Antes que nada quería pedirles a quienes leen mi historia, que me siguieran. No cuesta nada y me permite a mí ver que lo que escribo les gusta. Gracias y ahora sí, los dejo con el capítulo.
N. S. Luna
Bianca
Estaba enojada.
Enojada con todos y asqueada de todo también.
Cada uno de los que me rodeaban, parecían haber encontrado un lugar y hacían su vida dejándome de lado como si no existiera. No necesitaba a nadie, pero era bastante molesto ver como cada uno hacía la suya y era feliz, mientras yo me quedaba al margen.
Hasta Amalia tenía sus cosas.
Ahora estaba saliendo con uno de los clientes habituales del bar, y supongo que de allí es que venían los rumores de que se prostituía, pero nos daba igual. Yo sabía que no era el caso, y que a este idiota, llevaba meses conociéndolo, antes si quiera de invitarlo a venir a casa.
Aparentemente iban en serio, y él parecía respetarla y quererla lo suficiente para soportar todas sus locuras y el hecho de que tenía una hija adolescente… difícil.
Tampoco era un príncipe azul, no se crean. Si uno pudiera heredar los gustos de sus padres, se entendería el porqué de haberme sentido atraída por Marcos.
Este tipo era cortado casi por la misma tijera.
Digo casi, porque este por lo menos tenía trabajo. No me quedaba claro bien a qué se dedicaba, pero no era un vago como mi antiguo ligue.
Tenían la misma edad, eso sí.
Amalia era una mujer joven, así que tampoco era un escándalo que saliera con alguien algunos años menor. Teniendo en cuenta que me había tenido a los dieciséis, seguía siendo hermosa y si quería podía rehacer su vida, como lo había hecho mi padre.
Con los horarios del bar, ellos no podían tener citas de noche, así que varios eran los días en los que al llegar de la escuela, me los encontraba abrazados en el sillón o haciendo de comer juntos.
Era un descanso que ya no venía por las mañanas hecha un asco, ni creía que había vuelto a emborracharse, porque ahora se sentía bien y no tenía que hacerlo.
Samuel por lo menos había solucionado ese problema en casa.
Del episodio de la cachetada nunca habíamos hablado, pero no era algo que me sorprendiera. Estaba borracha esa vez, y si tenía suerte, ahora que estaba recuperada, ya no se repetiría. Samuel también había solucionado eso.
Claro que hubiera estado bueno que cada vez que se quedaba a comer, se hiciera cargo de alguno de los gastos de la comida. No pretendía que nos alimentara, pero al menos comprar de vez en cuando una bebida, u ofrecerse a pagar algo…
Pero no. Y cuando se lo había insinuado a Amalia, se había ofendido tanto que la había dejado hablando sola. Que era un buen hombre que hacía mucho por ella, le hacía compañía, la hacía feliz, y lo menos que podía hacer era a veces invitarlo a comer.
En todos mis diecisiete años, creo que nunca la había visto cocinar tantos días seguidos, estaba que no daba crédito.
Y esa no era la única parejita feliz que tenía que aguantar. Ah, no…
También tenía que ver a Thiago todo el día con la tilinga de Juani colgada de su cuello como si fuera un koala, y eso me ponía de mal humor. No la podía ni ver, era más fuerte que yo. Si a veces hacía el esfuerzo para tolerarla por minutos, era porque no quería ignorar a su chico.
Su chico que seguía portándose tan bien conmigo, solo porque era así. Bueno, desinteresado, un verdadero misterio.
Juani, no. Ella era de lo peor.
Se hacía la buenita cuando estaba con él, hasta me trataba con simpatía y era pura sonrisas, pero cuando Thiago se daba vuelta, o tenía que irse por un segundo, se transformaba en la harpía que ya conocía.
Después de lo del partido, se había tomado su venganza, diciéndole a todos los del colegio que yo me había contagiado una venérea, y ahora todos me evitaban en el pasillo como si fuera una leprosa. Algunos incluso comentaban a mis espaldas y me miraban con asco. Yo era muy dura, y podía importarme una mierda lo que este conjunto de pelotudos pensaran sobre mi persona, pero se estaban pasando, y esta cuarentena social, comenzaba a afectarme.
Me sentía horrible, no voy a negarlo, y lo peor es que a nadie le interesaría que yo saliera a negarlo, ni me creería. Ni siquiera sabía si Thiago se pondría de mi lado para defenderme frente a su novia, y tampoco quería averiguarlo.