Perfectos Criminales

Capítulo 8

— Señor, ¿Cuánto tiempo falta? — preguntó el gemelo tatuado.

— Estamos a la altura de Puerto López. Creo unos cuatro horas. ¿Pasa algo copia? — respondió Joel, mirando por el retrovisor hacia el cuerpo de Danny.

— Sus pulsaciones me preocupan — dijo la gemelo tatuado.

— Dios, no debí golpearlo tanto. Lucas me romperá cada uno de mis huesos — se reprochaba en silencio el hombre moreno.

Tomó el volante y aceleró, superando los límites de velocidad permitidos. Debía llegar, cuanto antes a la base costera.

Después de tan solo seis horas, finalmente llegaron a la base de Puerto Victoria. El gemelo apenas detuvo el vehículo, tomó el cuerpo de Danny, que parecía muerto, y corrió a la gran mansión.

Allí, Lucas y Janely discutían la logística para descargar y enviar el LCD de los colombianos.

— Necesitó un médico urgente, señorita Janely — el gemelo sin tatuajes interrumpió.

Janely y Lucas levantaron la vista impactados. Después de unos segundos de silencio, Lucas reaccionó.

— ¿Qué le pasó? ¿Quién le hizo esto? — Lucas se aceró, quitó el cuerpo de los brazos de los gemelos y lo llevo hasta el área médica de la mansión.

Jannely los siguió, sin antes amenazar al gemelo sin tatuajes.

— Si fuiste tú, date por muerto, copia — le dijo, empujando contra la pared.

Lucas entró en la sala médica, fue directo fue a la sala de cirugía y entregó el cuerpo al doctor, quien, solo con mirarlo, afirmó que tal vez no sobreviviría.

Lucas se quedó sin palabras.

— Ramos, te exijo que salves a Danny — Jannely ordenó al doctor.

Los ojos de Lucas se llenaron de lagrimas. El hombre, que siempre se mostraba fuerte, se dejó caer, Janely lo guío hasta la sala de espera y lo acomodó sobre el sofá.

— Lucas, todo saldrá bien — le dijo Janely ofreciéndole su hombro para que llorara.

Joel, temeroso, se coló en la sala de espera, intentando mantenerse a la sombra de la situación. Pero en cuanto Lucas detectó su presencia, sus emociones reprimidas estallaron. Se apartó bruscamente de Jannely y se abalanzó sobre Joel como un animal furioso.

— ¡Hijo de mil putas! — gritó, con la voz enrarecida por la rabia —. ¿Qué le has hecho? — Lo agarró con ambas manos del cuello de su chaqueta de cuero y lo estrelló violentamente contra la pared.

— Responde — vociferó Lucas, acercando su rostro al de Joel, sus ojos encendidos de furia.

Joel, sin embargo, no era alguien que se intimidara tan fácilmente. Sin mediar palabra, se liberó de su agarre con un empujón feroz y lanzó un puñetazo que impactó directo en la mandíbula de Lucas. El golpe fue lo suficientemente fuerte como para que el eco resonara en la sala, pero Lucas apenas retrocedió. En lugar de retroceder, sonrió con una mueca cruel mientras se llevaba la mano al rostro para limpiarse la sangre que empezaba a brotar de su labio.

Se lanzó contra Joel, derribándolo contra una mesa café que se partió bajo el peso de ambos, los golpes eran secos que se mezclaban con los gruñidos y el jadeo. Los dos rodaron por el suelo, destruyendo todo a su alrededor. Cada golpe era más violento que el anterior. La sangre empezó a salpicar en las paredes, y el suelo se llenaba de trozos de muebles rotos y cristales destrozados.

En medio del caos, apareció Jannely, quien odiaba ver a dos de sus mejores hombres pelearse de esa manera, intentó en vano contenerlos con su voz. Pero ellos estaban completamente cegados por la ira.

— ¡Sepárense ahora mismo! — gritó, sacando su arma y apuntándoles con decisión. Sin embargo, los dos hombres ignoraron la amenaza y continuaron con la pelea.

— ¡Hijos de perra, les dije que se separen! — rugió Jannely, furiosa, y disparó un tiro que resonó como un trueno en el cuarto.

La bala se incrustó en la pared a solo unos centímetros de ambos, y al fin, los dos hombres se detuvieron, respirando agitadamente y mirándola con sorpresa.

Con una mirada fulminante, Jannely continuó apuntándolos y, con una voz glacial, exclamó: — Siéntense sus malditos culos en el sofá, y hablemos como humanos. Aquí no hay lugar para bestias.

Joel y Lucas, todavía respirando y con caras llenas de sangre y cortes, intercambiaron una ultima mirada cargada de odio antes de sentarse en el sofá.

El médico, aterrorizado, asomó la cabeza desde la puerta observando la sala destrozada.

— Ramos, dile a dos enfermeros para que vengan a curar a estos cavernícolas — ordenó Jannely con dureza, sin bajar el arma, mientras miraba a los dos hombres ensangrentados y derrotados.

Los enfermeros llegaron rápidamente y comenzaron a limpiar las heridas de ambos. Joel tenía la nariz rota, el labio y la ceja partida, mientras que Lucas presentaba hematomas y un enorme en la frente y el labio partido.

Joel intentó hablar, pero Janely lo calló.

— Aquí, yo soy la única que decide quien vive o muere. Recuerden pedazo de invencibles, están en Puerto Victoria. — dijo caminando de un lado a otro.

Luego se dirigió a Joel:— Dime ¿Por qué lo dejaste en ese estado? .

— Ese chico dejó escapar a la hija de Paula

Janely alzó una ceja, y Lucas sorprendido se enderezó, apartando al enfermero que curaba las heridas.

— ¿Qué has dicho?— Lucas preguntó.

— Así como escuchas. Danny perdió a la chica cerca de la base de Rocafuerte. Me comentó que hubo un deslizamiento y la policías lo obligó a bajar...

— Y se puede saber, ¿por qué carajos enviaste a Rocafuerte y no lo llevaste a Valle? — Lucas gruñó molesto.

— ¡Eres un idiota! ¿Por qué lo enviaste a Rocafuerte? — Janely se molestó, aún más de lo ya estaba. Ella desconocía por completo del viaje.

— Pensé que allí estaría más segura que en Valle o aquí — Joel respondió en voz baja.

La ira de Jannely y Lucas aumentaba. No entendía cómo porque Joel, siendo un hombre tan experimentado, había cometido tremendo error.

Inmediatamente, Janely se comunicó con la base en Rocafuerte, donde le informaron que ya estaban buscando a la chica en los pueblo cercanos en donde había escapado.




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