Kenna 18

Empecé a retomar mis rutinas, me despertaba a las 6 de la mañana y salía a correr una media hora para luego ir a la piscina a nadar. Extrañaba el contacto del agua en mi cuerpo, como al estar sumergida no me escuchaba gritar, los lamentos se iban y las penas se ahogaban. Bajo el agua era feliz y por un tiempo lo olvidé.

Al llegar a casa coloqué un anuncio en la web para trabajar de niñera. Luego desayuné y me fui en bici hacia el GYM. Todos los días tenía la misma rutina, en la mañana era una chica deportiva, por las tardes la chica de los libros y por la noche solo existían los k-dramas para mí.

Intentaba ir cada vez más a la biblioteca para ver a Branwen, pero a veces elegia los días incorrectos y es que aún no conocía su horario. Así que le dejé un mensaje con la encargada dentro del libro de mitología nórdica “Vine a saludarte, pero no te encontré, espero estes la próxima vez, -K”

Tuve una respuesta al día siguiente, mientras estaba leyendo en la sala de informática alguien se acercó para traerme el libro. Dentro había un pequeño post-it que decía “te podría avisar cuando venir, el problema es que no tengo tu numero. -B”

Me estaba gustando el hecho de que habláramos por post-it escondidos en un libro, así que decidí no darle mi número. Quería que con él las cosas fueran diferentes a como solía ser con los demás. Branwen me atraía físicamente, pero en el fondo había algo más, esos ojos me gritaban cosas que aun yo no podía escuchar.

Así que se quedó de esa forma, el lugar donde nos veríamos seria la biblioteca. Nuestro chat era distinto al de lo demás y lo que podríamos ser los dos apenas acababa de empezar.
Al cabo de unos días me fui aprendiendo su horario: los lunes y los miércoles trabajaba por la mañana, los martes y jueves estaba en el turno de la tarde, mientras que los viernes eran alternos. Sin darme cuenta fui adaptando mis rutinas a la suya, para poder verle.