Perdóname ángel ( Trilogía Destino #2) (2013)

CAPÍTULO 10

Después de estar esperando durante hora y media por fin llegaron al pueblo, Angelita y Esther iban hablando alegremente, mientras que Clara iba unos pasos por detrás, pensando en cosas que quizá no debiera. Una pequeña vocecilla la sacó de su ensimismamiento.

—¿Ha visto a mi papá? Hace un momento estaba por aquí pero ahora no sé dónde está—la vocecilla venía de un niño que estaba hecho un mar de lágrimas.

—¿Qué te ha pasado? ¿Estás perdido?—el niño asintió limpiándose la nariz con mano—Tranquilízate, yo te ayudaré a buscarlo. ¿De acuerdo? Deja de llorar ¿quieres?

—¿Qué pasa hija? ¿Quién es este pequeño?—preguntó la anciana.

—Nada abuela, está perdido, pero me quedaré con él hasta que encuentre a su padre. Id vosotras, yo iré luego.

—Lo que tú quieras hija, nos vamos, ten cuidado y no llegues demasiado tarde.

Las dos mujeres se fueron y allí se quedó sola Clara con el niño. Su pelo era de un tono cobrizo que hacía resaltar sus grandes ojos grises, su piel era blanca como la leche, y tenía unas pecas muy simpáticas, no debía de tener más de cinco años. Ella sólo quería tranquilizarlo, no podía soportar ver a un niño llorar, se le rompía el corazón de tan solo verlo.

—Oye dime una cosa ¿Cuánto tiempo hace que perdiste de vista a tu padre?—se puso en cuclillas para ponerse a su altura.

—No lo sé, en el último sitio que estuvimos fue en la plaza, yo me estaba columpiando y él estaba leyendo un libro, me bajé del columpio, fui a beber agua y cuando volví—el niño rompió a llorar amargamente—Ya no estaba, se había ido. Llevamos poco tiempo aquí, y no conozco bien estas calles, no se ir a casa solo. ¡No me puedo creer que haya perdido a papá, es tan despistado!

Clara contuvo una carcajada por la ocurrencia del niño—No te preocupes, va a aparecer, ya lo verás— le ofreció un pañuelo, lo llevó a una fuente cercana y le lavó la cara— No me has dicho cómo te llamas, ¿verdad?

—Me llamo Luca, Luca Condetti, ¿y tú?—el niño sonrió por primera vez.

—Yo soy Clara, ¿eres italiano?—dijo mientras ambos caminaban por la calle de la mano.

—Yo no, pero mi papá sí, el se llama Carlo, es policía, persigue a los malos y los mete en la cárcel para que no le hagan daño a la gente. ¡Es chachi!, yo de mayor quiero ser policía.

—Estoy segura de que llegarás a serlo, ¿y tu madre?

—Yo…—el niño se quedó pensativo no sabía que contestar pero al final respondió con sinceridad—Yo no tengo mamá, sólo tengo a papá y a Nana.

A la joven le dolió lo que le acababa de confesar aquella criatura. Le sonaba bastante eso de no tener madre, al menos tenía un padre, eso es algo más de lo que ella misma podría decir. No dejó que le afectara.

—¿Y quién es Nana?

—Nana es mi abuela, la madre de papá. Pero yo le digo Nana, me gusta llamarla así.

La conversación duró un rato más, hablaron de todo lo que al niño se le ocurrió, desde donde vivía antes y como llegaron hasta ese pueblo, una voz los interrumpió.

Luca, dov´eri piccolo?— «¿Dónde estabas pequeño?» Un hombre bastante alto y corpulento corría en su dirección.

Papa, ero preoccupato per te, ho pensato che aveva perso.— «Papá, estaba preocupado por ti, pensé que te habías perdido» Se abrazó a su padre, con desesperación.

Clara no entendía lo que hablaban pero se notaba que ambos estaban preocupados el uno por el otro. Se percató que el hombre sonreía por algo que su hijo había dicho. Vio que Luca estaba a salvo, y se dispuso a irse cuando una mano pequeña se cogió a la suya. Aquel hombre parecía demasiado elegante para aquel pueblo tan pequeño. Iba vestido con un traje hecho a medida, o al menos eso le pareció a ella, le sentaba muy bien. Era moreno, el pelo no demasiado corto y engominado, sus  ojos eran de un verde esmeralda que quitaría el sueño a más de una.

—Ven, voy a presentarte a papá—la llevó casi corriendo hasta donde estaba Carlo—Papá, ella es Clara, ella me encontró y me ayudó a buscarte.

—Encantado señorita—le tendió la mano a modo de saludo—Mi nombre es Carlo Condetti, gracias por no abandonar a mi pequeño Luca, es muy travieso.

—De nada señor Condetti, cualquiera hubiera hecho lo mismo—la joven se puso a la  altura del niño—Encantada de conocerte Luca, no seas tan travieso, así no volverás a perder a tu padre—le guiñó un ojo mientras el niño sonreía—Yo ya me marcho, adiós y encantada de conocerlos.

Padre e hijo empezaron a parlotear en italiano mientras ella se alejaba, pero pudo escuchar perfectamente como Luca volvía a pronunciar su nombre. Ella se volvió y se acercó de nuevo a ellos.

—Señorita, ¿la puedo llevar a su casa? Es lo menos que puedo hacer después de haber ayudado a mi bambino. «Niño»

—No hace falta señor Condetti, y por favor llámeme Clara, si no le importa. No es necesario que me lleve, no está lejos.

—Insisto—dio un paso hacia la posición donde estaba ella—De acuerdo la llamaré por su nombre si usted me llama Carlo, nada de señor Condetti.

—De acuerdo señor…—rectificó— Carlo, pero de verdad no es necesario que me acompañe.




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