Perdóname ángel ( Trilogía Destino #2) (2013)

CAPÍTULO 12

Llegó el viernes, el día en el que Dani y Clara partirían hasta la ciudad. Ya lo tenía todo preparado sólo esperaba a que él llegara a por ella. Estaba bastante nerviosa, hacía quince años que no pisaba la ciudad, apenas era una niña la última vez que estuvo allí, no había vuelto a ver a sus abuelos, a lo mejor ya ni la reconocerían. También estaba preocupada por el asunto de Lucía y su hija, no sabía cómo reaccionaría al conocerlas. Ya tenía ganas de pasar ese trago para salir de dudas.

—¿Lo llevas todo hija?—preguntó la mujer.

—Creo que sí pero no me quedo tranquila al dejarte sola, no me he separado de ti nunca desde que estoy aquí, te voy a echar muchísimo de menos.

—Eres una exagerada, pero si pasado mañana vas a estar aquí de nuevo, ve pásalo bien con tu familia y por el amor de Dios no discutas con quién ya sabes.

—Dejemos el tema por favor, no quiero hablar de él, después de este fin de semana intentaré no tropezarme con él. Ayudaría bastante si no apareciera por aquí.

—No te prometo nada—la mujer alzó la vista—Mira ya está aquí tu príncipe azul.

—¡Abuela! Cualquiera que te oiga pensaría que es verdad—la abrazó muy fuerte—Te echaré de menos ¿Sabes que te quiero?

—Lo sé hija, aunque a veces me dan ganas de abrirte la cabeza para según qué cosas. Pásalo bien y piensa en lo que te he dicho, te quiero mi niña.

Clara salió en dirección al coche, el cual se encontraba con el maletero abierto, sólo se limitó a decir un insípido «Hola» Después se subió y nada más.

Nadie habló en todo el camino, resultaba extraño ya que siempre habían hablado ya fuera de buenas o discutiendo. Él sabía perfectamente que le ocurría algo, lo notaba en su manera de mirar por la ventana y en su dedo inquieto sobre la puerta del coche, al final tuvo que romper el hielo.

—¿Te pasa algo?

—No.

—¿Seguro?

—Sí.

—¿Puedes responder con alguna frase con más de una palabra?

—Claro.

—¿Estás enfadada conmigo?

—No.

—¿Quieres dejar de hacer eso?

—Puede.

—Contigo es imposible, quieres ser muda, adelante no te lo impediré.

Clara sonrió para sus adentros. Estaba jugando, no quería hablar con él, no quería estar cerca de él. Seguro que en cuanto llegara la dejaría para ir corriendo a verla a ella, entonces se sentiría más a salvo, aunque se sentía mal al pensar en él con otra, pero sería algo que tendría que aceptar. Una hora después llegaron a la ciudad, Clara apenas reconocía las calles donde había paseado en su niñez. De pequeña le gustaba pasear los fines de semana con su niñera de turno, mirar los juguetes y los dulces de los escaparates, jugar en el parque con otros niños… Empezó a recordar lo infeliz que fue allí, el saber que sus padres jamás la habían llevado a todos esos lugares bonitos… Se le hizo un nudo en la garganta, rauda y veloz cogió las gafas de sol que llevaba en su cabeza. Se estaba emocionando, no quería que se diera cuenta, intentó contenerse, le costó bastante pero pudo hacerlo. Dani no era ningún estúpido sabía perfectamente en lo que estaba pensando mientras observaba las calles, pero no sabía que decirle. Decidió que lo mejor sería guardar silencio mientras cruzaban la ciudad para llegar a su casa. No tardaron demasiado, aparcó justo en la puerta.

—Ya hemos llegado, bienvenida a mi casa.

Ella salió del coche y contempló aquella casa, era enorme, pero su exterior no era demasiado ostentoso tal y como ella lo había imaginado. Era muy sencilla y eso le gustó bastante.

—Gracias—por fin se quitó las gafas y las devolvió a su lugar de origen—Es grande igual que la del pueblo, te gusta todo a lo grande.

—Tal vez sea así, pero ten en cuenta que aquí vivimos varias personas y cada una de ellas necesita su espacio.

—No lo había pensado hasta ahora pero ¿Yo no debería irme a casa de mis abuelos? Es lo más lógico, supongo que saben que estoy aquí.

—Puedes quedarte aquí, hay sitio de sobra. No debe ser fácil ir a convivir aunque solo sean un par de días con personas que no ves desde hace quince años ¿no?

—Sí, supongo que tienes razón—se volvió hacia a él—Pero no me quiero quedar en tu casa, no estaría bien.

—¿Otra vez te importa el qué dirán?—dibujó una sonrisa en su rostro—No me voy a aprovechar de ti ni nada parecido, además aunque quisiera, no puedo. No con mi hermana y sus tres hijos, ellos viven aquí también.

Clara respiró aliviada pues se estaba sintiendo acorralada ya no sabía que excusa poner para no quedarse bajo su mismo techo.

—De todos modos, sois muchos y no creo que necesitéis a otra persona más. Sé perfectamente donde está su casa, así que pediré un taxi y me iré. Supongo que nos veremos mañana.

—¿Nunca te das por vencida verdad? Si te digo que te quedes es porque todos estamos de acuerdo en que te quedes. Están deseando conocerte y cuando a mi familia se le mete algo entre ceja y ceja suelen conseguirlo, ya lo verás. Vamos dentro, nos están esperando.




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