Perdóname ángel ( Trilogía Destino #2) (2013)

CAPÍTULO 17

Terminó la navidad y con ella las vacaciones de Luca. La casa se sentía muy sola sin él, estaba algo aburrida y aún le quedaba mucho día por delante. Apenas había salido de casa desde que estaba allí y en ese momento le apetecía bastante. Salió a la calle pero, no sabía adónde podía ir, pero decidió caminar sin rumbo. Caminó y caminó hasta las afueras del pueblo, por aquella zona sólo había unas pocas fincas. Pero una de ellas le llamó mucho la atención, tenía pinta de haberse quemado. Sin saber por qué en ese momento una gran tristeza invadió su interior. Sin dudarlo abrió la carcomida puerta y pasó al interior, y acto seguido entró en la casa.                                                                                    

Aquello le resultaba muy familiar, sentía que ella estuvo allí antes, pero era incapaz de recordar cuándo. Observó un sillón que estaba medio ahumado y una imagen se dibujó en su mente. Era una mujer mayor sonriéndole, también la había visto antes, en unos de sus sueños, ¿Quién sería esa mujer? Más tarde subió las escaleras y entró a un dormitorio. Se quedó fijamente mirando las fotos. Era ella, aunque más joven, y otra imagen se dibujó en su cabeza, era una muchacha morena de pelo largo, también aparecía en una foto, Clara no entendía nada ¿Por qué estaba ella ahí? ¿Conocía a aquellas mujeres de algo? No aguantó más y salió de la habitación casi corriendo, bajó las escaleras y se tropezó con alguien, que cuando la vio se quedó petrificada.

—¿Eres tú Clara? ¿De verdad lo eres?—Esther no se lo podía creer.

—¿Me conoces? ¿Sabes si yo tengo algo que ver con esta casa?—estaba más confundida que nunca.

—¡Eres tú! ¡Eres tú!—se abrazó a ella con lágrimas en los ojos—Estás bien, no sabes cuánto tiempo hemos estado buscándote ¿Dónde estabas? Nos has vuelto locos a todos.

—¿Cómo sabes mi nombre?—reconoció a la chica de la foto, las cosas empezaban a cuadrarle un poco—¿Quién eres?

—Estás bromeando ¿Verdad? Claro que sabes quién soy, mírame, soy Esther, tu mejor amiga.

—Lo siento pero hace tiempo que no recuerdo nada, llevo cuatro meses en blanco.

—No puede ser cierto ¿No sabes quién soy de verdad?

—No, lo siento de verdad ¿Tú sabes qué relación tengo yo con esta casa?

—Esta era tu casa, llevas aquí desde que eras una niña, tus abuelos…—le resumió brevemente la historia de su vida allí, ahorrándose los detalles desagradables.

—Ahora entiendo porque todo lo que hay aquí me resulta familiar—miró su preciosa pulsera, cortesía del detective—Tengo que irme ya, gracias por haberme ayudado, espero que nos veamos otro día.

—¿Pero dónde estás viviendo ahora?— por más que le gritó, su amiga no la escuchó, salió de allí a toda velocidad.

Cuando llegó a la casa, tenía una fuerte jaqueca. Algunas imágenes iban y venían de su cabeza. Estaban la mujer mayor, que por lo que sabía era su abuela, la muchacha morena, la tal Esther y un hombre que aún no había visto. Pero los ojos de aquel desconocido la inquietaban bastante ¿Sería producto de su imaginación? Y un nombre resonaba en su cabeza, Helena. ¿Quién sería Helena?                                                                                                             

Luca llegó del colegio, ambos comieron juntos, aunque Clara no tenía mucho apetito, después el pequeño se fue a jugar a su habitación. A ella la cabeza le iba a explotar, estaba deseosa que Carlo llegara para poder irse a descansar, un par de horas después el hombre llegó y ella se fue hasta su habitación.

—Hola hijo, ¿estás solo?—se sorprendió.

—Hasta que tú has llegado no, Clara estaba conmigo, pero no se sentía muy bien, y cuando ha escuchado la puerta me ha dicho que iba a descansar un rato.

—De acuerdo hijo, sigue jugando, enseguida vuelvo.

Salió de la habitación del pequeño y se dirigió a la de la joven, tocó a la puerta pero no obtuvo respuesta, sólo se escuchaba un pequeño murmullo.

—Fuego, tengo que salir de aquí, me quemo, abuela vámonos de aquí, nos quemamos—estaba hablando en sueños. Se paró a escuchar atentamente, parecía estar reviviendo el momento del incendio, estaba a punto de descubrir el posible motivo de su amnesia—¡Abuela, abuela, despierta! ¡Te estás quemando, te estás quemando, háblame!—no dejaba de removerse en la cama, estaba empapada en sudor frío—¡Está muerta! ¡Ella está muerta!

Bella, despierta, es una pesadilla, estás a salvo—se sentó a su lado intentando despertarla—Abre los ojos, mírame—por fin abrió los ojos y se encontró entre los brazos del detective—¿Estás bien?

—Sí…sólo que, creo que mi pesadilla ocurrió de verdad. Yo estaba allí, al igual que esta mañana, estuve allí y pude recordar algo, nada significativo, sólo unas personas y un nombre que no sé quién es.

—¿Saliste de casa? Creo recordar que te dije que evitaras alejarte mucho de aquí, podrías haberte perdido.

—Eres mi jefe, no mi carcelero ni mi dueño—a él le recordó la misma joven de antes, desafiante y borde—Tenía que salir, aquí me asfixio, lo necesitaba.

—No pretendo serlo, siento mi reacción, sólo me preocupo por ti—la soltó de entre sus brazos.

—La cuestión es que no sabía dónde ir, y caminé hasta llegar a una finca a las afueras del pueblo—Carlo ya se estaba empezando a temer lo peor—No sé por qué razón entré, y todo lo que veía me era conocido. Yo estuve allí en algún momento de mi vida, después subí a uno de los dormitorios y encontré fotos en las que yo estaba, en todas ellas, de más joven y más actuales. Recordé a las personas que te dije y dos de ellas también salían en las fotos, una era una mujer mayor y la otra una chica de pelo negro y largo. Me asusté, bajé corriendo y me encontré con la chica de la foto. Ella me conoce, sabe quién soy, sabe mi historia, me la contó, se llama Esther y dice ser mi mejor amiga. No sé por qué me parece que dice la verdad, y en mi pesadilla veía a aquella mujer, era mi abuela, era esa casa, yo estaba allí, la vi como se quemaba, estaba muerta, yo la vi.




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