Perfecta perdición

01|El comienzo.

01|El comienzo.

Recuerdo los fines de semana con mi papá cuando era más pequeña, eran los únicos días que el podía pasar tiempo conmigo y no en su trabajo. Aquellos tiempos eran los mejores, lo recuerdo. Mi papá y yo pasábamos el día entero juntos, salíamos a comer, íbamos al cine o a un parque de diversiones. Era como una pequeña aventura solo para nosotros dos.

Pero con el tiempo se iba alejando, cuando llegué a los dieciséis años, papá finalmente decidió hablar conmigo. Me senté con él en la sala y me dijo todo sobre su trabajo, sobre el peligro al que se enfrentaba a diario y los riesgos que debía asumir, y del porqué había estado tan ausente todo este tiempo.

Me quedé en silencio por un momento, procesando todo lo que me estaba diciendo. Él me miró con seriedad y me cogió de las manos. Me dijo que ya era hora de que no solo conociera su mundo, sino que también participara en él.

Así que desde hace dos años que me entrenan para ser parte de su organización.

Todo mi mundo cambió después de ese momento, las cosas ya no volvieron a ser como antes. Desde entonces me he dedicado a entrenar a diario, perfeccionando mis habilidades y preparándome para lo que fuese necesario.
Me aleje de mis amigos por esa misma razón, sin vida social, solo entrenamiento.

—Astrid, hazlo mejor.—Escucho una voz firme.

Me quito los pensamientos de la cabeza y me centro en la tarea que tengo delante. Mi entrenadora está ahí, mirándome con expectación, esperando a que repita el movimiento que acababa de hacer. La observo con atención, y asiento antes de volver a intentarlo.

Al final, la hago casi perfectamente. A pesar de ello, ella se acerca para corregir mi técnica, colocando sus manos en mis brazos y hombros para indicarme la forma correcta.

—Así.—Me indica.—No levantes mucho la pierna derecha.

Me centro y la bajo un poco, siguiendo sus instrucciones. Cuando terminé, ella me mira y asiente mostrando satisfacción con mi progreso.

—Gracias, es solo que aún no creo que esté lista para ser parte del grupo grande.—Mi voz sale rasposa por intentar recuperar la respiración.

—Vamos Astrid, ya has mejorado bastante.—Mi entrenadora me anima con palabras.—Llevas dos años trabajando muy duro y hemos visto tus progresos.

—Pero no es suficiente para mi papá.

—Lo sé...pero no puedes apresurarte.—La entrenadora me coloca la mano en el hombro y me mira con calma.—Eres una de las mejor preparadas en un grupo. Y eso ya es mucho.

—Estoy sola.—Le recuerdo sabiendo que entreno sola.

—Si, pero la diferencia entre los demás es abismal—La entrenadora Elly se cruza de brazos.—Además, lo haces muy bien sola.

—Si pero quiero ser parte de ese grupo.

—Eres buena...pero aún no creo que sea el momento.—Su tono es más autoritario.—Te has vuelto más veloz y flexible, pero te falta aún un poco más de fuerza y precisión.

—Y que el líder me quiera aceptar.—Ruedo los ojos.

Ella se queda pensándolo durante unos segundos, pero sacude la cabeza con tranquilidad.

—Para eso aún necesitas mejorar.—Dice con calma.—El jefe tiene alto exigencias.

—No creo que ese tal Ethan sea mucho.

—Lo creas o no, no puedes quitarle eso.—Suspira y se encoge de hombros.—Tiene un pasado oscuro y experiencia, por eso lleva a la pandilla.

—¿Es un anciano o porque es tan amargado?—Murmuro con aburrimiento.

Elly niega, y en cambio me mira con curiosidad.

—¿Por qué siempre crees que son ancianos? La mayoría son jóvenes—La oigo que se ríe un poco.

—Por que tiene vibes de ser un anciano si es tan amargado como suena.—Encojo los hombros.

Suspira, nuevamente ante mi comentario.

—Ese tono tuyo le molestará— Me da una tela para limpiar mi sudor.—Es rudo pero se hace respetar. Y eso es algo que tú necesitas.

—¿Y porque le tienes tanto respeto si es más joven que tú?.—La miro con curiosidad mientras me limpio.

—Porque aunque sea más joven, el tiene lo que realmente se necesita para comandar un grupo.— Responde con tranquilidad, cruzando su brazos.—Lo que significa que no debes subestimarlo.

—Da igual mi papá es el verdadero líder.—Le sonrió.—Ese jóven.—Recalco la última palabra.—Solo se encarga de los jóvenes.

—El lo hace excelentemente, tu papá no puede hacer todo.—Ella me mira con cierto reproche por lo que dije.—Y también cuida de todos, los entrena y les enseña cómo actuar.

—Ya.—Ruedo los ojos—Siempre me dicen que el es la gran maravilla.

—No es porque sea “La gran maravilla” que dices.—Me mira levantando una ceja.—Simplemente es bueno en lo que hace y por eso tu padre confía en él.

—Mi papá confía en todos no es la gran cosa.—Le quitó importancia.

—Sí, pero más en él.—La entrenadora levanta la ceja nuevamente, no le está gustando nuestra conversación.—Tu papá no es ningún tonto, y no confía en cualquiera.

Justo cuando iba a reprochar escucho como vibra mi celular.

Me incorporo y me acerco hasta el, tenía como notificación un mensaje. Me quedo en silencio, era de mi papá.

—Debo irme.—Digo guardando el teléfono, Elly asiente con calma.—Gracias por la ayuda, nos vemos el día de mañana.

—Felicidades.—Me dice con una sonrisa.

Me paro y la miro algo sorprendida, sin entender muy bien a que se refiere.

—¿Por qué me felicitas?

—Ya verás.—Entonces se da la vuelta para recoger todo.

La observo con curiosidad, sin entender a que se refiere, sin embargo, opto por guardarme mis interrogantes momentáneamente y salgo del gimnasio rumbo a casa.

El trayecto a casa es bastante tranquilo, camino por la calle sin detenerme a mirar nada. La gente pasa a mi lado y me da una mirada rápida, supongo que mi apariencia es un tanto amenazante con la ropa que llevo puesta.

Llego a casa, abro la puerta y me encuentro con el salón totalmente oscuro, pero veo la luz que proviene de la oficina de mi padre. Sin dudarlo me acerco y llaman a la puerta, escuchando su voz al otro lado, permitiendome entrar.




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