Perfectos Criminales

Capítulo 23

— Hola — saludaron los hombres, pero todos los ojos se centraron inmediatamente en Cielo y Siena. Esta última, aunque conocía a algunos, no estaba familiarizada con todos los presentes. Los murmullos y las miradas curiosas flotaron en el aire, creando una atmósfera tensa.

— Volvimos, Janely — dijo Kelvin, ignorando completo las miradas desconcertadas que se dirigían hacia ellos. Camino hasta Janely y le extendió la maleta con el dinero. — Aquí está el dinero.

— Gracias.

Janely, esbozó una sonrisa observado a Joel son los ojos desorbitados, fijos en Cielo, como si la joven fuera la misma muerte encarnada. Janely disfrutó por un instante de la incomodidad que emanaba Joel. Sin embargo, no mostró ningún indicio de preocupación.

— Acércate, jovencita — ordenó Janely con voz firme. Cielo, nerviosa, había tomado inconscientemente la mano de Danny.

— Camina — susurró Danny al oído de Cielo, quien estaba perdida en sus pensamientos, no logró reaccionar de inmediato.

— ¿Qué? — Cielo levantó la mirada hacia él, sin comprender del todo lo que acababa de escuchar.

— Que ella es Janely y te está pidiendo que te acerques — explicó Danny con calma. Cielo seguía sin saber qué hacer, y eso solo hacía crecer la incertidumbre en ella.

— Janely, yo... no... — Cielo titubeó, apretando con más fuerza la mano de Danny.

Janely notó el nerviosismo de la joven, y con una leve sonrisa en sus labios, se acercó con paso firme hasta quedar frente a Cielo, quien no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su cuerpo.

— Hola, soy Janely Vega, y aquí mis órdenes son la ley — dijo Janely, su tono firme y autoritario, mientras se paraba justo al lado de Cielo. Aunque la joven era ligeramente más alta, Janely no dudó en pasar su mano por su cintura, pegándola más a su cuerpo. — Ninguno de ellos se atreverá a poner un dedo encima. Así que relájate — añadió, alzando la voz con fuerza para que todos los hombres en la sala pudieran escucharla claramente. La advertencia en su tono fue evidente.

Cielo, que se sentía un poco asfixiada por la cercanía y las palabras de Janely.

— Gra... Gracias — murmuró entre dientes,

— Ella es Cielo Córdova — presentó Janely a sus hombres de forma clara. No podía ocultar la identidad de la joven, pues Joel ya sabía quién era. Si no se lo decía al resto, él podría usar esa información en su contra en cualquier momento. — Y también respeten a Siena — añadió, dirigiendo una sonrisa hacia la joven castaña, quien estaba junto a Riss, observando de cerca la reacción de su amiga. — ¿Está claro? — preguntó, mirando a todos los hombres con firmeza.

Un murmullo recorrió la sala antes de que algunos respondieran de inmediato.

— Está claro — dijeron algunos, con la voz baja pero firme, mientras que otros asintieron en silencio, especialmente aquellos que no conocían a ninguna de las dos jóvenes.

Joel, finalmente recuperando la compostura después del asombro inicial, lanzó una mirada burlona hacia Janely.

— Wow, enana, ¿este par de jovencitas eran tus personas especiales? — inquirió Joel con sarcasmo y sorpresa. Había logrado salir de su aturdimiento, pero su expresión aún reflejaba incredulidad. Estaba tratando de desentrañar porque Janely había decidido revelar la identidad de Cielo.

— Sí — respondió Janely, su tono cortante, dejando en claro que no iba a caer en las provocaciones de Joel. — Chicos, los reuní para que conozcan a ellas. Ahora, sigan con sus actividades — agregó, con firmeza, concluyendo la reunión.

La mayoría de los hombres comenzaron a retirarse, regresando a sus puestos asignados con una mezcla de indiferencia y respeto. Solo unos pocos permanecieron en la sala, sus miradas aún fijas en Cielo y Siena.

— Siena, tú y Cielo, vengan — ordenó Janely comenzando a subir las escaleras. — Les mostraré sus habitaciones — anunció, mientras avanzaba. Cielo y Siena la seguían, aunque la incertidumbre llenaba el aire, ya que ambas sabían que no estarían allí solo por unos días, sino que pasarían allí un par de meses… o quizás años.

— ¿Podemos dormir juntas? — preguntó Cielo con una voz baja y temblorosa, ya dentro de la habitación que sería para Siena. A pesar de que le dijeron que estaría a salvo, había algo en el ambiente que no la terminaba de convencer. La sensación de ser una pieza más en el imperio Vega, la inquietaba. Se estaba convirtiendo en una criminal, pues en ese lugar se llevaba a cabo actividades ilícitas, esos actos que tanto había odiado. Pensaba en todo lo que había creído antes, en cómo siempre pensó que unos criminales habían acabado con la vida de su supuesto padre, pero ahora todo se desmoronaba. Esa historia, era una mentira que su madre le había contado para ocultar su verdadero origen, la perseguía como una sombra.

Janely la observó por un momento, sorprendida por la pregunta, pero rápidamente reaccionó, con un leve desconcierto en su rostro. — Oh... no lo sé, sería una decisión de Siena.

Siena, al escuchar la pregunta no lo pensó pues sus ojos se encontraron con los de Cielo, y en ese momento, comprendió el miedo que se reflejaba en ella. Siena había estado en situaciones peligrosas antes, y podía entender su necesidad de seguridad.

— Por mí no hay problema, además, creo que yo también me sentiría más segura con Cielo — asintió Siena.

— Entonces se quedarán las dos — dijo Janely. — Pero antes, Siena, ¿podrías dejarme a solas con Cielo? — Más que una solicitud, lo dijo como una orden, y Siena, sin protestar, asintió y salió de la habitación, dejándolas a solas.

La puerta se cerró con un suave clic, y el silencio entre ellas se hizo pesado. Janely se acercó a Cielo, observándola detenidamente con sus ojos calculadores, evaluando cada movimiento de la joven.

— Te voy a dejar en claro algo, Cielo — comenzó Janely, su voz suave. — No estás aquí por obligación. Estás aquí porque estás buscando respuestas. ¿Es así, verdad?




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