Mientras recorrían la propiedad, Janely señalaba con entusiasmo las mejoras que había implementado en varias instalaciones. Su voz, llena de satisfacción, resonaba en el aire tranquilo, mientras explicaba los cambios con detalle. Gabriel la observaba atentamente, un leve brillo de orgullo en sus ojos. No había duda en su mente: había tomado la decisión correcta al dejarla al mando.
Por detrás, Joel caminaba en silencio. Su rostro, serio y concentrado, estaba distante de la conversación que se desarrollaba ante él. Aunque sus ojos seguían el movimiento de sus hermanos, su mente no estaba allí. En su cabeza, una espiral de planos y estrategias se tejía con meticulosidad, cada paso calculado para llevar a cabo su próximo ataque al imperio Vega.
Una vez que recorrieron la finca, organizaron un gran banquete para celebrar la liberación de Gabriel. Sin embargo, a pesar de la alegría aparente, había algo en el aire que distaba de la festividad. Durante la cena, un ambiente tenso se tejía entre Janely y Joel. Aunque ambos mantenían las apariencias, había una frialdad no disimulada en sus intercambios, como si una grieta invisible se hubiera formado entre ellos, más profunda de lo que los ojos podían ver.
Joel, quien solía sentarse cerca de Gabriel en cada ocasión, ahora se había retirado a una esquina de la mesa. Rodeado por los gemelos Rea, sus únicos aliados en ese momento, parecía más distante que nunca. Desde su rincón, sus ojos se fijaban en los protegidos de Lucas, los cuales ocupaban su lugar habitual. Sus miradas, frías y cargadas de amenaza, no dejaban lugar a dudas sobre su desprecio hacia ellos.
— Hermano, ellos son Riss y Kelvin. Serán los encargados de vigilar la nueva base — anunció Janely, señalando a los dos hombres que se encontraban a su lado.
Ambos hombres jóvenes, pero de apariencia imponente y actitud serena, asintieron con firmeza. Aunque su presencia era discreta, había algo en sus ojos que revelaba su lealtad y determinación. Gabriel los observó atentamente, evaluando con la mirada cada detalle, mientras Janely continuaba presentando a los nuevos miembros de su círculo de confianza.
— Jovencitos, quiero que entiendan que esto no es un juego — dijo Gabriel, su voz grave y autoritaria cortando el aire. — Si mi hermana les ha dado esa confianza, háganlo bien.
Sus ojos se fijaron en los dos jóvenes con una intensidad fría, como si quisiera medir la fortaleza de su voluntad con cada palabra. Gabriel hablaba con la seguridad de alguien que sabía que el fracaso no sería una opción.
Una risa burlona estalló de repente, resonando en todo el comedor. Los presentes se quedaron atónitos, con la mirada fija en el origen de ese sonido que rompió la tensión. Era Joel, quien reía a carcajadas como si estuviera ante un espectáculo de circo. Su rostro estaba rojo, y las manos aplaudían con fuerza, acompañadas de murmullos ininteligibles que solo aumentaban el desconcierto en el ambiente.
La incomodidad se esparció rápidamente entre los presentes. Nadie se atrevía a interrumpirlo, pero todos sabían que algo estaba por estallar.
— ¿Se puede saber qué te ha causado tanta gracia? — preguntó Janely, su voz tajante, mientras golpeaba la mesa con fuerza, haciendo que los cubiertos temblaran y todos los presentes se encogieran un poco.
El moreno seguía riendo, casi ahogándose con su propia carcajada. Su risa resonaba como una burla cruel, y los demás hombres se quedaron en silencio, congelados en sus asientos. Nadie entendía lo que estaba pasando, pero todos sentían el mismo presagio en el aire: esa cena, que había comenzado como una celebración, pronto se transformaría en un campo de batalla.
— Joel — la voz rasposa de Gabriel retumbó en todo el comedor, cortando la risa con la fuerza de un golpe. — ¿Qué carajos te sucede?
El moreno se detuvo de inmediato, su risa apagándose en seco como si alguien le hubiera arrebatado el aliento. El aire, cargado de incomodidad, se volvió aún más denso. Los presentes contuvieron la respiración, sabiendo que la situación estaba a punto de desbordarse.
— No entiendo qué pasó en este último mes. No entiendo nada — Gabriel se levantó de golpe de la mesa, empuñando las manos con tal fuerza que los nudillos se pusieron blancos. Con un rugido de frustración, las descargó sobre la mesa, haciendo que esta temblara con violencia. — Que alguien me explique qué mierda está pasando aquí...
La fuerza del golpe hizo que los presentes se sobresaltaran, pero lo peor estaba en los ojos de Gabriel. Su mirada recorrió a cada uno de los presentes, como si buscara respuestas, pero en su rostro solo había furia contenida.
Janely intentó calmarlo, acercándose con gesto preocupado, pero sus palabras fueron ignoradas. No entendía qué había ocurrido en ese corto tiempo, qué había transformado el comedor, que antes servía para compartir, en un campo de batalla lleno de tensión palpable.
— Par de copias — llamó a los gemelos Rea, su tono cargado de desdén. — Díganme qué carajos ocurrió aquí.
El gemelo no tatuado, visiblemente nervioso, se levantó lentamente. Antes de hablar, echó un vistazo a Joel, quien aún mantenía una leve sonrisa en su rostro, como si todo esto fuera un juego. Janely permanecía en silencio, con la mirada fija en el suelo, claramente preocupada. Lucas, por su parte, se mantenía impasible, como si no estuviera consciente de la gravedad de lo que se estaba discutiendo.
— Lucas...secuestró a la hija de Paula. La llevó hasta Puerto López, y debido a eso, los policías dieron con nuestra ubicación...
— ¿Qué dices, Copia? — Gabriel interrumpió con voz cortante, su mirada fija y desafiante. Luego, sin perder tiempo, se giró hacia Lucas, su rostro lleno de furia. — ¿Qué mierda hiciste, maldito?
Su mirada atravesó a Lucas con la ira a punto de explotar. La intensidad de su mirada fue tal que Lucas, por un momento, vaciló. Sabía que algo no cuadraba, porque estaba seguro de que él mismo había autorizado la acción. La confusión y la incertidumbre empezaban a formar un nudo en su estómago.
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Editado: 27.11.2024