de miedo.

—Tití. – dijo mi mamá bajito, asomando la cabeza por la puerta sin avisar. Nunca lo había notado demasiado hasta ahora, pero desde que Bianca lo había dicho, no se me había ocurrido que esta era una muy mala costumbre.

—Mamá que no me digas así. – le gruñí y me senté para estirar la espalda. —Y por favor, la próxima vez que entres a mi cuarto, golpeá antes. – me aseguré de decir. —Casi tengo dieciocho…

—Uy pero qué mal humor. – se quejó, sin prestarme atención. —Y yo que venía a desearte suerte.

Puse los ojos en blanco con una sonrisa.

—Perdón, estoy nervioso. – dije y pasé por su lado para preparar las cosas. —Y gracias, espero tener suerte y que me dejen entrar a jugar aunque sea unos minutos.

—Estoy segura de que sí. – asintió, convencida.

—¿Cómo está el campeón? – preguntó mi papá desde el pasillo. —¿Está decente? – tuvo el atino de preguntar antes de pasar.

—Sí, acá le vine a desear suerte para el partido de hoy. – le contestó mi mamá con una sonrisa orgullosa. —Va a ser el nuevo goleador.

—Uf, nada de presión. – bromeé y los dos se rieron.

—Aunque comas banco toda la temporada, vas a seguir siendo el mejor. – me dijo mi papá. —Esperá a que se den cuenta de lo que sos capaz.

Sonreí nervioso y me rasqué la nuca, repasando si me olvidaba de algo, pero no.

—Solo me queda cambiarme. – dije en voz alta, de paso para que ellos captaran la indirecta y me dejaran solo.

—Nosotros nos estamos yendo ya. – comentó triste mi mamá. —No puedo creer que vaya a perderme el primero de tus partidos en el equipo.

—Todavía ni sé si voy a jugar. – la consolé. —En todo caso van la primera vez que sea titular. Sé que hoy es importante que estés para papá en su partida de golf.

El aludido se acercó y me abrazó, dando unas fuertes y tranquilizadoras palmadas en la espalda.

—Hoy es nuestro día, Thiago. – contestó. —Hoy ganamos los dos.

Asentí deseándole suerte también.

—Nos vemos mañana a la mañana. – se despidió mi mamá tras un último abrazo.

Miré la camiseta que tenía que ponerme y no pude evitar pensar en las diferencias con el equipo anterior. Jugar con estos chicos era una experiencia nueva para mí, pero llegar a vestir sus colores. Suspiré.

Me puse la casaca blanca con letras y detalles de color negro con el nombre de la escuela y me miré en el espejo sin poder creerlo.

El short era del mismo blanco con un número en la pierna, y las medias altas color negras completaban el atuendo, pero a esas me las pondría en el vestuario junto con las tobilleras y los botines.

Era casi la hora de irme, pero por alguna razón, estaba esperando que ella apareciera. En un principio había pensado que tal vez me enviaría un mensaje deseándome suerte, pero había dos detalles…

No era del tipo de chicas que lo hacía, porque seguramente ya hasta se le había olvidado que jugaba…

Y no tenía mi teléfono.

En todo este tiempo que llevábamos conociéndonos y teniendo en cuenta todas las cosas que habían pasado entre nosotros, nunca habíamos intercambiado ni los Whatsapps.

Negué con la cabeza algo decepcionado, y me cargué el bolso al hombro listo para partir.

Estaba buscando las llaves, cuando un estruendo en mi ventana me hizo pegar un salto del susto.

Bianca había trepado por el costado de mi casa y ahora saltaba sin problemas a mi habitación.

Llevaba puesto un vestidito negro ajustado que tapaba lo justo y necesario, sus eternos borceguíes negros, medias de red hasta los muslos, y la sonrisa malvada de saber que acababa de hacerle un repaso por todo lo alto.

Dejé caer las cosas y me reí con ella cuando vio la reacción que había tenido.

—No deberías dejar las ventanas abiertas si queda la casa sola. – advirtió alzando una ceja, y se acercó a mí de manera juguetona. —Se te puede meter un intruso.

—Un intruso que podría haber tocado el timbre de la puerta principal y no infartarme cinco minutos antes del partido. – dije poniéndome la mano en el pecho.

—Qué dramático. – sonrió y ahora fue ella la que me dio un repaso. —Uf. Te queda muy bien nuestro equipo. – agregó y silbó de manera apreciativa. —¿A esta también me la vas a prestar así me la pruebo? – señaló mi camiseta.

Creo que me reí, no estoy seguro. Se me había secado la boca.

—En esta se van a notar más las manchas de tomate. – contesté, porque me había puesto nervioso… Y porque era un idiota.




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