Perdón por las mariposas

Capítulo 17

Bianca     

Bianca

Voy a culpar a sus labios rosados y rellenos.

Voy a echarle la culpa de lo que estaba haciendo, a sus tentadores labios que estaban ahí, viéndose tan atractivos, mientras él tartamudeaba inquieto una disculpa, y sus ojos se llenaban de arrepentimiento.

No había podido sostenerme en mi lugar.

Me le había abalanzado sin darle a tiempo a nada y había asaltado su boca con fuerza. Prendida a su cuello con las dos manos, le había estampado un beso hambriento que casi nos había hecho perder el equilibrio.

Había respondido al instante, rodeándome por la cintura, y entreabriendo la boca, para que nuestras lenguas se encontraran y acariciaran muy despacio. Inclinando la cabeza y devolviéndome ese beso con las mismas ganas, podía sentirlo en todas partes.

Mierda...

Besaba muy bien...

Pasé una mano por su nuca, rozando los cabellos cortitos de allí y la otra bajó por su pecho, justo donde su corazón parecía que iba a salirse. Y es que si el suyo no lo hacía, el mío seguro que sí.

Con un jadeo, recorrió cada rincón con sus labios, dejando besitos por todas partes, acercándose más, pegándose a mí, como si estuviera disfrutando cada segundo del sabor.

Se sentía tan dulce y a la vez tan lleno de... No sabía de qué, pero podría compararlo con comerme un postre muy, muy dulce y suave. Era suave y tan tentador, que con cada suspiro me hacía querer más.

Nunca había probado besos así, eran adictivos.

Nunca me había pasado nada parecido, tenía la panza hecha un caos. Tenía vértigo allí, y el pulso se me había vuelto loco.

Él había pegado su frente a la mía, para que los dos recuperáramos el aliento, y desde allí, seguía dejando pequeños piquitos en mis labios, que vibraban con su aliento cálido, mientras sus manos subían por mi espalda, y se detenían en mi rostro, conteniéndolo.

El gesto me pareció tan cariñoso, que me dejó con una sensación rarísima.

¿Por qué tenía ganas de llorar?

Era como si me hubiera dado un viaje de ácido, perdón pero no sé describirlo de otra manera. Pasar del impulso, al calor que me había provocado sentirlo por fin de esa manera, y ahora este cambio de ritmo. Me estaba mimando a través de besos y me hacía sentir tan vulnerable que no sabía qué hacer con mi piel.

Cuando nos separamos, sus ojos me miraban con tanta ternura, que se me clavaron en el pecho como una puntada de miedo. Necesitaba retroceder, y eso hice.

—Para que no se corte la tradición. – dije poniendo distancia. —Eso fue para darte suerte en el fútbol y eso.

Thiago me miró desconcertado, y se quedó en silencio, aún sujetándome por la cintura.

—Se te va a hacer tarde. – le recordé, soltándome de su agarre y poniendo una sonrisa despreocupada.

—Ahora no quiero irme. – dijo con la voz tomada, volviéndose a acercar, así que puse mis dos manos en su pecho para detenerlo.

—Dale, no te pongas pesado. Fue un beso nada más. – me burlé con una risita y él apretó los labios en una línea antes de asentir y soltarme.

—Un beso, nada más. – repitió, frotándose la barbilla.

No le había gustado lo que había dicho, porque los dos sabíamos perfectamente que estaba mintiendo. Eso no había sido solo un beso como cualquier otro, había sido una bomba atómica, y para colmo, lo había agarrado desprevenido... Pero no pensaba quedarme a discutirlo, porque empezaba a agobiarme.

—Que tengas un buen entrenamiento. – le deseé antes de salir por la ventana sin mirar atrás. La última imagen que vi, fue su rostro, con un gesto de decepción tan brutal, que me alegraba de haberme marchado.

 

Cuando llegué a casa, Amalia me había dejado una nota.

Ella y Samuel habían aprovechado el día que hacía fuera para salir a pasear. Tenían planes de ir de compras, luego al cine, quién sabía. Me importaba una mierda. Lo único que me importaba, es que me había dejado comida hecha y lista para calentar en el microondas, y dinero para lo que me hiciera falta.

Miré los billetes alzando una ceja, y me los guardé en el bolsillo. No era mucho, apenas me alcanzaría para unas cervezas y una etiqueta de cigarrillos si tenía suerte... Pero era mejor que nada.

Pensar que si hubiera vivido con mi padre hubiera tenido mucho más, me hizo dar ganas de agarrar algo a las patadas, así que me fui desnudando camino al baño y abrí la ducha.

Tenía la piel sensible, como si una corriente eléctrica me estuviera haciendo vibrar la piel, dejándome rara.

¿Qué había sido ese beso?

Llevé una mano a mis labios y cerré los ojos recordándolo, mientras el agua caliente relajaba mis músculos de a poco.

No tenía idea de que el chico pudiera besar así de bien. Lo había visto en la escuela, morreándose con Juani, pero me había dado siempre tanto asco verlos, que había evitado fijarme cómo es que lo hacía... Y ahora podía entender la obsesión que tenía esa chica.

Ese modo que tenía de agarrar mientras, y su boca... Suspiré echando la cabeza hacia atrás para enjuagarme el cabello. Su boca sabía lo que hacía, y era la combinación perfecta entre sexy y dulce.

Sacudí la cabeza y terminé de bañarme, interrumpiendo mis pensamientos. Una siesta me vendría bien...

Me desperté con ganas de matar gente. Amalia estaba a los gritos porque en algún momento del día había vuelto, y quería que fuera a ver cosas que había comprado.

Se había ido de shopping con su novio, claro, y aunque a duras penas teníamos para cubrir la boleta de luz, ellos parecían haberla pasado bomba comprando cuanta boludez se les había cruzado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.