Perfectos Criminales

Capítulo 17

Los días habían transcurrido en aparente calma tras la partida de Gabriel, Lucas y los gemelos hacia Rocafuerte. La nueva base, denominada Manglar, ya estaba operando bajo el mando de los tres jóvenes como lo había dispuesto Janely.

En Manglar, solo había un aeropuerto de tierra y unas pequeñas cabañas de madera improvisadas, destinadas exclusivamente para el cargue y descargue de LCD. El lugar era un punto de paso, y su actividad era limitada. Los guardias eran los únicos que permanecían allí durante todo el día vigilando casi invisibles en medio de la plantación de bananas que escondían la pista clandestina. El resto del personal, una vez cumplida su tarea, regresaba rápidamente a la mansión de Puerto Victoria.

En Puerto Victoria, la tensión entre Joel y Janely aumentaba con cada día que pasaba, a medida que el moreno se recuperaba de la brutal golpiza que había sufrido. Joel ardía de rabia, no solo por lo sucedido recientemente, sino porque había motivos mucho más profundos que lo impulsaban. Su deseo de venganza había nacido mucho antes, desde el momento en que ordenó a Lucas secuestrar a Cielo. Pero el plan, cuidadosamente trazado, se había derrumbado gracias a la intervención de Danny, quien lo había frustrado en el último momento.

Joel aún permanecía en la sala de medicina, aunque ya no era necesario. Físicamente, se encontraba bien, pero no quería abandonar esa habitación. No quería enfrentarse a Janely. Estaba convencido de que, si se cruzaban, ella simplemente aliviaría su furia con una sonrisa o una mirada, como siempre lo hacía.

— Y los gemelos ¿Dónde están? — preguntó Joel al doctor mientras este lo examinaba por rutina.

— Se fueron a Rocafuerte — respondió el doctor tomando la presión.

Joel hizo una mueca y, en silencio, maldijo su suerte. Eso significaba que estaba completamente solo en la mansión . Janely podía hacer lo que quisiera con él, y no había nadie que pudiera intervenir.

— Y Lucas también se fue — añadió el doctor, esperando que el moreno abandonara finalmente la habitación.

«Lucas...» Pensó Joel, con una mueca. «Eso significa que la enana ya no tiene a su protector. Estamos igual: ella sin su guarura, y yo sin los gemelos». Al fin, decidió levantarse de la fría camilla, con una sensación de vacío en el pecho.

— ¿Por que no me dijiste eso antes? — replicó con brusquedad antes de salir de la habitación.

Caminó fuera de la habitación de manera sigilosa, intentando pasar desapercibido, pero no lo logró. Justo cuando atravesaba el pasillo que conectaba la mansión con el ala de medicina, esa voz femenina que tanto odiaba lo detuvo en seco.

— Joel, ¡por fin te dignas a abandonar a Ramos! — gritó Janely desde el patio, donde estaba practicando tiro.

El moreno detuvo su paso, cerró los ojos con frustración y masculló «Maldita enana». Siguió caminando sin voltear, pero esa risa que conocía tan bien taladró sus oídos.

— Lo estás viendo enana o te hace falta visión— respondió sin voltear voltearla a ver.

Janely sonrió y siguió disparando balas de goma en el círculo.

—¡Tiros perfectos enana! — el moreno susurró en su oído haciéndola sobresaltar pero supo disimular.

— Lo aprendí de ti ¿lo recuerdas?— Janely se giró sobre sus talones y vio a Joel — La alumna superó al maestro.—añadió con una sonrisa provocadora, antes de disparar otro tiro certero al blanco.

Joel soltó una gran carcajada. ¿Cómo se atrevía a decir algo así?. Para el, Janely nunca había enfrentado una situación real con un ejercicio completo en medio de la selva como el lo había hecho en os días que perteneció a los autodenominados guerrilleros. Lo suyo no pasaba de enfrentamientos callejeros, breves y sin comparación.

— Por favor, enana, no me hagas reír — dijo entre risas.

— Ja! Me alegra escuchar eso, Joel— La seriedad repentina en el tono de Janely frenó su risa.

— ¿Qué estás tramando, enana?— Joel la observó fríamente tratando de descifrar sus intenciones.

— Los Tigres están cerca. No tardarán en venir por nosotros. — Janely hizo una pausa, buscando sus ojos — Hay que prepáranos.

Joel alzó una ceja, incrédulo. ¿De que se había perdido? ¿Acaso era una estrategia sucia de Janely? Antes de poder responder, más hombres aparecieron en el patio, listos para entrenar. Ella les había establecido horarios específicos para evitar enfrentamientos innecesarios entre ellos.

Joel observó que algunos traían camisetas blancas y otro negras como Janely lo estaba usando.

— Los de camiseta blanca practicaran combate con nuestros estimado y ex guerrillero Joel — dijo Janely aplaudiendo al moreno.

Joel observó con desaprobación pero aceptó el reto.

— Enana no se que tramas pero... De acuerdo entrenaré — dijo Joel poniéndose frente del grupo. A Joel le encantaba los combates. Ver dos hombres golpeándose era su pasatiempo favorito.

— No seas tan rudo... Recuerda que te estoy vigilando — advirtió Janely mientras el moreno los preparaba para el enfrentamiento.

— Ustedes vengan — dijo al resto de hombres.

Antes de empezar el entrenamiento Janely envió un mensaje de texto a Gabriel, asegurando que Joel ya se había incorporado al equipo. Ella seguía muy cerca los pasos de Joel, sabia lo que tramaba y lo había descifrado tras días de haberlo estudiado.

Mientras tanto, en Rocafuerte Gabriel y Lucas también intensificaban sus entrenamientos. Cada movimiento era parte de una estrategia mayor que los hermanos habían trazado para enfrentarse a los tigres.

(...)

— Cielo, Cielo mira a tu mamá — llamó Siena a la joven de ojos grises, señalando la pantalla del televisor que trasmitía las noticas.

Desde que se escapó de su casa en busca de la verdad de su origen, Cielo se había que dado a vivir un tiempo en Puerto López. Siena le había asegurado que Danny regresaría al pueblo pronto, ella conocía muy bien a los Vegas y no permitiría que arrebaten su propiedad.




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