Perfectamente imperfectos

Capitulo 2

12 de mayo del mismo año 

Kim TaeHyung.

 

 

viajar varias horas en auto no es algo sencillo y más cuando el camino parece ser las montañas del monte Everest, hay tantas rocas, no me sorprende que la principal actividad económica de este lugar sea la mineria. Apenas pude apreciar la mitad del camino pues cuando entramos por esta ruta llena de maleza lo menos que puede hacer fue asomar la cabeza.

De repente siento tanta calor que mi gabardina comienza a estorbar, debería de soportar un poco más si casi parecemos llegar. 

El auto se detiene frente a un gran portón oxidado cubierto de una enredadera de rosas rojas y blancas, incluso lo mas bello puede mesclarze con la peor abominación del mundo. El conductor ayuda a bajar mis maletas, gesto que agradezco con una buena propina y me dispongo a entrar, vaya que tonto soy... Es obvio que esto tendría un enorme candado sujeto por cadenas de gran grosor. Se supone que el señor Garfield director del hospital estaría esperándome, no quiero imaginar estando un minuto más en esta inospita calle en la que el viento parece susurrar cosas a tu oído. 

Un hombre robusto y de barba blanca se acerca a la entrada desde adentro, un aro repleto de llaves baila entre sus manos gruesas y con una sonrisa comienza a girar la llave correcta dentro del candado.

La flores parecen desprender su propio aroma, el clima es cálido, no hay nada de nubes en el cielo, “oh cuanto amo el verano”. Las mariposas parecen bailar sobre el pasto verde cubierto de capullos amarillos. Esto es algo que me encantaría escribir en mi díario de naturaleza.

— Joven, va a quedarse ahí o espera una invitación— la voz de aquel hombre me saca de mi órbita que solo se dispone a contemplar el paisaje, Me reincorporo y me atrevo a verlo directamente a los ojos, son de un color verde, uno muy fuerte, eso es lo primero que llama mi atención al ver que es de tez morena y baja estatura.

— Buenas tardes— tomo mis maletas en cada brazo — vengo aquí por sugerencia del doctor Garfield— mis manos ocupadas me impiden extenderle la mano pero con dificultad tomo una valija debajo de mi brazo y le extiendo mi extremidad superior — mi nombre es Kim TaeHyung,  soy psiquiatra — al ver mi desastrosa situación me ayuda y lo hace con tanta facilidad que me avergüenzo de mi mismo.

— El doctor Garfield lo espera— me responde cortésmente.

Ahora siento libertad al caminar, el camino encerado por rocas pulidas en la tierra forma una vereda delgada y extensa hacia la entrada.

El lugar parece silencioso a tal grado de parecer aterrador, la maleza cubre gran parte de la fachada y un gran dato es que al igual que ahí afuera hay rosas rojas por todos lados, una fuente de pie tallada en roca de la cual salen chorritos de agua de la boca de los angeles.

A pesar de tanta boscosidad los arbustos parecen ser podados con frecuencia y precisión. Sin duda es el jardín más hermoso y terrorífico que halla visto en mi vida.

Hay cuatro escalones que conducen a la puerta principal. El hombre del que aún desconozco su nombre va delante de mi guiandome. Estoy tan emocionado que no alcanzo a pensar lo que pueda esperarme y aunque procuro no hacerme expectativas me resulta muy difícil, unos de los hospitales psiquiátricos más prestigiosos a abierto sus puertas a un novato como yo y aún me resulta complejo creerlo.

El lugar es más como un castillo repleto de habitaciones —según lo que escuche—, algunas pequeñas y otras más grandes y comodas para burgueses. Si, es irónico que hasta en este ámbito los ricos tengan más privilegios que otros.

El vestíbulo es enorme, la alfombra se desprende desde las escaleras de madera y termina frente a mis pies, todo tiene un estilo único de la época vanguardista con toques actuales.

— Espere un momento— El hombre se va.

Me quito la gabardina porque siento que me sofoca y la cuelgo en uno de los dos percheros a cada lado de la puerta. 

Tom Garfield. Director del hospital me da un abrazo de bienvenida y me invita a pasar más adelante. Este hombre que ahora porta una barba y se ve más robusto era mi profesor de psiquiatría y durante varios años de mi adolescencia mi consejero personal y amigo. Yo era el único que se quedaba hasta altas horas de la noche estudiando en su compañía y por decirlo así era su pupilo estrella y favorito — todo esto dicho por su propia boca—.

— Creí que ya no vendrías— mantiene su tono alegre mientras seguimos caminando.

— Jamás perdería esta gran oportunidad — .

— Muy bien dicho muchacho— palmea mi hombro y me mira fijamente— vaya que has crecido— un deje de nostalgia se escucha en su voz — mírate ya eres todo un hombre y pensar que ayer eras solo un niño miedoso en busca de mi ayuda. Una pulga bastante molesta que me seguía a todas partes — sonríe e imitó su gesto asintiendo varias veces porque la realidad es que si fue así.

— Me agrada verlo de nuevo— seguimos por el corredor hasta una oficina con ventanilla de vidrio en la puerta que resalta y grita a los cuatro vientos su rango en el hospital.

— Toma asiento Kim— se sienta en una silla plegable detrás del escritorio de gruesa madera.

— Gracias— 9 años han pasado y sigue usando la misma táctica cada vez que quiere hablar de un asunto serio.

— ¿Cómo has estado?— primera face, la persuasión.

— Bien, después de graduarme comencé mi especialización, es un poco complicado pero no imposible— y es que después de tanto tiempo estudiando ahora conosco y puedo interpretar cada uno de sus gestos.

— ¿Has hecho algo más aparte de completar tus estudios? Ya sabes, conocer personas, relacionarte... Comprometerte con alguien, casarte— la inspección a su oficina se detiene cuando dice lo último y observo su rostro que ya no sonríe.

— Creo que aún estoy muy joven para casarme— quiero sonreír pero no puedo — pero... He hecho amigos— mentira. En todo este tiempo aprendí que ponerse nervioso mientras mientes frente a la persona que fue tu maestro y psiquiatra quien trato la gran parte de tus problemas psicológicos no te hará salir librado. Tom siempre se preocupo por lo poco social que yo era y algunas veces retraído.




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