—Esa cajas solo tienen bananos — grito el panameño lanzando puñetazos a al cuerpo de Danny, quien después de un intenso intercambio de golpes pudo tomar el control.
— Escúchame bien — sujetó fuerza del cuello — La droga está aquí, pero primero dame el dinero...
— Suéltame mocoso — dijo el panameño con voz entrecortado.
una vez que Danny tenia bajo su dominio al hombre alto Kelvin sacó sacó un paquete de LCD que cargaba en su cintura y lanzó a los pies del hombre. — Ahí está
Ante la mirada atenta de Kelvin su acompañante recogió el paquete y lo abrió para verificar que el LCD real.
— Lo ves tenemos cincuenta bloques de esos — Kelvin habló desde atrás mientras Danny soltaba al panameño de su agarre.
— ¿Y donde está? Porque yo no los veo — el panameño furioso saco su pistola pero antes de que de pudiera apuntar a alguien Riss apagó las luces del camión dejando en total oscuridad.
Horas antes
— ¡Hey, Danny, contesta el celular! No ha parado de vibrar — dijo Riss, extendiendo el celular hacia Danny, quien lo había dejado olvidado en el camión.
— Gracias — respondió Danny, tomando el celular y desbloqueándolo. Al instante, vio que todos los llamados eran de Lucas. Su rostro se tensó al ver la cantidad de llamadas perdidas.
— ¡Ay no! Algo no está bien... — pensó Danny, sintiendo una creciente inquietud en el estómago. Sin pensarlo mucho, reunió a sus compañeros. Mientras los pescadores seguían bajando las cajas de bananas.
— ¿Qué pasa? ¿Está todo bien? — preguntó Kelvin, visiblemente alarmado al ver la expresión de Danny.
— No, no. Miren el mensaje que Lucas nos envió — Danny les mostró la pantalla del celular.
>> Danny. Los panameños son peligrosos y corren el riesgo de ser estafados. Ellos intentarán robar el LCD, así que deben esconderla y solo cuando les reciban el dinero real, revelen la ubicación.
La preocupación entre los jóvenes se volvió palpable.
— ¿Qué haremos? ¿Dónde vamos a esconder esto? ¡Es bastante! — gruñó molesto Kelvin, mirando las cajas enormes cajas de bananos que aún quedaban por descargar.
Riss, por su parte, solo se rascaba la cabeza, frustrado. Miraba las cajas, luego a Danny y a Kelvin. Buscando una solución rápida.
— Vamos a hacer esto — Danny respiró profundo antes de hablar. — Todos los paquetes de LCD vamos a separar y guardar en los sacos de yute. Los escondemos dispersos en la orilla.
— ¿No será mejor esconderlos en un solo lugar? — cuestionó Riss, frunciendo el ceño y dudando de la estrategia de Danny. La idea de esparcir LCD parecía arriesgada.
— No. Si los escondemos en un solo lugar, se hará un bulto grande y se notará. Pero si los dispersamos en la orilla, no se verán. La oscuridad está de nuestro lado — respondió Danny, convencido de que esa era la única opción.
Kelvin y Riss se miraron entre sí, intercambiando una mirada de incertidumbre. A regañadientes, ambos aceptaron las órdenes de Danny. Parecía una locura esparcir LCD a lo largo de la playa, pero no tenían mas opciones.
— Espero que funcione, Danny — Kelvin le lanzó una mirada intensa, inseguro de lo que podría pasar, pero dispuesto a seguir el plan.
Tiempo actual
— ¡Oye, mocoso! Enciende las luces — gritó el panameño, apuntando con la linterna directamente a los ojos de Danny, cegándolo por un momento.
— Lo encenderá si aceptas el trato — respondió Danny, manteniendo la calma a pesar de que una pistola estaba en las manos del panameño listo para disparar. — Danos la mitad del dinero ahora, y cuando hayas embarcado la mitad del LCD, nos das el resto. ¿Qué te parece?
El panameño lo miró fijamente por un instante, evaluando la oferta. Su rostro se mostró algo más relajado, pero aún reflejaba desconfianza.
— ¡Demonios! Está bien — aceptó finalmente el hombre, gruñendo de molestia. Pero al final, accedió a las condiciones de joven negociante.
Danny, al ver que el trato estaba cerrado, de inmediato le hizo una señal a Riss.
— ¡Enciende las luces! — ordenó, con voz ronca.
Riss obedeció al instante, un resplandor intenso iluminó la playa, revelando las figuras de los panameños y la mercancía dispersa por la arena.
El panameño esbozó una sonrisa torcida, al percatarse que el LCD había estado a su lado todo el tiempo.
— Me gusta tu estilo, jovencito — dijo, sacando un fajo de billetes arrugados de los bolsillos de su chompa y entregándoselo a Kelvin, quien con un gesto de desconfianza, tomó el fajo con una mano. Con la otra, comenzó a revisar los billetes meticulosamente, deslizando cada uno entre sus dedos, asegurándose de que fueran reales.
— Está todo bien — dijo finalmente, confirmando el monto y la autenticidad del dinero.
Mientras tanto, Riss, que había estado observando el intercambio desde la cabina, apuntó la linterna hacia la playa, iluminando los sacos de yute esparcidos por la arena.
— Ustedes son... — El panameño no terminó la frase. Con un gesto brusco, giró hacia sus hombres y les ordenó que comenzaran a cargar la mercadería en las lanchas de forma ordenada, sin perder tiempo.
Casi una hora después, el panameño se acercó nuevamente a Danny, extendiéndole otro fajo de billetes, que Kelvin aceptó sin dudar. La transacción estaba casi concluida, pero el trabajo aún no. Los hombres continuaron cargando el resto de la mercancía.
Cuando la última lancha finalmente partió hacia el mar abierto, la hora ya rondaba las dos de la mañana. La lluvia comenzó a caer con más fuerza, empapando todo a su paso.
— Diablos no podremos regresar con esta tormenta — comentó Riss, observando las gotas gruesas de agua caer — Mejor esperamos hasta el amanecer.
Los tres jóvenes decidieron quedarse en Puerto López, hasta que la lluvia cesará.
(...)
— ¡Siena, apúrate, debemos abrir el negocio! — ordenó Cielo, mientras terminaba de sacar del horno una tanda de pan recién horneado y preparaba una olla de chocolate caliente. El aroma del pan envolvía la pequeña cafetería.
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Editado: 27.11.2024