Perfecta para romperse

Capítulo 5

Clara ya estaba en el mini salón. Había dejado sus cosas y saludado a los chicos. Luego del saludo, notó que el único lugar vacío en la mesa era justo frente a Noah. El universo otra vez conspiraba contra ella.

Noah trabajaba bien, aunque estaba algo perdido, y ya fuera por fastidiarla o porque en verdad necesitaba su ayuda, se la pidió varias veces... para su desgracia.

Mientras la tutoría avanzaba, en un momento los pensamientos de Clara la arrastraron a ese último año de escuela, al malentendido que la había llevado a odiarlo.
Recordó cómo se había ilusionado con él, creyendo ver señales donde, según ella pensó después, nunca existieron.
Todo cambió una tarde, saliendo de la biblioteca. Escuchó a un grupo de chicos hablando con Noah. Uno de ellos dijo algo como:
—Obvio que no te puede gustar la perna o nerd de Clarita.
Lo que más le dolió a Clara fue que la llamaran así.

Escuchó las risas del grupo, y aun sintiéndose humillada, caminó junto a ellos haciéndose notar. No iba a desaparecer como si nada. Justo cuando pasó, interrumpió a Noah en el momento en que él intentaba decir que sí le gustaba y que no hablaran así de ella.
Eso, Clara nunca lo escuchó.

Y fue ese silencio, ese instante truncado, lo que selló el malentendido.
Ella pensó que solo se burlaban de ella. Que Noah, como los otros, la ridiculizaba.
Lo que no supo entonces, es que él sí la había defendido.
Y que también salió herido al no poder explicarse.

Eso... lo sabría Clara mucho más tarde.

—¿Clara? —La voz de Noah la sacó de golpe de sus pensamientos. Lo miró, parpadeando como si despertara de un sueño lejano.

—¿Qué?

—Te quedaste mirando la hoja sin moverte por casi dos minutos —dijo, sin burlas. Su tono era bajo, casi suave—. ¿Estás bien?

Clara asintió rápido, pero su voz tardó en salir.

—Sí, sí... solo me distraje. Estoy bien.

Noah la observó un segundo más de lo necesario, como si pudiera ver más allá de su respuesta. Como si supiera que no lo estaba del todo. Pero no insistió. Solo empujó suavemente su cuaderno hacia ella.

—¿Puedes explicarme esto otra vez? Me perdí en los pasos.

Clara asintió, agradecida por el cambio de tema. Pero algo en su interior había cambiado. Ya no lo miraba igual.
Porque ahora, por primera vez, se preguntó qué habría pasado si aquel día... si tan solo hubiera esperado unos segundos más.

La sala de estudio estaba en silencio. Clara guardó los últimos apuntes mientras los dos estudiantes que habían asistido a la tutoría recogían sus cosas entre agradecimientos y promesas de repasar más.

—Gracias, Clara. Se entendió todo mucho mejor contigo que en clases —dijo uno de ellos con una sonrisa sincera.

—Sí, de verdad. Ojalá puedas hacer otra antes de la prueba —añadió el otro.

—Claro, cuando quieran —respondió ella, obligándose a sonar natural.

Ellos salieron, dejándolos solos. Apenas la puerta se cerró, Clara sintió cómo la atmósfera cambiaba. El aire se volvió más espeso, más consciente.

Noah no se levantó. Seguía sentado al otro lado de la mesa, con los codos apoyados y los ojos puestos en ella. No como un alumno, sino como él. Ese él que ella había estado evitando.

—Lo hiciste bien —dijo, con una suavidad que la incomodó más que cualquier sarcasmo.

—Gracias —respondió sin mirarlo, mientras ordenaba los marcadores por colores, más por necesidad de distraerse que por orden real.

—Clara... —empezó, pero ella ya sabía por dónde iba.

—No. —Fue directa, sin levantar la voz—. No empieces.

—Solo quería hablar.

—Yo no.

Hubo un silencio tenso. El tipo de silencio que grita.

—¿Vas a seguir evitándome así? —preguntó él, con un dejo de cansancio en la voz—. Ni siquiera me diste la oportunidad de explicarte.

Ella se giró por fin, mirándolo con frialdad. Pero había fuego debajo de esa superficie helada.

—¿Y para qué? ¿Para que me mientas con otra cara bonita? —Su tono era más duro de lo que esperaba, pero no se contuvo—. No necesito explicaciones de alguien que claramente no cambia.

Noah no respondió de inmediato. La miró, dolido, pero no sorprendido. Como si hubiera esperado eso. Como si ya supiera que no tenía derecho a defenderse ante ella.

—Está bien —dijo finalmente, poniéndose de pie—. Gracias por la clase, profe.

El sarcasmo era apenas perceptible, pero ella lo notó. Y dolió.

Él se marchó sin más. Clara se quedó de pie junto al escritorio, los marcadores ordenados perfectamente, las emociones desordenadas por completo.

La puerta se cerró tras él con un golpe seco. No fue intencional, pero sonó a lo que estaba sintiendo: a final. A rechazo. A algo que se le escapaba de las manos.

Noah bajó las escaleras del edificio sin prisa. No quería ir a ninguna parte, pero tampoco podía quedarse allí.

Clara.

La imagen de ella, seria, tan dura, tan fría… le pesaba en el pecho. No era la primera vez que una chica lo trataba con desdén, pero esta vez dolía diferente. Porque no era cualquiera. Era ella.




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